En la más reciente publicación del prolífico escritor barcelonés Enrique Vila-Matas, se rinde homenaje a toda una «tradición» literaria con la ingeniosa idea de una pauta intempestiva que le ayudará a su personaje principal con un proyecto para su singular existencia.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 19.5.2025
Enrique Vila-Matas (1948) ofrece otro ingenioso, entretenido y extravagante palimpsesto literario por boca de un replicante que llega a ser entrañable, muy único, a pesar de su (supuesto) origen seriado.
Canon de cámara oscura (Seix Barral, 2025) es la más reciente publicación del prolífico escritor barcelonés, y en ella rinde homenaje a toda una «tradición» literaria con la ingeniosa idea de un «canon intempestivo» que le ayudará a Vidal Escabia con un proyecto para su peculiar vida:
«Ya eres, de hecho, un desplazado. ¿Por qué no probar a desplazarte todavía más?», le indica su admirado amigo y maestro de escritura, el híper literario Altobelli, quien le lega su biblioteca al morir, para que Vidal pueda prolongar su obra, su «complejo mundo de fracasista».
A continuación viene un torrente de referencias literarias de lo más diversas: autores consagrados, otros más periféricos, pues esa es precisamente la idea: eludir la noción de canon para reivindicar una selección alternativa, subjetiva, legítimamente caprichosa (de las docenas de nombres, solo unas tres o cuatro son mujeres, por ejemplo), teniendo en cuenta que toda selección es arbitraria, especialmente si proviene de un sujeto poshumano:
«Retengo bastante del androide de última tecnología, del replicante al servicio de Altobelli, escritor propenso a experimentar con todo lo nuevo, lo que le llevó a ser un pionero en la contratación de un secretario artificial para su escritura».
Sincronías con James Joyce
Esta es una locura en el sentido más lúdico y, a medida que los libros van haciendo su ingreso en el canon, esos mismos textos, y sus autores, comienzan a interferir y a dialogar con el acontecer de Vidal, incluso en la confección escritural misma, como cuando incorpora la idea de «pausa», sugerida por Beckett. Este es un juego serio pero divertido en su genialidad, cómico y tragicómico.
Con todo, aquí se juega con las expectativas del lector y con los límites que determinan la realidad de la ficción. En sus confesiones, Vidal precisa esta anomalía que se asocia al autismo, a lo alienígena, a la vez que intenta lidiar con los agobios más mundanos, como el apoyo que debe brindarle a su hija, Ryo, casada con un «boludo» y en proceso de divorcio y retorno a la casa paterna (en cuya pieza se instala la biblioteca para el canon).
Asimismo, Vidal carga con un duelo difícil. La madre de Ryo, Aiko, ha muerto, producto del suicidio. Vidal escribe: «Aiko se lanzó al vacío. Podría haber actuado como un ser humano y frenar su pulsión suicida, pero me dejé guiar por la idea fría, muy fría, de respetar su libertad de elegir entre la vida y la muerte».
De esta forma, lo que leemos es una oda al arte en general, salpicado por introspecciones y por percepciones del carácter humano, de su psicología, siempre aglutinado por la médula literaria, que se ve como una tabla de salvación sin igual, pero que peligra en este mundo crecientemente embrutecido y alienado.
La ironía se transparenta: «No sé, pero si a veces recurro a las citas y a las obsesiones de tantos grandes autores es buscando la posibilidad, de que la gran literatura no acabe en nada, no acabe tan pronto como parece que tantos vienen presagiando». Una fusión de dimensiones muy borgeana que, admite Vidal, está: «moldeando la trama de mi vida». En este canon desplazado, agrega: «voy encontrando mi vida en esos fragmentos, y viceversa».
Por último, una interesante sincronía ha ocurrido con el relato de James Joyce, «Los muertos», cuya influencia vemos en recientes novelas. En la de Vila-Matas, en la de Sigrid Núnez (recreada en la película de Almodóvar, La habitación de al lado) y en Thomas Helder, de Muriel Barbery, donde actúa de intertexto por mano de su protagonista.

Un fotograma de «The Dead» (1987), el filme del realizador John Huston basado en el relato homónimo de James Joyce
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en las revistas The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

«Canon de cámara oscura» (2025)

Nicolás Poblete Pardo
Imagen destacada: Enrique Vila-Matas.