Mi recital poético bilingüe en Santiago tuvo lugar en la Sala Gabriela Mistral de la Casa del Escritor, presidida por un retrato fotográfico de la gran poeta y Premio Nobel de Literatura 1945 que bautiza el lugar, y donde casi al frente se encuentra otra imagen al óleo del genial Pablo Neruda.
Por Claudio Rodríguez Fer
Publicado el 6.7.2025
Con motivo de viajar a Chile en el mes de junio de este año 2025 para ofrecer un recital poético y presentar un libro que me editaron allí, tuve ocasión de visitar ciudades y parajes que siempre quise conocer, como Santiago de Chile, Valparaíso o Isla Negra, pero también otros a los que aún no sabía que quería ir, como Talca, Curicó o Potrero Grande.
Además, mi periplo fue una inmersión en el Chile más chileno de la naturaleza, la historia, la literatura, las artes y la memoria, del que iré dando cuenta en sucesivos artículos, pero también en el Chile más gallego, del que precisamente hablaré a continuación.
Esta conexión galaico-chilena se debe al organizador y presentador de mi recital «Poesía y libertad» en Santiago de Chile, el prolífico y polifacético escritor Edmundo Moure Rojas, hijo de un emigrante gallego natural de Carballedo (Lugo) y principal promotor y estudioso de la galleguidad en Chile.
Sin ir más lejos, de él derivan la mayor parte de las iniciativas de promoción de la cultura y la lengua gallegas en Santiago de Chile, así como muchas de las obras referidas a la presencia gallega en tierras chilenas, presencia que él mismo encarna de forma fundamental, pues tras haber sido creador del Centro de Estudios Gallegos en la Universidad de Santiago de Chile, representa actualmente al Centro Nueva Galicia.
Por ejemplo, en su documentado libro Memorial del último reino (2001), Moure cuenta que el primer gallego del que se sepa que pisó tierra chilena fue el militar lucense Rodrigo de Quiroga y López de Ulloa (nacido en Tuiriz, Pantón), quien en el siglo XVI participó con Pedro de Valdivia en la conquista de Chile y en la fundación de su capital con el nombre de Santiago del Nuevo Extremo, donde ocupó los cargos políticos más importantes.
Además, se casó con la amante de Valdivia cuando este, por estar casado con otra mujer en España, se vio judicialmente forzado a dejarla. Se trataba de la intrépida y mítica Inés de Suárez, la primera española que llegó a Chile y quien inspiró diversas obras literarias (como la novela Inés del alma mía de la novelista chilena Isabel Allende, que además fue convertida en serie televisiva), teatrales, operísticas y cinematográficas (como la película pseudohistórica chilena La araucana, en la cual fue interpretada por la actriz italiana Elsa Martinelli).
Moure dedicó la primera parte de su Memorial del último reino a relatar tal peripecia con el significativo título de «Un gallego en el fin del mundo», mientras que tituló la segunda parte «Compilación memoriosa de Pedro Mariño de Lobera», pues en efecto esta se basa en la crónica sobre la conquista de Chile escrita por otro gallego contemporáneo de los hechos referidos, el mencionado pontevedrés Pedro Mariño.
Rodrigo de Quiroga e Inés de Suárez, que fallecieron el mismo año, fueron enterrados en la Basílica de la Merced de Santiago de Chile, adonde me condujo el incansable Moure, que conoce y recorre habitualmente todos los rincones de la ciudad, mientras me contaba vívidamente sus historias.
El boscoso archipiélago de Chiloé
Por cierto, premonitoriamente, la primera escena histórica que encontré al instalarme en el Hotel Cumbres de Lastarria de Santiago de Chile fue la reproducción del óleo de tema colonial: «La fundación de Santiago por Pedro de Valdivia», del pintor decimonónico Pedro Lira, ocupando toda la pared frontal de la habitación en la que fui alojado.
Junto a los conquistadores españoles que aparecen como protagonistas centrales, en dicho cuadro comparece sometido el expropiado cacique o curaca indígena Huelén Huala y, camuflada con hábito dominico, la entonces amante de Valdivia, Inés de Suárez, futura esposa de Rodrigo de Quiroga.
El propio Moure es autor también del ensayo Chiloé y Galicia. Confines mágicos (1997), dedicado a destacar las analogías paisajísticas y culturales existentes entre la Galicia mágica y el boscoso archipiélago chileno de Chiloé, que no casualmente fue denominado Nueva Galicia cuando lo conquistó Martín Ruiz de Gamboa, siendo gobernador de Chile su suegro Rodrigo de Quiroga.
Además, dicho yerno del conquistador gallego fundó la capital de Chiloé con el también significativo y gallego nombre de Santiago de Castro.
Por cierto, los naturalistas Darwin y Vavílov pensaron mucho después que el cultivo de la patata era originario de esta pintoresca tierra de palafitos sobre el agua y, de hecho, de sus cientos de variedades originarias del tubérculo proceden la mayor parte de las patatas cultivadas en el mundo.
Y otra analogía gallego-chilena que atrajo a Moure fue la relación literaria entre las dos poetas canónicas de sus respectivos países, Rosalía de Castro y Gabriela Mistral, tema al cual dedicó varios escritos, así como también dedicó otros por separado a cada una de ellas.
En el poema «Las mismas» encontró la confirmación explícita de que Gabriela Mistral conocía y valoraba a Rosalía, a quien aquella menciona junto a la montevideana Delmira Agustini con entrañable sororidad, igual que a tantas otras escritoras sudamericanas, como las argentinas Alfonsina Storni y Victoria Ocampo o la uruguaya Juana de Ibarbourou, esta hija de gallego de Vilanova de Lourenzá, villa lucense cuya biblioteca municipal lleva su nombre.
