«Sub Terra», de Marcelo Ferrari: Un visionado desde la Cuestión Social

Recientemente (el jueves 24 de agosto), la sala de cine Aldo Francia del Palacio Rioja de Viña del Mar exhibió la adaptación cinematográfica de la obra clásica del escritor chileno Baldomero Lillo (la cual data de 1904), y que fuera filmada por el director nacional, hace ya casi quince temporadas (2003).

Por Carlos Ravest Letelier

Publicado el 31.08.2017

La adaptación del año 2003 de Ferrari, nos recuerda el impacto que generó en su momento la Carta Encíclica “Rerum Novarum”, emanada directamente desde el sumo pontífice Leon XIII, específicamente, “Sobre la situación de los obreros”. Las ganancias producto del Salitre, despertaron en gran parte de los chilenos un espíritu de lucha enfocado hacia la justicia social y una mejora en la distribución de la riqueza. Las minas de carbón de Lota a fines del siglo XIX simbolizaron el abismo existente entre los intereses políticos e institucionales de la elite reinante, y el incipiente surgimiento de un grupo de personas organizadas, que exigen una mejora de las condiciones de trabajo, de los horarios del mismo, y el derecho a que los niños menores de cierta edad, no trabajen en condiciones inhumanas.

La Encíclica “Rerum Novarum” señalaba en su momento: “El trabajo no puede quedar sometido a la ley de la oferta y la demanda. No especularéis con el trabajo ni con el horario de los obreros”. La migración campo-ciudad en Chile, inserta dentro del contexto de los gobiernos radicales, nos señalaba que para el año 1938 la mitad de la gente todavía vivía en zonas rurales. En la calle se escuchaban lemas como: “Pan, techo y abrigo”, y “Gobernar es educar”. El historiador Armando de Ramón, por su parte, postulaba que la incorporación de las provincias salitreras al territorio nacional, luego de la Guerra del Pacífico, habría marcado el fin respecto del proyecto de expansión de la oligarquía chilena decimonónica. Para De Ramón la Guerra Civil de 1891 marcó una crisis terminal del Estado Portaliano, enfatizando que la elite nacional nunca concretó una política estructurada de carácter social, que fuera capaz de darle soluciones a los problemas que aquejaban al país en esos momentos (miseria, pobreza).

Algo parecido planteó Jorge Ahumada en su inoxidable obra: “En vez de la miseria”, donde el autor exponía que para poder afrontar las realidades de la miseria y de la pobreza como era debido, se requería más que una gestión económica, las cualidades de una gestión política de excelencia.

En esto, desde mi óptica, es menester señalar la ruta seguida por el ex Presidente José Manuel Balmaceda. Este último, como ministro del gobierno de Domingo Santa María fue enfático en señalar la importancia de avanzar en las denominadas “Leyes Laicas”: cementerios seculares, matrimonio civil, registro nacional de identificación. Aquello, con el fin de poder trascender el espíritu de “fronda” reinante en la aristocracia chilena del XIX, en un proyecto que fue aprobado, y posteriormente bloqueado por la “Unión Católica” y por el rol cuestionable del arzobispo Casanova, al respecto.

Posteriormente Balmaceda, y ya como Presidente de la República, intentó impulsar idearios relacionados con la gestación de obras públicas, vinculados directamente con las ganancias que dejaba el Salitre, siendo nuevamente bloqueado por la clase social dominante en esa época.

De esta manera, podemos constatar como en la historia política de Chile, cambios de carácter cualitativo han sido constantemente saboteados, con el propósito de mantener ciertos formas de privilegios y redes de poder influyentes a nivel local.

Quizás, bajo ese punto de vista, el perfil del protagonista del largometraje «Sub Terra» (2003) -inspirado a su vez en la obra literaria homónima de Baldomero Lillo-, nos recuerda el sentido que poseé para los Estoicos “la suspensión del juicio”, abrazar el destino con todas las adversidades y aciertos que involucre. Entender que las cosas, más allá de lo bueno y de lo malo, pueden ser “indiferentes” a las valoraciones personales. El rol estelar de la película (llamado Fernando Gutiérrez, e interpretado por el actor Francisco Reyes), en ese sentido, parece entregarse en cuerpo y alma al galope del destino, como lo describiera elocuentemente Vicente Huidobro al final de su adaptación, de su hazaña particular, en torno al Mio Cid Campeador.

 

León XIII. (1999). Rerum Novarum, sobre la cuestión obrera. Ediciones Paulinas.

De Ramón, A. (2003). Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000). Santiago, Catalonia Limitada.

Ahumada, J. (1958). En vez de la miseria. Editorial del Pacifico.

 

Tráiler: