«Sistema nervioso»: La exploración anatómica-espacial de Lina Meruane

La ficción debida a la connotada autora chilena corresponde a una novela actual, adelantada en «nanosegundos» a su época, cruda y llena de sugerencias filosóficas, y la cual es imposible desatender en el momento histórico que nos ha tocado vivir como humanidad (y también en este pequeño país).

Por Ramiro Villarroel Cifuentes

Publicado el 30.5.2020

La orquestación de diferentes dimensiones narrativas producida por Lina Meruane (1970) alcanza un punto álgido en Sistema nervioso (Literatura Random House, 2018), un torrente de interrogantes acerca de la vida y la muerte —enfermedad mediante— sostenido por personajes genéricos —Ella, Él, Mamá, Papá—, meros artículos del ser que aquí ascienden a categorías universales de representación, los que nos permiten ingresar al mundo del conocimiento, la ciencia y la impotencia, del deseo y el fracaso, de la memoria,do nde las funciones del tiempo dejan ver sus entrañas junto a los demás elementos que confluyen en esta historia, como si fueran metáforas aplicables a todas las dimensiones tratadas en esta entrega.

Huelga decir también que la continuidad, más bien dicho la expansión que podemos observar en la narrativa de Lina Meruane, nos obliga a comentar que esta novela se materializa en un corpus de obra muy sólido y coherente consigo misma. Es cosa de recordar a los personajes y locaciones de Sangre en el ojo (Literatura Mondadori) o la voz de Viajes virales (Fondo de Cultura Económica), ambas entregas de 2012, para entender que nos encontramos en un mismo complejo.

El libro, conformado por cinco capítulos que nos hablan de una historia familiar, la que a su vez sugiere varias claves de lectura, comienza con el capítulo o parte llamada “Agujeros negros”, donde podemos destacar la dimensión política de la escritura: “El país se había quedado a oscuras. Era un inmenso agujero negro, sin velas” (p. 13), misma inclinación a destacar lo político cuando más adelante la autora menciona a modo de contexto histórico doloroso que: “Los habían calificado de ratas, a esos muertos. (…) Pero ratas vivas era lo que les metían entre piernas vaginas aullidos a las prisioneras antes de asesinarlas” (p. 169), como diría en su parte más criminal y sangrienta. La perspectiva de la mujer en la debacle y horror dictatorial.

También cabe señalar la arista psicológica de la protagonista, al saber que ésta decide enfermarse para poder terminar su tesis doctoral sobre astronomía: “Ella pidió enfermar para escribir y se enfermó pero no ha terminado ni un solo capítulo” (p. 40), protagonista que posee una dimensión afectiva en cuya relación aparece extra o sobre nominada por su pareja como: “Electrónica, la llama Él desde la puerta, Electrocución, Elemento o simplemente Ele pero con más frecuencia Electrón” (p. 76). Personaje de nombre dúctil, que podría ser cualquiera.

Un aspecto que también merece ser mencionado es una característica conceptual recurrente que se materializa en conjunciones conceptuales al modo de dispositivos poéticos que la autora instala en el cuerpo narrativo como cuando dice que: “es el mismo agitado mar de siempre con sus medusas aguamalas nudosos cochayuyos recitó Ella como en un conjuro(p. 31), dispositivos o conjunciones conceptuales, poéticas que florecen en el territorio del texto como si surgieran en la topografía de la escritura. Quisiera arriesgar que con este gesto estético Meruane quiere hacernos ver que su escritura, su narrativa, se ubica en un terreno abonado por la poesía: Chile: tierra de poetas, sobre la que se afirma la novela chilena actual donde, huelga decir, predominan las autoras.

En la segunda parte llamada “Estallido” podemos interiorizarnos sobre la relación afectiva sostenida por Ella mencionada más arriba: “Él era un forense invitado a dar una charla magistral sobre la identificación de osamentas que abundaban en el subsuelo de países como el suyo, trastornados por años de dictadura” (p. 89), donde se destaca el indicador de la memoria incompleta, como cuando leemos que: “ese país del pasado estaba sembrado de fosas aún sin descubrir” (p. 90), un lugar oscuro, cargado con un pasado pesado, funeral y de lesa humanidad, cosa que se arrastra hasta nuestros días en términos de justicia y derechos humanos.

Más adelante, en la parte llamada “Vía láctea” podemos presenciar el cruce entre las distintas ciencias: médicas, físicas, estelares y arqueológicas, donde los personajes se mueven en escenas cuyos telones de fondo parecieran ser fórmulas matemáticas e imagenología médica, permitiéndonos de esta manera entrar a un mundo en que el lenguaje pasa por un prisma que muestra sus componentes desde una cercanía inusitada.

