A los 84 años muere Juan Pablo Langlois Vicuña, el artista de lo insignificante

El destacado artista visual y escultor está siendo velado en el Museo de Bellas Artes y su funeral será este miércoles en el Parque del Recuerdo. En sus realistas instalaciones -realizadas con un estilo prolijo y artesanal- se refuerza la idea de precariedad y fugacidad en los temas planteados, el consumismo de la vida moderna, los modelos foráneos impuestos por la televisión y el olvido o rechazo de los valores propios.

Por Verónica Rubio

Publicado el 26.11.2019

“Me gusta la emoción de lo insignificante, lo pasajero, lo que se puede botar y no pasa nada. Las cosas son lo que son, están ahí y hablan. Después se mueren, como las personas”, comentaba sobre su obra uno de los artistas visuales más lúcidos y prolíficos de la escena nacional contemporánea, cuyo recorrido artístico comenzó en los años 60. Un sello inconfundible que quedaría plasmado en la historia, especialmente luego de presentar en 1969 su obra Cuerpos blandos en el Museo de Bellas Artes, donde una manga de polietileno de 300 metros de longitud, rellena con papel de diario recorría las instalaciones del museo para terminar en una palmera del frontis. Según muchos esta fue la primera gran intervención artística de carácter público en Chile, dato que no le interesaba mayormente y que revela el carácter independiente y sencillo del artista, alejado de la exposición y de los egos artísticos, concentrado siempre en la producción de una obra sumamente personal e inclasificable.

Arquitecto de formación su trabajo se vincula al arte pop al mezclar materiales y procesos de la cultura popular -desechos de la vida cotidiana contemporánea-, que relacionaba con ideas de la permanencia de la obra de arte y de los objetos, el rechazo a lo industrial y el tema de la identidad personal, principalmente. Su material favorito siempre fue el papel: “Es gratis, fácil de trabajar, liviano de transportar y si algo sale mal, lo botas”, decía con sencillez.

A lo largo de su carrera el artista siempre mantuvo el mismo rigor reflexivo y sencillez técnica de sus inicios. Como en Misses, gran muestra de 1997 cuando cumplía los 60 años, tras 14 de silencio exhibitivo. Aquí reaparece el diario, esta vez bajo la escultórica forma del papel maché a través del cual criticaba el patrón colonial de belleza impuesta por la estética occidental, creando una serie de cuadros que presentaban imágenes de mujeres que participan de los concursos de belleza versus imágenes de mujeres indígenas en su contexto y hábitat. La línea escultórica desarrollada en esa muestra alcanza un nivel aún mayor en la década siguiente. Papeles ordinarios, de 2006, realizada cuando el artista cumplía 70 años, y por la cual recibió el premio Altazor en 2006. En ella Langlois llevó a escena con desfachatez a personajes desnudos y marginales, hechos a escala humana, que exponían abiertamente sus deseos sexuales: una mezcla de heterosexuales, homosexuales, pedófilos y zoófilos, construidos todos con papel de diario y cola fría. Allí expuso sin pudor el feísmo, la pobreza y la decadencia, pero también el amor y el deseo, temas que le daban vuelta obsesivamente.

La última muestra de Langlois, y la más grande, fue hace siete años en Matucana 100: Restrospectiva 1969-2012, que reunió unas cien obras, desde dibujos, publicaciones y proyectos, hasta esculturas y videos, un relato visual de más de cinco décadas de trabajo que impactó por lo vigente y joven.

“Nunca me ha importado el poder ni el mundo del arte porque me aburren. Lo que me motiva es mirar a la gente en la calle y luego dar rienda suelta a mi imaginación. Mis trabajos nacen espontáneamente. Por ejemplo, hice una obra divertida con los sobrantes de papeles que caían al piso mientras hacía otra. Puse una tela en el piso y ahí quedó todo el basureo pegado al textil. Se transformó en una obra que llamé Mi suelo”, comentaba sobre su proceso artístico que siempre se mantuvo al margen de cualquier tendencia.

 

Juan Pablo Langlois y sus obras

 

Una reflexión crítica de la sociedad chilena

Juan Pablo Langlois Vicuña (Santiago de Chile, 1936), escultor e instalador, entre los años 1952 y 1962 estudió arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad Católica de Valparaíso. Recibió la influencia de Joseph Albers, profesor de la Bauhaus, en un curso de seis meses que el profesor dictó en Chile. Nominándose como “Vicuña” para conciliar su trabajo de empleado en la Junta de Aeronáutica Civil, sus primeros trabajos artísticos estuvieron relacionados con su formación de arquitecto en torno al arte óptico. A finales de la década del sesenta deja esta vertiente para desarrollar un trabajo de orden conceptual realizado en papel, cartón y madera, donde puso acento en la reflexión crítica de la sociedad chilena.

Al apreciar sus instalaciones, realizadas con un realismo prolijo y artesanal, resalta la caducidad de los materiales empleados, fotografías intervenidas, paisajes, retratos, papel, alambre, plasticina, armazones de plástico, los que refuerzan la idea de precariedad y fugacidad en los temas planteados, el consumismo de la vida moderna, los modelos foráneos impuestos por la televisión y el olvido o rechazo de los valores propios.

En 1969, en el Museo de Bellas Artes, exhibió su emblemática instalación Cuerpos blandos. Entre 1973 y 1979 su trabajo se centró en figuras hechas en papel de diario y cola, representaciones a escala natural de figuras humanas y animales, automóviles y árboles, fachadas de casas y objetos. En 1979 abandonó temporalmente la escultura y su trabajo se concentró en una serie de obras de naturaleza variada. En 1987 comenzó a trabajar con plasticina, realizando una serie de figuras. En los noventa desarrolló el concepto de Misses criticando el modelo de belleza establecido. En los 2000 impactó al circuito artístico con Papeles ordinarios donde creó una escena de personas hechas con papel de diario en distintas poses y relaciones. Este trabajo evolucionó hacia su propia destrucción con la obra Papeles sádicos la muestra que desarrolló junto al cineasta Nicolás Superby y que partió como un experimento de Langlois, a partir de un trabajo con Joaquín Cociña, donde las esculturas logran trascender su materialidad, sentando precedente para una nueva etapa en el trabajo del artista con un medio completamente nuevo, pero que permaneció fiel a una estética reconocible y única.

 

Juan Pablo Langlois en 1969

 

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Exposición Afterwards no one will remember, de Juan Pablo Langlois: Perderse entre las olas de Nueva York.

 

 

Imagen destacada: Esculturas hechas con papel de Juan Pablo Langlois.