Pero Moure, quien también ejerce como editor, ha publicado muchas y muy variadas obras poéticas, narrativas, ensayísticas y antológicas a lo largo de su fecundo recorrido literario, e incluso prologó la reedición de las crónicas chilenas de Eduardo Blanco-Amor en 2003, manteniendo su título de Chile a la vista, y compiló las de Ramón Suárez Picallo en 2008 en un volumen titulado La feria del mundo.
Con estos dos maestros gallegos de la crónica periodística en la emigración y en el exilio guarda Moure notorias afinidades, como puede comprobarse en su monumental volumen de contenido vital y cultural Memorias transeúntes (2017), en el que tanto cuenta de sí y del mundo, o en la obra histórica testimonial La casa escrita (2024), que gira en torno a la creación y desarrollo de la Sociedad de Escritores de Chile, de la que fue presidente, y de su sede actual, conocida como Casa del Escritor, en la que precisamente tuve el honor de recitar presentado por él mismo.
Qué vergüenza en el planeta
La Sociedad de Escritores de Chile fue fundada en 1931, pero no tuvo sede propia hasta que, en 1962, se estableció en un agradable inmueble de los años 1920 de valor histórico y arquitectónico, que combina los estilos art déco y art nouveau con gárgolas zoomórficas y coloridas vidrieras, conocido desde entonces como la Casa del Escritor.
Pablo Neruda, antiguo presidente de la SECH, consiguió que la Embajada de México financiara una taberna que sirviera como espacio de encuentro y tertulia, por lo que fue bautizada como Refugio López Velarde en homenaje a dicho poeta mexicano.
En este acogedor refugio chileno dotado de elementos mexicanos fuimos muy cálidamente acogidos por la comunidad literaria santiaguina la poeta rumana Adina Ioana Vladu y yo, en un principio bajo homenajes poético-pictóricos al poeta Vicente Huidobro y a la novelista María Luisa Bombal respectivamente.
Mi recital poético bilingüe tuvo lugar en la Sala Gabriela Mistral, presidida por un retrato fotográfico de la gran poeta chilena, casi frente al cual se encuentra un retrato al óleo del otro gran poeta chileno, Pablo Neruda.
Tras la generosa presentación de Moure, recité como prefacio el poema «A cabeleira», traducido ya a más de 80 idiomas, incluyendo el mapudungun de los mapuches chilenos, acaso en concordancia con el versículo: «Me siento de la estirpe de aquellos pueblos nómadas que nunca se constituyeron en Estado».
Después, siguiendo los dos ejes del título de mi poesía reunida, Amores e clamores, leí unos versos de temática erótica, en sintonía con las pasiones de mi vida, y otros de temática histórica, en este caso en fraternidad con el memorialismo antifascista compartido por Chile y Galicia, para terminar con un manifiesto ecopoético de carácter universalista y libertario en armonía con el tradicional animismo ecológico mapuche.
El cordialísimo público asistente aplaudió cada uno de los poemas y luego protagonizó un interesante coloquio, no exento de sincera solidaridad manifestada en público y más tarde de cálidas emociones compartidas en privado.
Pero tampoco olvidé leer allí el poema «Nostalxia de nós», inspirado por el fallecimiento de José Ángel Valente, dado que este gran poeta gallego y amigo, sobre cuya obra he escrito tanto, tiene cuatro hermanos y numerosos sobrinos en Chile, donde además está enterrada su madre.
De hecho, conocí a su sobrina Paulina Valente Uribe, escritora que también es sobrina del poeta chileno Armando Uribe Arce, cuando esta visitó la Cátedra José Ángel Valente de Poesía y Estética que dirijo en la Universidad de Santiago de Compostela.
Por eso aludí a ella, que escribió un libro de recuerdos sobre la propia familia Valente, y a otras conexiones chilenas del poeta orensano, pues en su archivo personal, que custodio en dicho organismo, se conserva copia de una carta suya al poeta chileno Nicanor Parra y originales de otras enviadas a él por los también poetas chilenos Gonzalo Rojas y Armando Uribe Arce.
También en Santiago de Chile se mantiene desde hace décadas la imprenta llamada Valente Impresores, fundada y dirigida por Marcial Valente Docasar, hermano menor del poeta y padre de su sobrina Paulina, a cuyo local de la Calle Lira, conocida como la calle santiaguina de las motos, tuve el gusto de acercarme.
Inauguró la sesión del recital la acogedora poeta Isabel Gómez, presidenta de la actualmente denominada Sociedad de Escritoras y Escritores de Chile, quien, tras la lectura de mi poema «Memorial dos foxos de Lugo (con Lorca ao lonxe)», intervino para interesarse con intención reivindicativa por el paradero del cuerpo del vate desaparecido tras ser asesinado por los franquistas en 1936.
No pudiendo ser de otro modo, el universal Lorca, que visitó varias veces Galicia, donde hizo amistades, y que escribió seis poemas en gallego, sigue suscitando interés en todo el mundo y su asesinato sigue conmoviendo y escandalizando en Chile, como inolvidablemente ya cantó la cantautora chilena Violeta Parra en su canción «Un río de sangre»: «¡Qué luto para la España, / qué vergüenza en el planeta / de haber matado a un poeta / nacido de sus entrañas!».
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Claudio Rodríguez Fer (Lugo, Galicia, España, 1956) es un poeta, narrador, autor teatral y ensayista en lengua gallega e hispanista en lengua castellana.

«Memorial del último reino» (2001)

Claudio Rodríguez Fer
Imagen destacada: Claudio Rodríguez Fer.