Satélites, mapas estelares, el hombre fuera de La Tierra, como si el relato también bebiera de las mismas preocupaciones que las de Hanna Arendt de La condición humana, la que nos habla de que: “El cambio más radical que cabe imaginar en la condición humana sería la emigración de los hombres desde la Tierra hasta otro planeta. Tal acontecimiento, ya no totalmente imposible, llevaría consigo que el hombre habría de vivir bajo las condiciones hechas por el hombre, radicalmente diferentes de las que le ofrece La Tierra. Ni labor, ni trabajo, ni acción ni pensamiento tendrían sentido tal como los conocemos” (Editorial Paidós, 2009, p. 24).

Palabras escritas hace poco más de sesenta años y, si consideramos también que la dedicación a las ciencias astronómicas que practica nuestra protagonista están en la cadena productiva de acceso a los objetivos de vida humana extraterrestre o fuera de la Tierra, podemos decir que esta novela también hace un giño a un problema poderoso para la especie humana, lo que involucra a la filosofía, claramente, pero también a la ciencia y a la tecnología.

Si bien es cierto y como hemos visto podemos establecer interesantes conexiones con la filosofía y las ciencias, también podemos ver otras obras emparentadas a esta novela, como sería, por ejemplo, la célebre película documental Nostalgia de la luz, de Patricio Guzmán, obra que vincula la memoria, la búsqueda de osamentas, el estudio del universo y la astronomía, al igual como lo hace Lina en esta oportunidad, pero con otros métodos, como si hubiera un cómplice maridaje entre ellas.

Sin ir más lejos, más adelante podemos leer claramente el acercamiento de esta obra con el cine cuando la voz narrativa nos comenta que: “Rememoraron todos juntos las siniestras anécdotas de la infancia. Los mellizos, que esperaban ser, cuando grandes, guionista él, camarógrafa ella, habían atesorado esas escenas para una película futura en la que una madre intentaba asesinar a sus hijos” (p. 140).

Vida, pasado, partícula, átomo, elemento, molécula, materia, célula, membrana, glándulas, órganos, aparatos, organismos, sistemas, eras, espacios, dimensiones luz, muerte, futuro: cuerpo, espacio, enfermedad y tecnología: “su corazón latiendo en un monitor. Por su vena van entrando lentos litros de suero y de fierro que complementan las transfusiones  de sangre y son tantos los cables y sondas que entran y salen de su cuerpo, que su Padre parece ser de otro mundo. Un extraterrestre” (p. 238). (¿De pronto un sugerente, intenso y deforme homenaje a La montaña mágica de Thomas Mann?).

Una última cosa que considero en demasía interesante de esta novela es la capacidad vaticinadora de Lina Meruane que se abre al final del texto y que pareciera ser producto de un conjuro, de la poética que se adelanta a los sucesos vividos en este, el país del pasado, que ahora vivimos con tanta intensidad, si consideramos que la novela está recién publicada en el mes de octubre del año 2018:

“Abandonados los dos. Ella empuja la silla alejándolo del hospital, a ver si encuentra un auto que los saque de esas calles húmedas. Entonces cae en la cuenta de que hay una huelga de transporte colectivo en la ciudad. Los vagones de metro, los buses, los taxis, todos sus conductores parados en el centro, con pancartas. Aquí la cosa está revuelta, dice el Padre cuando Ella se lo recuerda, demasiado revuelta para mí. Huelga de aduanas, de transportes, y se anuncia una del colegio de arquitectos para el lunes, de los profesores para el jueves, y otra marcha de los secundarios, de los inmigrantes, de cientos de mujeres violadas y golpeadas y asesinadas en este país. Y robo de bancos, puentes que se caen, sequía, líos políticos, corruptos y sinvergüenzas. Y no es solo aquí, dice el Padre, es en todas partes, en todos los países. Parece mentira que la tierra siga rodando entera. ¿A cuántos segundos estaremos de la debacle mundial, a medio minuto?” (p. 276).

Una novela actual, adelantada en nanosegundos a su época, cruda y llena de sugerencias filosóficas que es imposible desatender en el momento histórico que nos ha tocado vivir como humanidad.

 

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Ramiro Villarroel Cifuentes (Temuco, 1974). Escritor, poeta, ensayista y crítico literario, también se desempeña en la producción ejecutiva de actividades culturales en distintos formatos y géneros principalmente en Temuco y la Araucanía.

 

«Sistema nervioso”, Lina Meruane (Literatura Random House, 2018)

 

 

Ramiro Villarroel Cifuentes

 

 

Crédito de la imagen destacada: Daniel Mordzinski.