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«Sanctorum»: La cinta mexicana sobre el «Narco-Estado» que ganó SANFIC 16

El filme del realizador azteca Joshua Gil se quedó con el galardón destinado al mejor largometraje de la Competencia Internacional de la versión 2020 del Santiago Festival de Cine, y la configuración de su estética dramática y audiovisual remiten a la mejor producción de la industria de su país, en torno a las temáticas del «Estado fallido» y de los poderosos carteles dedicados al tráfico de drogas, que han golpeado duramente —y en su esencia— a la nación norteamericana: a las obras de los directores Francisco Vargas («El violín») y Gerardo Naranjo («Miss Bala»), respectivamente.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 23.8.2020

La trascendencia de la naturaleza y el camino de lo (no) lógico. La expresión de las cosas por sí mismas es algo que no tiene cabida en el pensamiento racional. La realidad es engullida por el sujeto todo el tiempo, a cada minuto y a cada paso que la corporalidad se enfrenta con las distintas verdades que le dan una sensación y un sentido.

Así, el mundo pareciera estar conformado desde la consciencia humana, como si nuestra mente tuviera la capacidad de fundamentar, de encontrar la razón que subyace bajo dinamismo de lo cósmico. Esta categoría, entendida como una entidad que en sí también es naturaleza, es explorada en Sanctorum.

Porque si bien la película está ambientada en el desierto mexicano, a lo largo de sus fotogramas se cuelan imágenes que reivindican el sentido original. La conexión entre la humanidad y el mundo se ve trastocada, influenciada por elementos espirituales y desconocidos para nuestra percepción.

La denuncia del filme es clara. Los pueblos que están sufriendo, los cuerpos que están siendo negados, las identidades que están siendo aniquiladas por las entidades fácticas que se constituyen en el mundo. La humanidad, lejos de sopesar su intervención artificial, corre como un caballo de los clubes hípicos.

Entrenado, preparado, atento. Los patrones se repiten y se repiten a lo largo de los últimos siglos. El animal sigue cayendo en la trampa del queso, el perro sigue queriendo a su benefactor alimenticio. No poseer ni siquiera una alternativa es lo que le da vueltas al motor hipermoderno.

Con una narrativa poco tradicional, que desafía los valores tradicionales del cine lógico, Joshua Gil dirige a su equipo para lograr una propuesta novedosa, crítica y potente en muchos sentidos. El planteamiento de la alteridad se fundamenta, novedosamente, en el idioma y en el sentir propio.

La naturaleza se presenta en una afiliación con la vida originaria de los terrenos que habitamos. La mediatización de la Verdad no presenta a la otredad como algo vigente, sino como algo que se enterró en algún momento tras los libros y la inerte oficialidad de la constitución.

Por otro lado, el Estado y sus defensas militares y policiales intentan culpar y exterminar a los campesinos. Prefieren golpear las puertas de barro que rodear los cercos eléctricos. Prefieren destruir las chozas antes que tocar las puertas de los patrones del ámbito delictivo.

Gil entiende que este es un problema de nuestros tiempos y, ante la indiferencia y el olvido que propone el ilusorio sistema de bienestar actual, postula la propagación de una justicia y un porvenir cósmico. También denuncia, en varias escenas, la discriminación y la exclusión por parte del sentido común.

Lo establecido, lo que se encadena a la realidad y nos deja en condición de prisioneros. La llave todavía espera una revolución…

 

También puedes leer:

De El violín a Miss Bala: El cine mexicano que visibilizó al «Estado-fallido» y al «Narco-Estado».

 

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Carlos Pavez Montt

 

 

Imagen destacada: Sanctorum (2019).

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