La minuciosa capacidad de observación del autor húngaro Frigyes Karinthy lega a la medicina infinidad de detalles sobre el modo en el cual la enfermedad transforma y modela al ser humano y su destino ante el mayor reto que debe afrontar en su vida: su final.
Por Luis Miguel Iruela
Publicado el 24.10.2025
En mi periodo de formación, había una revista llamada Simposia Ciba que compilaba tanto artículos científicos como literarios y artísticos.
Allí tuve la experiencia de conocer un libro excepcional, Viaje alrededor de mi cráneo, escrito por el periodista, poeta, dramaturgo y ensayista húngaro Frigyes Karinthy (1887 – 1938), más conocido por ser el autor de la «teoría de los seis grados de separación», según la cual toda persona en el mundo está conectada con otra a la que no conoce por seis humanos distintos entre sí, que forman una cadena de enlace.
El libro conforma la crónica de una enfermedad relatada con la óptica del paciente desde los síntomas iniciales hasta el largo proceso de un tratamiento neuroquirúrgico. Sucedió que al protagonista le fue descubierto un glioma subcerebeloso por el que fue operado con éxito por el famoso cirujano sueco Olivecrona, discípulo de Cushing, en los albores de las intervenciones cerebrales.
La relación de los hechos se cuenta con una gran precisión y abundancia de datos objetivos e íntimos de modo que debieran dedicarse al libro seminarios en las facultades de medicina de todo el mundo.
En especial cuando nos encontramos viviendo un gran desarrollo expansivo de la biomedicina y hemos, quizá, minusvalorado el mundo interior del enfermo o le hemos dedicado muchas películas lacrimosas y almibaradas que nada aportan al conocimiento de un aspecto capital de la vida humana, tan relacionado con el dolor, la invalidez y la muerte.
Como señalara Viktor Von Weizsäcker, cada persona debe preocuparse por entender lo que una afección significa en su biografía. O por mejor decirlo, qué le está diciendo de él mismo su enfermedad.
El dolor de cada instante
El libro comienza con la instalación sutil de los primeros síntomas que se presentan insidiosamente con constancia. El escritor describe la presentación de acúfenos en forma de ruidos ferroviarios y la aparición de crisis de vértigo con visiones de un suelo ondulante.
Como suele ser habitual en estos casos de daño cerebral, el paciente contempla los fenómenos con una relativa pasividad, sin el miedo y la angustia que asaltan en otros padecimientos como el infarto de miocardio o el cólico renal.
Describe también las reacciones de los familiares, como su esposa, neuróloga de profesión que le regaña por desplazarse arrastrando los pies. Un detalle que muestra que nunca vemos la enfermedad en los más cercanos a nosotros a pesar de la experiencia profesional.
Esta clase de manifestaciones está expresada en mi poemario A flor de agua, dedicado a poetizar la vivencia de la enfermedad. Una muestra de ello es el poema «Inadvertida»:
Inadvertida
Llega la enfermedad
Por una causa que hiere
Y luego se desvanece
Como un cuchillo de hielo.
Y en el tejido nocturno,
El dolor de cada instante
Mira la salvación
Como un final deseado
Que estuviera ya al alcance.
Un efecto que asimismo recoge es la renombrada «técnica del avestruz», es decir, la negación de la realidad patológica. El paciente rechaza la evidencia y la sospecha de que algo serio está ocurriendo en el cuerpo, y continúa su vida cotidiana como si nada amenazara su buena salud.
Se trata de uno de los principales mecanismos de defensa del yo que Anna Freud descubriera. En la consciencia de la persona opera una disociación, un clivaje que deja fuera de ella todo lo que el enfermo no puede o no está dispuesto a enfrentar.
No obstante, la actitud defensiva preferida por Karhinty es el por él llamado «narcótico del humor», la utilización de la ironía y aun del sarcasmo para aligerar la tragedia y distanciarse así de la preocupación y la angustia que le generan la soledad y la minusvalía.
Actitud que muestra su eficacia en situaciones de gravedad como el desencadenamiento de un edema de papila producido por el aplastamiento del nervio óptico y la retina debido a la hipertensión intracraneal generada por el tumor con el resultado de una ceguera progresiva. Pero llega un momento en que el quitar hierro a la cosa no es suficiente para alcanzar una tranquilidad de espíritu.
Este punto de profundo dramatismo (el fracaso de la sonrisa y la broma) queda reflejado en el siguiente poema, «Espíritu de humor»:
La luz de la muerte
En un caso clínico
Eleva el pronóstico
A la evidencia
Y hunde una vida
En su noche inorgánica.
La materia solo habla
Con la verdad
De la materia
Y apaga cualquier
Resistencia que un
Espíritu de humor
Quisiera permitirse.
El empeño en luchar por seguir vivo
El aspecto más emocionante del libro lo constituye todo el proceso del viaje a Estocolmo para confirmar el diagnóstico y ser operado por Olivecrona. Intervención que se realizó con el paciente consciente y sin anestesia, dado que el cerebro no duele al carecer de terminaciones nerviosas.
Con todo, el relato de toda la operación en plena vigilia hecho por Karinthy representa uno de los documentos más interesantes de la memorialística reunida por pacientes sobre su enfermedad. El valor, la paciencia, la capacidad de sufrimiento y el empeño en luchar por seguir vivo enseñan todos ellos, con hondura, la condición y naturaleza del ser humano, y despiertan en el lector un movimiento de empatía. Es la cara íntima de la medicina cercana a la muerte.
De igual modo emocionante es la búsqueda de un refugio dentro de la soledad del hospital, una especie de madriguera para retirarse en la intimidad, para recogerse en la profundidad de los propios pensamientos. Y lo encuentra en la cama de su habitación donde se acurruca como un animalito desvalido en su hogar para huir del terror de la noche y esperar la salida del sol.
La relación médico-paciente ocupa unos pasajes importantes de la obra. El esfuerzo por ganarse la estima y la admiración del cirujano para satisfacer su averiado ego, pero también movido por el miedo interno en la situación preoperatoria y desear la protección de un padre omnipotente que transmita seguridad.
También se aprecia aquí el enfoque sereno de Olivecrona limitando los acercamientos afectivos y preservando una actitud firme y técnica impecable para abordar un problema quirúrgico de extrema dificultad en el momento histórico en que tuvo lugar.
La intervención fue un éxito y Frigyes Karinthy pudo volver a Budapest y reanudar su vida literaria con normalidad. Dos años más tarde, falleció a consecuencia de un ictus en forma de derrame cerebral.
El documento médico que supone el libro es extraordinario. La minuciosa capacidad de observación de su autor lega a la medicina infinidad de detalles sobre el modo como la enfermedad transforma y modela al ser humano y su destino ante el mayor reto que debe afrontar en su vida: su final.
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Luis Miguel Iruela es un poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

«Viaje alrededor de mi cráneo» (2017)

Luis Miguel Iruela
Imagen destacada: Frigyes Karinthy.
