[Ensayo] «Amor delirante»: Una nueva percepción del tiempo

En esta nueva obra literaria del escritor chileno Aníbal Ricci, la imposibilidad de los vínculos emocionales puros queda en evidencia porque la contaminación —cuando no viene de las sustancias químicas, del alcohol y del insomnio que altera las percepciones—, proviene desde los sentimientos más humanos, los cuales se encuentran nutridos por sensaciones dolorosas como los celos, las proyecciones, las idealizaciones y las expectativas que se cristalizan ante la noción de una pareja.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 16.11.2025

En esta última entrega de Aníbal Ricci (Santiago, 1968) tenemos a un «yo» que se dirige a un «tú», un otro: ella. Es un yo que intenta burlar el vacío, el vértigo, el terror y el pánico, buscando a otro, consciente, apesadumbrado y arrepentido por lo que reconoce como «malas decisiones».

Con todo, el deseo, la ansiada salida, que se ve como salvación, es aquella «compañera de viaje» con la que sueña. Como reconoce: «Eres la mujer que ha visto algo en mí que vale la pena. Me da un miedo enorme no ser el adecuado».

Estos sueños siempre son engañosos para la voz que lucha por salir de su ensimismamiento, del cual es víctima. Él articula su deseo: «Quiero ser tu problema», a pesar de que al instante, admite: «Ninguna persona debiera poseer a otra, aunque en la práctica todos alguna vez hemos entendido el amor en términos de propiedad».

Así se va avistando el «amor», que será el «concepto» recurrente del volumen: «Yo no quiero placer, tú me das amor. Es pasado, presente y futuro, una nueva percepción del tiempo, mucho más comprensiva. El amor contiene todas las decisiones, las hace lúcidas».

Estas confesiones iniciales, antes de los poemas mismos, culminan con una apuesta al beneficio, a la beneficencia, a la felicidad acariciada como una de las aristas del amor, ese concepto tan elusivo que hasta el mismo Jung (que será un referente más adelante) renunció a intentar definirlo.

«Dolor embriagante», el primer poema del índice, se presenta como un yo que es un libro abierto; como un texto en curso, susceptible de ser explorado y que ofrece la versión autoficcional donde sale a flote la genealogía, eventualmente de ambos constituyentes de la ponderosa pareja. Gradualmente se afianza este entrelazamiento de voces para solventar un diálogo simbiótico que las voces identifican como «amor».

En “Carretera de una sola vía» se anuncia la llegada de los fármacos o, más bien, su omnipresencia ineludible en nuestras vidas contemporáneas, tal como en las obras anteriores de Aníbal.

Fármacos legales conviven con drogas furtivas y subalternas y, todos, ayudan a lidiar con la realidad en la que se trasluce el caos doméstico en su tono híper cotidiano que nos lleva a rememorar el recuerdo traumático de la pandemia, en una búsqueda por sanar o, por lo menos, amortiguar el dolor que significa habitar en esta sociedad.

La asistencia viene en forma de terapias, oficiales y alternativas, y pretenden cubrir un espectro de ofertas, desde la conciencia que permite identificar el cuarto chakra que se atribuye al dolor del alma, pasando por la ilegalidad de la cocaína que frustra el suicidio, hasta los fármacos actuales que tientan el sufrimiento de los «desequilibrios químicos».

Cualquier ingestión es bienvenida en esta carretera de una sola vía, con tal de sentir que «la vida es un privilegio».

 

Las precariedades vocalizadas por los cuerpos

La angustia existencial debe ser controlada o mantenida a raya con el hallazgo del amor, el cual, por su fabulosa capacidad de mimetizarse con la mascarada, y por su cualidad multifacética, elusiva, incorpórea e indescriptible, resulta en un engaño tras otro y oportunistamente se acomoda al apetito caprichoso que se padece en el momento.

Así, en varias de sus facetas, el amor adopta la máscara del consumo, del anestésico, del receptáculo que devuelve la propia imagen o la propia expectativa. El amor es recurrentemente un combo de proyecciones surgidas de las precariedades vocalizadas por los cuerpos en un continuo proceso de dilapidación.

Luego, «Amor incondicional» nos muestra uno de los caminos que la sociedad ofrece para determinado segmento: «Utilizar la maternidad para creerte realizada sobre otra mujer me parece despreciable». Aquí los hijos propios aparecen como valioso capital que permite a una mujer en particular competir con el propósito de elevarse por sobre otras en la jerarquía social: «La sociedad dice que hay que casarse, tener una casa y tener hijos».

El rol de la mujer se ve, de modo original en la obra de Aníbal, como un reclamo necesario. La voz ha tomado contacto real con la posición desventajosa. La mujer es la que paga los platos rotos, la que trabaja sin remuneración, porque cuidar a los hijos no se considera trabajo.

Así, en el debate se cuestionan la maternidad, el matrimonio, la adopción, y la forma en que a las mujeres se las hace competir no solo con hombres, sino que con sus iguales, muchas de las cuales hacen uso de la sororidad como propaganda sociológica.

