[Crítica] «Sirât»: Una atmósfera inmersiva en el Sahara

La obra audiovisual del realizador español de origen francés Oliver Laxe es un largometraje de ficción innovador en muchos aspectos, ya que no sigue una narrativa convencional, centrándose en la experiencia sensorial del espectador, con una puesta en escena y banda sonora de diez puntos.

Por Giorgio Kazdikian

Publicado el 26.6.2025

El pasado mes de mayo tuvo lugar la edición número 78 del Festival de Cannes, siendo una de las mayores sorpresas Sirât, la nueva película del director español nacido en Francia, Oliver Laxe (1982), galardonada con el importante Premio del Jurado en el certamen.

Seguimos a Luís (Sergi López), un hombre que, junto a su hijo, llega a una rave (fiesta) en la profundidad de las montañas del sur de Marruecos. Ambos están en busca de Mar, hija y hermana respectivamente, quien lleva meses desaparecida.

Nos encontramos con una cinta que se siente diferente, no solo en lo que concierne a la narrativa poco convencional, sino, sin duda, por su magnífica puesta en escena. El metraje se ambienta en el desierto del Sáhara. Una ubicación aprovechada al máximo con el fin de explotar la estética buscada, lo que contribuye a la creación de imágenes potentes en lo visual, siendo este uno de los mayores fuertes de la cinta.

Durante toda la obra persiste un sentimiento en concreto: el desconcierto, reforzado a través de la espléndida fotografía de la mano de Mauro Herce, colaborador habitual de Laxe. Se logra una atmósfera inmersiva en la inmensidad del Sáhara, contrastada con las asfixiantes multitudes de las fiestas. La película es pausada y contemplativa, pero también salvaje y frenética cuando así lo requiere.

Otro elemento clave es la música, compuesta por el francés David Letellier, conocido como Kangding Ray, la cual tiene un gran peso en la propuesta estilística de la cinta, con una banda sonora experimental que se complementa con el silencio del desierto.

Hablamos de un filme que se toma su tiempo para presentar a los personajes y las locaciones. Laxe da inicio a la película con un deleite sensorial dentro de una de las raves. Y no es hasta pasados los primeros veinte minutos que se nos presenta al protagonista y se da inicio a la trama.

 

Una visión hedonista de la vida

Esta primera mitad de la obra sigue una estructura simple y más o menos lineal, fácil de seguir, junto con unos personajes que llegan a sentirse muy cercanos al espectador. A excepción del protagonista (interpretado maravillosamente por Sergi López) y su hijo, el resto de los personajes se encuentras encarnados por personas ajenas al medio artístico.

A pesar de esto, no dejan de ser actuaciones formidables, que transmiten una vitalidad notable. Aunque sobre el papel sean personajes sencillos, comparten frases y momentos memorables.

Dentro de la película hay muchos sinsentidos o planteamientos que, en nuestra realidad, no tendrían cabida, pero que sí la tienen dentro de la verosimilitud del mundo que se nos presenta. Por ello, el inusual desarrollo de los eventos no desentona en el marco de la obra.

Sin embargo, Laxe se arriesga al dar un volantazo a la mitad de la cinta y optar por un giro de trama que puede resultar anticlimático. Como resultado, la segunda mitad abandona cualquier tipo de hilo narrativo previamente establecido y se convierte en un cúmulo de escenas que buscan generar sentimentalismo o puro impacto en el espectador.

No obstante, la cinta mantiene un carácter frío y casi indiferente hacia sus personajes, lo que evita que se atasque en dichos sentimentalismos. Este giro de guión puede dejar un sabor agridulce, debido a la escasa resolución de los personajes y de sus objetivos.

La película también trata de manera muy superficial los conflictos armados, ya que los eventos transcurren en paralelo a los de una guerra ficticia en territorio marroquí. Este hecho se utiliza únicamente como contexto para el desarrollo de la trama, sin que se genere un debate al respecto.

Entiendo las críticas sobre cómo se ignora injustificadamente este tema, más aun teniendo en cuenta que el largometraje acontece en un entorno donde persisten conflictos armados. Considero que esto se debe, en parte, a que los personajes sobre los que gira la historia son ajenos a la política global y muestran un desinterés hacia ella, a través de una visión hedonista de la vida.

En resumen, Sirât es una película innovadora en muchos aspectos, ya que no sigue una narrativa convencional, centrándose en la experiencia sensorial del espectador, con una puesta en escena y banda sonora de diez. Totalmente vale la pena sumergirse en este emocionante trance en el desierto.

 

 

 

 

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Giorgio Kazdikian (Santa Marta, Colombia, 2006) hizo el Bachillerato Internacional Voramón en Barcelona, y actualmente estudia cinematografía en la Escuela Superior de Cinematografía y Audiovisuales de Cataluña (Universidad de Barcelona).

Apasionado por la narrativa visual, es director y escritor de cortometrajes como Gala (2024).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Giorgio Kazdikian

 

 

Imagen destacada: Sirât (2025).