Este es un volumen de relatos que entretiene y otorga lecciones en el manejo de los engranajes dramáticos y en las posibilidades tanto de la perfidia como de un humor a la contra de lo políticamente correcto, a través de páginas donde las distorsiones y la cámara oscura de la imaginación, revelan los deseos más retorcidos, los cuales son iluminados con una llaneza sumamente sugestiva, por ese espía de los bajos instintos que fue el autor británico Roald Dahl.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 4.10.2025
El arte de contar historias es misterioso, una mezcla de geometría imaginativa, memoria, destreza lingüística y algunos imponderables, entre otros tantos factores que se podrían nombrar; algunos más predecibles, otros acaso idiosincráticos.
Hay quienes se atreven a decir que hay una cantidad determinada de fórmulas para narrar una historia y que todo el follaje alrededor de esas estructuras troncales no son más que variaciones y matices que nacen de ellas. Podemos convenir en que hay tres continentes fundamentales en la geografía narrativa: la historia, la trama y el estilo.
En un pequeño texto rutilante y quirúrgico llamado La vía de la narración, el gran escritor Alessandro Baricco, quien ha jugado con las formas de relatar historias como pocos en las últimas décadas, desglosa las dinámicas con que estos tres aspectos del relato conviven, se combinan y combaten mutuamente para gestar ese escurridizo animal imaginario que es un relato efectivo, persuasivo, hermoso e incontestable.
Con todo, en sus páginas nos encontramos con la idea de que hay escritores que se destacan en uno, dos o, el caso menos común (ese que hace las obras maestras), en esa santa trinidad de la narración.
Recuerdo eso cuando leo y releo algunos de los relatos incluidos en el título de la Colección Compendium, bautizado Cuentos, del piloto de aviones, espía e historiador del chocolate, Roald Dahl (1916 – 1990), editado por Anagrama. Un volumen que reúne toda su narrativa breve y en que destacan precisamente dos de los factores que nombraba Baricco: la historia y la trama.
Este espía de los instintos bajos
Sucede que al comenzar cualquiera de sus relatos lo que menos nos impresiona es el sazón de su prosa, su ritmo o sus imágenes, más bien todo lo contrario, aquí no hay pirotecnia provincial ni distracciones poéticas; a medida que avanzamos cada párrafo va adquiriendo su consistencia, su debido lugar en una maquinaria debidamente aceitada.
En efecto, recibimos la información con claridad, los nombres de los personajes, la situación usualmente tragicómica en que se encuentran, las descripciones precisas pero no excesivas, y todo ello aquilatado con un pertinaz sentido del humor negro.
No en balde la primera colección de cuentos que leemos, El gran cambiazo, ganó el Gran Premio del Humor Negro, como leemos en su pequeña biografía.
Aquí las historias y la trama se llevan nuestra atención y lo hacen con tal intensidad que nos sumimos en sus propuestas enrevesadas y perversas como quien siente circular la adrenalina durante los juegos del vértigo cotidiano.
Leerlo es entretenerse y esperar el golpe de sorpresa que nos depara cada final. Puede ser un poco predecible, pero tiene ese encanto de las tardes familiares, del fracaso anunciado, del orgullo que se cae a piso cuando la realidad lo golpea en la cara.
Ocurre así en «El gran cambiazo», la historia en que dos hombres galantes intercambian a sus esposas por una noche siguiendo una lógica detectivesca con un final inesperado para uno de los implicados.
Así también sucede en el cuento donde un portentoso dandy inglés a quien conocemos como el tío Oswald es agasajado por un árabe que vive en mitad del desierto y, pensando en seducir a su hija y su esposa, acaba por cumplir sus deseos con quien menos espera. Hay mucha noche, mucho whisky, juegos sexuales y contra espionajes cotidianos en estos relatos.
Hay también fugas hacia lo inusitado, como en «La maravillosa historia de Henry Sugar», que fue adaptada de forma preciosa por el director Wes Anderson, en la que un millonario apático se encuentra de pronto en la senda de los aprendizajes yoguicos.
Será acaso por esa cualidad cinematográfica, esa limpieza narrativa con tramas articuladas con la musculatura de potros de carrera, que sus relatos también fueron adaptados por Alfred Hitchcock, el director con quien compartía una ironía afilada y un gusto por lo perverso.
Y es que también nos topamos con relatos en que un padre se apuesta a su hija en una cata de vino, otro en que un perfume desinhibe totalmente los instintos sexuales de los hombres o aquel en que una pata de cordero es usada como arma asesina.
Las distorsiones y la cámara oscura de la imaginación que revela los deseos más retorcidos es iluminada con una llaneza sumamente sugestiva por este espía de los instintos bajos que es Roald Dahl.
En fin, un volumen de relatos que entretiene y otorga lecciones en el manejo de los engranajes narrativos y las posibilidades de la perfidia y el humor a la contra de lo políticamente correcto. Como para recordar que, más allá de su fábrica de chocolate, Dahl también tuvo su fabrica de perversos juegos narrativos para que los ya caídos del Edén de la infancia gocemos un rato.
***
Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

«Cuentos», de Roald Dahl (Editorial Anagrama, 2024)

Alfonso Matus Santa Cruz
Imagen destacada: Roald Dahl firma sus obras en una librería infantil de Amsterdam (1988).