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«Star Wars: El ascenso de Skywalker»: Las claves de un nuevo comienzo

Las secuencias de batallas imposibles de suceder son inmejorables en este largometraje de ciencia ficción, pero también el bosquejo de personalidades inseguras, de un sucesor del imperio que no se sitúa bien en la contienda, y de la coherencia del «emperador» versus todos los demás.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 30.12.2019

Nada parece ir bien en esta película, el episodio IX, y quizás ese es uno de sus aciertos, tal como en la primera entrega de Star Wars. La esperanza es el único pegamento de una fuerza de resistencia grande, pero desconectada, ante un contingente imperial que se basa en la organización. “Nos hacen creer que estamos solos”, se dice en forma profética para mostrar que, aun en la desesperanza, hay paso para el éxito.

Parte con la débil secuencia del episodio anterior, donde muere el Emperador Palpatine y asume el mando del Imperio Kylo Ren (Adam Driver), el hermano de Rey. Aparentemente todo esta en calma tras el fracaso de la Primera Orden, pero desde el centro del Imperio llega un mensaje que relata que el Palpatine (Ian McDiarmid), recurriendo a las artes secretas sith, está vivo de nuevo, con un nuevo ejército, y con una mega flota, en un sistema oculto esperando atacar. Kylo pasa a ser de nuevo un segundón entre las fuerzas el lado oscuro. Los rebeldes tienen apenas 16 horas para conjurar el desafío.

Por otro lado, las cosas marchan en forma confusa, pues el Imperio tiene fuerza en muchos lugares, pero la resistencia es fuerte e inorgánica. Apenas un grupo de fieles, constituyen un poder formal de la República, sometida a su encierro en bases. Ahí está la princesa Leia Organa (Carrie Fischer), devenida en abuela de los dos hermanos cuya lucha va a definir el futuro de las galaxias. Igualmente, nos enteramos que pese a los orígenes más bien modestos, cada uno de ellos ha surgido de secretos y nacimientos ocultos, que en realidad transforman los liderazgos de sith y de los jedis en un asunto de linaje. En cada uno de los hermanos anidan dudas que les permiten adherir a su destino o desafiarlo entre los dos lados del bien y del mal. Por el contrario Palpatine tiene un solo plan, y éste es impecablemente seguido.

Si la habilidad y la suerte pesaban más en episodios anteriores, aquí son las artes ocultas y la Fuerza las que permiten a jedis y sith volver y regresar de la muerte, guiar a través de fantasmas, y decidir batallas con su aparición. Pero, de todas maneras, el liderazgo de Rey (Deisy Ridley) se vuelve más fuerte en medio de un grupo de amigos –Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega)- que deben secundarla y éstos seguir a su vez el liderazgo de Leia contra un enemigo mucho más poderoso.

Ayudados por un espía entre los generales de la fuerza imperial, deben obtener una brújula que los lleve hacia donde esta la flota y desde allí intentar un ataque en pocas horas para impedir que arriben a los sistemas estelares y los destruyan con sus cañones.

El grupo de soldados de la República tiene pocas oportunidades salvo la obstinación de su rebelión y de su causa. Se saben pocos, pero tienen la impresión que hay muchos más que los acompañaban en esta lucha, desperdigados en múltiples frentes y planetas. Solo la causa de la sobrevivencia podrá arrastrarlos a una batalla donde si pierden serán borrados del mapa por mucho, mucho tiempo.

Si hay algo bueno en esta película es precisamente la incertidumbre de la lucha, que no depende de una habilidad milagrosa del héroe o heroína principal, sino de la determinación de unir voluntades y sacrificarse. Si los pilotos, los soldados o los habitantes de un planeta son barridos en un segundo, ello no deja de constituir un ejemplo para seguir con la lucha hasta la victoria. A pesar de que algunos han subrayado el liderazgo femenino, me parece que esta es una película coral, no tanto sobre el ascenso de Rey (y la paz con sus ancestros), sino con el animo inicial de la saga de ser una lucha persistente donde la esperanza juega un rol articulador. A pesar de la multiplicad de responsables en la dirección (George Lukacs, J. J. Abrahams,  Rian Johnson, y Irving Keshner, y Richar Marquand) se percibe la marca de Lukacs y el guion de J. J. Abrams y Chris Terrio, en el espíritu menos infantil de esta entrega, y en el menos edulcorante para las muertes y destinos individuales.

Ciertamente las secuencias de batallas imposibles de suceder son inmejorables, pero también el bosquejo de personalidades inseguras, de un sucesor del imperio que no se sitúa bien en la contienda, de la coherencia del Emperador versus todos los demás. Pero donde la organización y la fuerza es el cerrojo, la espontaneidad y el amor por la libertad son la llave que destraba la puerta de un nuevo comienzo, sin la amenaza del Imperio. Ese es el tono de esta entrega final, que entrega a los muertos y resurrectos poder sobre la vida y la esperanza.

 

Star Wars. El Ascenso de Skyawalker. Director: George Lukacs, J. J. Abrahams,  Rian Johnson, y Irving Keshner, y Richar Marquand. Guión: J. J. Abrams y Chris Terrio. Elenco: Daysy Ridley, Adam Driver, Mark Hamill, Ian McDiarmid, Anthony Daniels, Carrie Fischer, Oscar Isaac, John Boyega. Estados Unidos, 2019. 142 minutos.

 

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Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Adam Driver y Daisy Ridley en Star Wars: El ascenso de Skywalker (2019).

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