«Tanto silencio»: El olvido está lleno de memoria

Este montaje exhibe la confrontación de dos huérfanos frente a la imagen de sus padres, una queriendo recordar, el otro deseando la amnesia para seguir en un mundo funcional del engaño: la vida fácil, el sistema de auto ayuda irreflexivo.

Por Faiz Mashini

Publicado el 24.11.2017

¿Cuántas caras tiene la memoria? En Chile se ha hecho fundamental hablar de la reconstrucción del pasado justamente por el intento de “trepanación craneana”, de una amnesia que, a partir de métodos para generar miedo en su primera instancia, pero que actualmente se lleva a cabo por el olvido voluntario con el fin de avanzar sin construir identidad, sin retomar nuestra esencia de pueblo, sino que con el afán de crecer como país en un sentido económico, donde la política se cuaja en función de esta lógica, y el rol del teatro vuelve a adquirir su cualidad de espejo al enfrentar a la audiencia con la verdad. Esta obra muestra la confrontación de dos huérfanos frente a la imagen de sus padres, una queriendo recordar, el otro deseando olvidar para seguir en un mundo funcional del engaño: la vida fácil, el sistema de auto ayuda irreflexivo.  

La memoria, de la que se entiende tanto su fragilidad, su tergiversación, los diferentes puntos de vista o la subjetividad frente a los hechos, se plantea en esta discusión de dos hermanos, un hombre y una mujer, frente al hecho puntual de sus padres fallecidos, involucrados en la dictadura cívico-militar. Aquí no hablamos de hijos de detenidos desaparecidos, ni de ex-presos políticos, ni de exiliados o de torturados: hablamos de hijos de civiles cómplices en los actos deleznables de la dictadura y los atentados en contra de los DD. HH.

El pensamiento crítico es encarnado por la hija que hace arqueología de los padres, reconstruyendo su historia a partir de la recopilación de documentos que son, para ella, recuerdos de familia. En la película documental “El color del camaleón”, de Andrés Lübbert, se muestra esta misma búsqueda de un hijo que se hace acompañar de su padre en esta odisea personal que es a su vez colectiva y patriota. Si hay algo en común con dicho referente es que, más importante que soportar la vida, es entenderse y escarbar en las razones por las que estamos acá, sumergirse en la verdad, aunque sea insoportable aceptarla.

La figura de los padres ausentes expresado en el vacío de un departamento habitado por una hija que se revuelca examinando cartas y fotos de un pasado determinante. Sin embargo, pareciera no haber juicio, a pasar de que se considere inmoral, la búsqueda no es castigar la memoria de los padres, sino comprenderla.

El departamento heredado por los padres puede ser vendido para una nueva vida; y el bien inmueble representa el patrimonio desechable: compleja reflexión de lo que es para la noción del chileno “lo patrimonial”. El Sename funcionando en un espacio que fue el centro de tortura 3 y 4 Álamos, o el Cuartel Borgoño, que amenaza con ser demolido. Dos lugares de tortura sin valor histórico, desfachatez de un Estado irresponsable que se olvida con el mismo fin útil que el personaje varón plantea su hogar y su espacio como un bien material sin carga histórica.

El hijo es un ciego voluntario que no quiere ver la responsabilidad de los padres en el proceso histórico, un sujeto convencional que se deja llevar por lo que aparenta ser correcto, y con esta obediencia ciega, expresa su descontento con los hallazgos de la hermana. El vestuario es reflejo de su perfil, de su comportamiento, de su orden, de su carácter.

Una mesa tipo escritorio abarca el centro del escenario, lo ocupa. Predominan en escena los colores ocres de la madera, pero cuidadosamente, sobre ella, se posicionan pequeños objetos de la gama de los celestes que van marcando acentos sobre la mesa y en los cojines de las sillas. Él viste de un verde musgo, y ella, en contraste, utiliza colores rojos encendidos. Siendo vestuario realista, también se busca la oposición.

La iluminación también es realista. Un foco central extiende la luz generalizada, pero a ratos, por necesidad del relato, utiliza una iluminación que extraña por un uso más teatral, cenitales en segundo plano generan diálogos y acciones paralelas en otro sector del proscenio. O la luz saliendo de la mesa que se abre para enseñar como si fuera un insectario, este muestrario de fotografías.

Esta es una obra realista, pero de carga simbólica aguda. Se lleva a cabo en el Teatro de la Aurora, otorgándole el tono íntimo necesario para acercarse a los personajes. Importante de ver por el contenido profundo y el punto de vista con que se adentra en la memoria.

 

El hijo es un ciego que no desea ver la responsabilidad de los padres en el proceso histórico, un sujeto convencional que se deja llevar por lo que aparenta corrección, y con esta obediencia ciega, expresa su descontento con los hallazgos de la hermana

 

Ficha técnica:

Dramaturgia: María José Neira
Dirección: Adolfo Albornoz
Actuación: Gabriel Pérez y Yesenia Pérez
Música: Jaime Espinoza
Diseño escénico integral: Juan Soto
Fotografía, gráfica y video: Cristian Sottolichio
Técnico de iluminación y sonido: Matías León

Sala: Teatro de la Aurora
Dirección: Avenida Italia Nº 1133, Barrio Italia, Providencia, Santiago
Temporada: Del 3 al 26 de noviembre de 2017

Funciones: viernes, sábado y domingo, 20:00 horas
Valor de las entradas: $6000 general; $4000 estudiante

Crédito de las fotografías: Teatro de la Aurora