«Shoplifters»: Las elecciones afectivas

Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y nominada a mejor película extranjera en los Oscar 2019 ya es el trabajo audiovisual más premiado del realizador japonés Hirokazu Koreeda. En este largometraje de ficción de exhibe a Oriente fuera de todo estereotipo: obsesiones y temas universales en pantalla grande. Se estrena en salas comerciales de Chile el próximo jueves 21 de febrero.

Por Alejandra M. Boero Serra

Publicado el 15.2.2019

 

«…Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia».
Fabián Casas

¿Cómo se define una familia? ¿Qué construimos en nuestra psique cuando decimos lazos de familia? ¿Cuestión de sangre, de hábitos, de tiempo y de lugar compartidos? ¿Elección o fatalidad? Preguntas que tratan de responderse en esta última producción de Hirokazu Kore-eda. Este director de largometrajes y documentales, tanto para cine como para televisión, viene indagando en filmes previos (Mabarosi: La luz de la ilusión, Distancia, De tal padre, tal hijo, Después de la tormenta) problemáticas en donde el rol de la familia y sus nuevas configuraciones son puestas en foco, en las cuales los niños son víctimas de la falta de contención y cuidados y qué hace un Estado capitalista hipertecnologizado cuando sus habitantes caen del sistema. Cuestiones complejas que en este filme son abordadas de una manera sencilla, convencional en las formas (convencional desde el neorrealismo italiano hasta hoy, puesto que allí hay una herencia que se honra) y con una emotividad contenida, muy japonesa: lirismo, sutileza y valentía.

Estamos lejos de la idiosincracia de Oriente y, sin embargo, cuando lo que se cuenta toca fibras tan sensibles de los conflictos humanos, al pintar su aldea, colorean y resignifican la nuestra.

En un departamento mínimo de la periferia de Tokio viven hacinadas tres generaciones: una abuela pensionada (Kirin Kiki), ¿los padres? (Lily Franky y Sakura Andô), ¿una hija mayor? (Mayu Matsuoka), ¿un hijo? (Jyo Kairi) y una niña (Miyu Sasaki) maltratada por sus propios padres. Junto a «la abuela», Osamu, Nobuyo, Shota y Yuri forman la disfuncional familia Shibata con sus códigos de supervivencia («si una cosa está en la estantería de un negocio, no es de nadie») y su sensibilidad a costa de cualquier riesgo (por proteger a Yuri, una futura denuncia por secuestro queda fuera de discusión).

Los problemas económicos (los sueldos y la pensión no alcanzan), la «ayuda» que deben prestar los niños para que todos puedan comer y subsistir, el trabajo en un club nocturno de la hija contrastan con la imagen que tenemos de un país del primerísimo mundo. Acá también la superviviencia -no sólo material- está impregnada de cierta heroicidad. Kore-eda no idealiza la pobreza, no romantiza los lazos afectivos, no juzga a sus criaturas, las deja ser, sabiendo que la mano fuerte del Estado, si llega a tocarlos, no va a ser para preservar sus modos de amar sino para burocratizar y enrarecer cualquier vínculo construido genuinamente. A medida que avanza la trama, el lado oscuro de cada personaje sale de la ambigüedad -territorio de defensas compartidas y asumidas- y «la buena consciencia» de un sistema que tiene que actuar para (im)poner cierto, cuestionable, orden, desestabiliza, rompe, restituye al horror.

Somos una familia (Shoplifters, 2018) es una historia de amor, donde la necesidad es más fuerte que cualquier vínculo legal o de consanguinidad. Y la elección es compartir, dar y recibir afecto. El afecto alimenta y cura la fragilidad emocional y física de los personajes.

El final es un broche que pone en evidencia al presunto sistema de «asistencia social» que trata las consecuencias como causas.

Espíritu humanista, clasicismo formal, actuaciones verosímiles, música minimalista a cargo de Haruomi Osono, historias donde los golpes bajos quedan fuera de cámara. Jyo Kairi y Miyu Sasaki sorprenden en el papel de dos niños cuyos trabajos exigen un compromiso extra por la complejidad de registros que manejan con naturalidad que admira: pura ternura y picardía no exentas de angustia y de dolor.

Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y nominada a mejor película extranjera en los Oscar ya es el trabajo más premiado de este director. Oriente fuera de todo estereotipo. Obsesiones y temas universales en pantalla grande.

 

Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).

 

Un fotograma de la premiada cinta «Shoplifters» (2018), candidata al Oscar como mejor película extranjera 2019

 

 

 

 

Alejandra M. Boero Serra

 

 

Tráiler: