«Spider-Man: Lejos de casa»: La educación sentimental

Este es un largometraje de súper héroes, bien logrado por Jon Watts, pero que se inscribe también en la narrativa: la del paso de la adolescencia, con un Peter Parker/ Spider-Man explotado maravillosamente por Tom Holland, y que sugiere la tesis de que el horror no son los extraterrestres, sino las posibilidades de la informática y de los drones para el resto de los mortales.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 12.7.2019

Esta película parte con las muertes de Iron Man y Capitán América en la anterior entrega del universo Marvel, cuando los invadían los alienígenas. Peter Parker (Tom Holland), aun desconsolado por la partida de Tony Stark, cierra su secundaria con un viaje escolar por Europa, partiendo desde Italia. Es un viaje de adolescente, que se confunde con los inevitables problemas de su papel de súper héroe que esta vez, ansioso de declararse a Michelle MJ (Zendaya), que tanto le gusta, obstaculizará su búsqueda romántica.

Sin duda, el retrato del héroe adolescente, hace ver en esta entrega su transición a adulto de forma menos jocosa que en la versión anterior, pero también igualmente torpe y encantadora. Es que no se trata de un hombre ducho y audaz, sino de un muchacho experimentando (algo tarde) un amor de aquellos primeros, y con un compañero (Ned / Jacob Batalon) que toma su papel de nerd de forma integral. Amores y desamores de viajes, con dos parejas disparejas, y un Peter Parker con un gran plan, pero con episodios cada vez más risibles y fallidos. Nunca se declarará en la Torre Eiffel, porque nunca llegaran a París, y que vagará por la vieja Europa con postales de Venecia, Praga y Londres.

En cierto modo esta es la versión global y democrática del viaje que los jóvenes aristócratas británicos hacían en busca del pasado griego y romano en Grecia e Italia. O el de los jóvenes estudiosos estadounidenses que iban a España, buscando entre el flamenco y los “moros” la esencia de esa España medieval árabe visigótica. Los mismos que crearon el estilo “español” de Miami y Los Ángeles para rescatar el pasado español con El Zorro incluido. Pero como estamos en el siglo XXI estamos junto a Peter Parker con una horda de estudiantes, bastante sumisos y tranquilos la verdad, que buscan inmortalizar cada momento en una selfi. En el viaje de fin de enseñanza media que es el «parteaguas» de la existencia escolar previa a la universidad.

De modo que nuestro Peter Parker -tan común y además estudiante- mientras se deslumbra con la belleza de Europa, es avisado de una amenaza con monstruos feroces basados en el fuego, el aire, el agua y que han sido conjurados por un nuevo superhéroe, Beck o Misterio (Jake Gyllenhaal). Por cierto, un súper héroe en Europa es más extemporáneo que un hombre lobo en París (cuya prosapia europea parece obvia). Tanto que al final nuestro Spiderman está solo para afrontar la amenaza.

A veces parece que el Viejo Mundo será la forja del nuevo elenco de superhéroes, pero la realidad es más modesta: Nick Fury (Samuel L. Jakcson) con su súper agencia trata de reclutar a Peter Parker, que se le resiste porque quiere descansar y dedicarse a su presunta enamorada. Este Mundo Viejo no parece tierra propicia a nuevos o viejos súper héroes, que se ven tan fuera de contexto entre castillos, lagos, bosques paradisíacos y el ostentoso Audi de Fury (¿dónde quedó el Cadillac o el Dodge?). Se diría que el único que se aviene con esta imagen es Thor, que pertenece como sabemos a una saga de dioses-reyes de algo más al norte que Venecia, y que no va bien con el Sol brillante del Mediterráneo.

En esta película, el engaño es lo que pretende hacer de Peter Parker el improbable salvador del mundo, papel al que renuncia con gusto, para ceder su lugar a un nuevo súper héroe llamado Beck o Misterio. A partir de ahí, su viaje escolar es manipulado por la agencia de Fury para hacerle conjurar la amenaza. Viajan y son instrumentos de una pesadilla cultural escolar, donde los profesores quisieran escabullirse a toda guía. En este caso, los anteojos parlantes, regalo de Tony Stark, no hacen más fácil distinguir entre la ilusión y la realidad en este contexto, y sus coqueteos son más inútiles que sus ayudas para encontrar a los enemigos.

De ese modo, la película funde el tópico del viaje de escolares, que tiene películas memorables y otras muy olvidables, con el recorrido culto por Europa. El único superhéroe de este episodio es Parker, que sucumbe a sus problemas diarios, esta vez no económicos, sino sentimentales y emocionales. Un Spiderman querible, sufrible, y por cierto muy atractivo en su paso de muchacho a hombre. Bien golpeado, lleno de errores, y admitiéndolos. Demasiado humano para tantos poderes, demasiado lejos de aquello de “todo gran poder implica una gran responsabilidad”.

En fin, una película de súper héroes, bien lograda por Watts, pero que se inscribe también en la narrativa: la del paso de la adolescencia, con un Peter Parker/ Spiderman explotado maravillosamente por Holland, y que sugiere tesis que el horror no son los extraterrestres, sino las posibilidades de la informática y de los drones para el resto de los mortales.

 

Spider-Man: Lejos de casa (Spider-Man: Far from Home). Dirección: John Watts. Elenco: Tom Holland, Jeka Gyllehaal, Zendaya, Jacob Batalon, Samuel L. Jakcson, Marisa Tomei y Cobie Smulders. Estados Unidos, 2019, 129 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.

 

Zendaya y Tom Holland en «Spider – Man: Lejos de casa», del realizador estadounidense Jon Watts

 

 

 

 

Cristián Garay Vera

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El actor Tom Holland en Spider-Man: Far from Home (2019), del realizador estadounidense Jon Watts.