«After Life», de Ricky Gervais: De la empatía y la actitud de vida

El polifacético humorista británico escribe, dirige y protagoniza esta excelente serie —disponible en Netflix— en torno a Tony, un hombre que ha de afrontar la muerte por cáncer de su mujer, Lisa (interpretada por Kerry Godliman). Más allá de mostrar el doloroso duelo que supone esa pérdida, el realizador resalta bellamente el proceso de transformación que el personaje principal experimenta gracias a ese despojo inesperado.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 9.7.2020

«Me senté frente al mar y miré profundamente el corazón de la humanidad. Me convertí en mi madre, en mi abuela. De hecho, era todos los personajes que aparecen en mi obra. Aprendí a recorrer todos sus caminos y a ser todos ellos».
Charlotte Salomon

Conocemos a Tony por el presente en el que se desarrolla la acción y también por los vídeos que ve en su ordenador, los que él grabó con Lisa como protagonista y los que ella le dejó consciente de que no le iba a ser fácil seguir viviendo sin su compañía.

Lisa es una mujer todo amor con una actitud optimista y empática que sabe ver en Tony lo que él mismo no reconoce. El periodista —trabaja en un diario local— se protege de los demás en su vestimenta crítica llegando a ser en ocasiones pedantemente cruel. Sus bromas podían molestar a otra mujer, en cambio ella siempre le encuentra la gracia. Porque en su empatía, Lisa ve la gran humanidad que esconde ese hombre al que ama. En su gran amor ella le sacó de su auto–encierro y pretende seguir haciéndolo mediante esos vídeos póstumos en los que le estimula a superar la pérdida.

El proceso de superación para nada es fácil, se nos muestra como en más de una ocasión Tony está a punto de suicidarse y es su perra —la que Lisa le pide que cuide— quien se lo impide. En ese buscar salir del pozo, Tony acude a un patético psiquiatra que evidencia más problemas que él mismo. En ese personaje —y en el de un maestro de yoga impresentable— Gervais nos deja claro su crítica a tantos “terapeutas” de la ciencia y de lo alternativo que enganchan a personas necesitadas sin capacidad ni interés para ayudarlos.

Será una mujer la “terapeuta” de Tony. Él no es el único personaje en la obra que sufre la pérdida: conoce en el cementerio a Anne (Penelope Wilton), una jubilada que cada día pasa largo tiempo sentada frente a la tumba de su esposo. Son bellas sus conversaciones en el banco de ese lugar de recuerdos, para Tony las sabias palabras de esa mujer son todo un revulsivo que le ayudarán a cambiar su actitud no sólo frente a la pérdida sino también en lo referente a su relación con la gente.

La gente, que son los que trabajan con él en el periódico y las personas que se cruzan en su vida de viudo. Poco a poco Tony va sacando su lado humano, va cambiando su modo de relacionarse mutando la crítica mordaz por el reconocimiento del otro. Ese cambio se debe en gran parte por los vídeos de Lisa (en el revivir su forma de vivenciar la vida y en el ejemplo de su actitud frente a la muerte) y por sus conversaciones con Anne.

Tony mostraba en vida de Lisa un amor casi exclusivo a esa excepcional mujer, ¡era tan fácil amarla! Pero el verdadero amor no es sólo a un ser, eso lo sabía bien ella y así se lo mostraba día a día en su natural empatía. Ahora —en la ausencia de esa gran mujer— Tony interioriza esa forma de ser, esa actitud de vida y logra hacerla suya en su diferencia, sigue siendo él pero en una versión más empática.

La obra retrata con amable mirada el duelo y la transformación de Tony, un hombre con problemas —¿quién no los tiene?— que siempre ha intentado esconder su humanidad. Y ocurre igual con el resto de personajes que también son vistos de esa manera constructiva: las dos mujeres referentes, los compañeros de redacción entre los que está su cuñado, el padre con alzhéimer al que visita a diario en su residencia, la enfermera que lo cuida y por la que se siente atraído. Y del mismo modo con la gran variedad de personas —algunas muy peculiares— que se cruzan en su vida y de alguna manera lo “ponen a prueba”, como son el drogadicto, el cartero, la trabajadora sexual y los distintos habitantes de la localidad que hacen todo tipo de excentricidades con tal de conseguir salir en el diario.

El salir fotografiado en el diario local o la necesidad humana de ser visto y reconocido, cuya expresión moderna son las publicaciones en redes sociales. La necesidad de ser vista y reconocida que a menudo —a mi entender— nos condiciona y limita, esa parece ser la denuncia del polifacético humorista, en un mundo el nuestro, en el cual tendemos a depender de los likes recibidos.

Para finalizar, destacar que en esa mirada amable Gervais denota una gran humanidad y empatía. Los personajes están muy bien definidos, cada uno de ellos en su rica diferencia son retratos con autenticidad cercana. Se agradece que en esos retratos el realizador británico se muestre empático, tal y como bien expresa Charlotte Salomon en la cita inicial: él es todos los personajes que aparecen en su obra. Siempre se agradece el mostrar empatía, y más en tiempos convulsos como los que estamos viviendo en la actualidad.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: After Life, de Ricky Gervais.