Estos intercambios van facilitando una apertura entre dos seres que viven el presente de modo fascinante y, para eso, contrastan el ingrato pasado como experiencia que ayudará idealmente a valorar lo nuevo, ingenuamente proyectando un idilio que, como todo, habrá de finalizar.

«Tú eres un libro abierto, es fácil tener estos espacios de confianza», leemos en «Amor incondicional». En este diálogo se trasluce la educación, el adoctrinamiento de cada cual, y las proyecciones que perpetúan la ansiedad por el futuro, el sentido de responsabilidad y la evaluación de decisiones tomadas.

Bajo ese prisma, el amor aquí es equivalente al tiempo presente, al momento fugaz que bloquea la proyección. El amor es la ilusión compartida del instante, una coincidencia única e imposible de repetir. La escritura post-amor ya es falsa, porque el amor se ha esfumado y es imposible de plasmar.

En «El tiempo podría estar de nuestro lado» se confiesa que: «el problema de desnudarme con la escritura es que me ves como un libro abierto», y, forzado a considerar los costos, la voz revela: «me refiero a las cosas que debemos dejar para estar juntos».

Hay respuesta o por lo menos placebos en las sustancias: «El otro día bebí seis vodkas al hilo porque necesito saber cuán enamorado estoy». El consumo, el consumismo, es la rúbrica evaluativa que permite medir el amor, su nivel y profundidad.

«Me da terror no hacerte feliz», leemos. Y, más adelante: «Yo sé que te voy a sorprender, no soy sólo un atado de problemas». El amor es visto como crédito: la sorpresa que vendrá justifica la inversión y la agonía que se experimenta y que se deberá enfrentar. Habrá una recompensa, o por lo menos una indemnización, por tolerar.

Lejos de ser incondicional, aquí el amor es trabajo, esfuerzo, hay que ganarse el cariño. El «Quiero ser tu problema» se asocia a una entrega, a la disposición para caer en esas manos, con el miedo que la voz reconoce de que la amada se dé cuenta de que él es «un cacho».

 

En la búsqueda de crecimiento personal

En nuestro intercambio urbano, la aplicación de Uber abre la posibilidad de observar a otras personas, con otros dramas y sensibilidades.

Así, el diálogo se torna místico e indaga en las energías e inclinaciones espirituales que se detectan en las pasarelas urbanas donde se transita de un lugar a otro, de una locación a otra, y el trayecto sobre ruedas adopta la forma de una terapia peripatética, una alternativa paliativa que acusa la precariedad médica para los dañados mentalmente que carecen de asistencia oficial, y promueve la comunicación y la compasión entre sujetos desconocidos.

En «Inconsciente colectivo» se amplía esta búsqueda de conexión, así como en «Cada instante infinito»: «Tus libros hacen un gran aporte a la conversación, creo que de alguna manera te inmolaste en la búsqueda de crecimiento personal».

Hay una apertura que tiende hacia una conciencia más amplia: «Por eso que estoy estudiando el conocimiento colectivo, el conocimiento personal no me está alcanzando para llegar a ese plano». Y hay una lucha clara que se manifiesta aquí: «Debe haber algo que no sé y por eso no avanzo, me boicoteo en el plano físico con el alcohol, el cigarro y las escasas horas de descanso»

En «Furia» vemos un vuelco, la necesidad masculina por asegurar su posesión amorosa sufre una inversión al arrojar a la amada al vacío de la duda y al pozo del desengaño y la confusión: «Qué difícil saber cuándo es mentira o cuándo es verdad, mejor no me arriesgo».

O: «No eres honesto contigo. / Por eso no puedes serlo conmigo». Y, en un acto de reconocimiento, quizá humildad, quizá treta, quizá renuncia, la voz masculina vocaliza su dificultad, la de «conocer a la mujer de tu vida» y expone, con «honestidad brutal», su verdad.

Como reconoce en «De aquí a la eternidad»: «Eres muy evolucionada para mí». Pero, prontamente, se queja de ser incomprendido, de ser injustamente valorado, y culpa a la falta de alcohol por la deshonestidad: Just didn’t drink enough to say you love me, son las últimas palabras del volumen.

La imposibilidad del amor puro queda en evidencia, porque la contaminación, cuando no viene de las sustancias químicas, del alcohol y el insomnio que altera las percepciones, viene de los sentimientos más humanos; nutridos por emociones dolorosas como los celos, las proyecciones, las idealizaciones y expectativas que se cristalizan ante la noción de pareja.

¿Qué queda? La sublimación en el arte, el séptimo arte y la creación literaria, y en aquellos fugaces momentos que sugieren felicidad y un predicamento humano extenso y muy primitivo; ese inconsciente colectivo que todos componemos y al que, según Jung, quien cumplió 150 años este año, contribuimos con nuestro mero paso atento, consciente, por esta tierra.

 

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión, Corral y La casa de las arañas, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en las revistas The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Aníbal Ricci Anduaga.