Vivir en varios mundos a la vez: ¿Cómo funciona el acceso a la cultura?

Las distintas formas de participación política en los bienes culturales son abordadas en este ensayo donde además la autora esboza una definición del concepto involucrado, al remarcar su esencia híbrida en tanto valor simbólico de uso masivo, y de prestigio social y económico en plena era de la globalización anónima y posmoderna.

Por Yanina Giglio

Publicado el 9.11.2018

El escritor, profesor, antropólogo y crítico cultural argentino, Néstor García Canclini llega a una definición operativa e híbrida de cultura que: “abarca el conjunto de los procesos sociales de significación” o más detalladamente, “el conjunto de procesos sociales de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social”. De esta manera, rompe con paradigmas anteriores donde el concepto de cultura estaba relacionado solamente con la educación, la ilustración, las obras de arte, los libros y otros objetos cargados de simbolismos por los grupos de poder dominantes.

A partir de un enfoque posmarxista presenta las nociones de valor de uso, de cambio, valor signo y valor simbólico para describir el entramado socioeconómico de la cultura. Los dos primeros valores tienen que ver con la producción de bienes en la base material, y los últimos dos se refieren a los procesos de significación, de relaciones de producción, flujos de sentido en lo cultural, más ligados a la superestructura donde se organiza la vida social; o mejor dicho atravesando ambos niveles del esquema. Se acerca entonces a la concepción antropológica pero también a una visión semiótica, donde “el medio es también el mensaje”.

Al concebirla como procesos de significación que comunican, se entiende por cultura a las producciones sociales de sentido, cuyas identidades se van transformando a lo largo de la historia de acuerdo a movimientos de aceptación y de rechazo, de asimilación y de cambio y desplazamiento constantes en los sistemas socioculturales. Culturas híbridas.

Asimismo, García Canclini en su libro Estrategias para entrar y salir de la Modernidad desarrolla el concepto de sincretismo en la cultura a través del proceso de globalización, donde un modelo cultural dominante (occidental, estadounidense) penetra en la vida cotidiana de diversas sociedades, desplazando a la cultura nativa o regional y fusionándolas. Por medio de la industria del turismo, las migraciones de masas, de la comunicación y tecnologías de la información, y de Internet, el mundo se ha ido estandarizando, homogeneizando en cuanto a producción y consumos multiculturales.

Toma como ejemplo más representativo de fusión, de simbiosis cultural, lo que ocurre en la gastronomía, donde se han internacionalizado los consumos, ya que gracias a la comercialización de materias primas por todo el globo, en cualquier remoto supermercado pueden conseguirse tanto una Coca-Cola como una papaya. Además describe cómo se combinan los sabores en la cocina al punto de “vivir no en uno sino en varios mundos a la vez”: en Estados Unidos tiene tanto peso la comida mexicana (Tex-Mex) o en Gran Bretaña la comida hindú que se las han adaptado de acuerdo a los gustos de cada población en particular. Lo mismo ocurre con la música, los programas de televisión, la vestimenta, el lenguaje, la educación, la arquitectura, el cine, etcétera.

Por su parte el historiador británico Eric Hobsbawm en su libro Un tiempo de rupturas, dirá que la cultura (en este caso más específicamente las artes y las humanidades), junto con la política y el mercado, interactúan de acuerdo a los intereses de los políticos y de los empresarios a los cuales les beneficie socioeconómicamente o no su financiación. Siempre se genera cierto prestigio social con las donaciones a museos o teatros, con la producción de festivales y entregas de premios; y en lo que respecta a esta área de la cultura, el patrocinio privado y las subvenciones estatales son las únicas vías para su desarrollo. En cuanto al mercado dirá: “la única cultura interesante es el producto o servicio que genera dinero”, por lo tanto la clave está en cómo comunicar para vender más. Si en parte, quienes ponen las reglas del mercado son los dueños de las grandes corporaciones de medios de comunicación, el negocio de la cultura les resulta redondo.

Las distintas formas políticas de participación en la cultura

-Mecenazgo liberal: Sus orígenes se remontan a la época de los papados y de las monarquías, aunque fue la burguesía (en su afán de encumbramiento social) quien desarrolla de forma “más libre” la subvención de la alta cultura. Sus agentes principales son las fundaciones industriales y las empresas privadas.

-Tradicionalismo patrimonialista: Sus agentes son en general Estados autoritarios, partidos de derecha, la Iglesia, y familias aristocráticas y patricias, que buscan exacerbar la noción del ser nacional y de las tradiciones para que el resto de las clases sociales se identifiquen con los valores que ellos quieren perpetrar, disimulando la explotación y las matanzas con que obtuvieron sus privilegios. Como una ironía con su propia identidad confrontan: el folclor nacional versus lo foráneo, lo imperialista.

-Estatismo populista: Estados proteccionistas, con una figura mítica a la cabeza, que aúna las distintas partes de la sociedad y que promueve actividades culturales para cohesionar al pueblo y a la burguesía contra la oligarquía. Distribuyen los bienes culturales de la aristocracia y reivindican la cultura popular bajo el control del Estado.

Privatización neoconservadora: Sus agentes principales son empresas privadas nacionales y transnacionales, y sectores tecnocráticos de los Estados. A través de una política monetarista las actividades culturales públicas son transferidas a la esfera privada. Se busca reorganizar el consumo de bienes culturales de acuerdo a las reglas del mercado. Reducción del gasto público en lo social, en la educación, en las investigaciones. Supresión de la autonomía del campo simbólico. Surgimiento de nuevas tecnologías, como la TV.

Democratización cultural: Su hipótesis se sustenta en que una mejor difusión de la alta cultura por parte del Estado y de las instituciones culturales achicará la brecha de acceso a los bienes simbólicos. Proclama una mayor distribución, igualdad de oportunidades, interesar a más público pero con bienes culturales que representan a la élites hegemónicas.

Democracia participativa: A diferencia de las políticas anteriormente descritas, esta sí defiende y propicia la coexistencia y la diversidad de las culturas dentro de un mismo territorio. Sus agentes principales son grupos de movimientos populares independientes y partidos progresistas y de izquierda que buscan fomentar la creatividad colectiva en todos los grupos sociales de acuerdo a sus necesidades y a sus coyunturas, a través de las cooperativas y de la autogestión.

 

Yanina Giglio nació en Buenos Aires, Argentina, en 1984. Lectora serial que escribe, investiga, experimenta y vuelve a empezar. Incansable. Apasionada por el desarrollo de procesos creativos.

Ha realizado estudios en Ciencias de la Comunicación Social en UBA. Es miembro fundador de Odelia editora. Coordina talleres de lectura y escritura creativas. Actualmente estudia Artes de la Escritura en UNA y el posgrado “Escrituras: Creatividad Humana y Comunicación” en FLACSO.

Publicó: Abrapalabra: licencia para hablar (Entrelíneas UBA, 2014),  La Do Te (Editorial Alción, 2015), Recuperemos la imaginación para cambiar la historia -Antología- (Proyecto NUM-Editorial Mansalva, 2017) y Liberoamericanas. 80 poetas contemporáneas -Antología- (Editorial Liberoamérica, 2018).

 

Yanina Giglio

 

El cientista social argentino Néstor García Canclini (1939)

 

 

Imagen destacada: El historiador inglés Eric Hobsbawm (1917-2012).