«Big Eyes», de Tim Burton: El arte, la expresión que busca emocionar y ser entendida

Este singular y polifacético realizador estadounidense nos relata las vidas de Margaret Keane (artista conocida por sus cuadros de niños con grandes ojos) y su esposo Walter, quien se hizo pasar por el autor de su obra. La película, que se estrenó en 2014, refleja la realidad de la mujer en la sociedad norteamericana de los años ’50 y ’60 del pasado siglo, y muestra también los entresijos del mundo del arte. El reparto lo encabezan Amy Adams, que es una muy convincente Margaret y Christoph Waltz encarnando a Walter. La cantante Lana del Rey compuso dos temas para el filme.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 20.12.2018

 

«Esos niños preguntaban: ¿Por qué estamos aquí? ¿De qué se trata la vida? ¿Por qué hay tristeza e injusticia? Todas esas preguntas profundas. Esos niños estaban tristes porque no tenían las respuestas. Estaban buscando».
Margaret

 

Margaret, una mujer sensible en un mundo de hombres

A mediados del siglo pasado desafortunadamente las desigualdades sociales eran muy comunes en las sociedades consideradas “civilizadas” y “avanzadas”. La obra nos muestra la triste realidad de la mujer en un mundo dominado por los hombres, está ambientada en Estados Unidos pero cualquier otro país occidental u occidentalizado hubiera valido para evidenciar esa discriminación que dificultaba que la mujer pudiera ser algo más que madre o esposa.

En ese contexto, se entiende la historia de Margaret. Es una pintora muy sensible cuya obra son rostros de niños de grandes ojos que conmueven. La vemos abandonando el hogar matrimonial con su hija Jane y sus cuadros, algo muy inusual en la época. Consigue trabajo pintando muebles infantiles (se nos muestra que es la única mujer en la fábrica) y expone su obra en mercados de arte al aire libre. Inicialmente todos sus cuadros son de Jane porque afirma que es la niña que conoce mejor. Así es ella, una mujer que crea desde su autenticidad: “Los ojos son la ventana al alma. Son mi forma de expresar mis emociones, cuando era pequeña me operaron y me quedé sorda por un tiempo, como no podía escuchar me quedaba mirando, confiaba en los ojos de las personas”.

 

Amy Adams y Christoph Waltz en «Big Eyes» (2014)

 

Y conoce a Walter Keane un supuesto pintor que será su segundo esposo. Tras su boda y estancia en Hawaii habla con Dee-Aan su mejor amiga enseñándole fotos, le muestra una junto a la estatua de Keane que es el Dios de la creación para los indígenas de la isla (coincidencia que es un guiño simbólico a lo que va a descubrir en su marido, que es un gran creador sí, pero de mentiras). Dee-Aan está asombrada de lo rápido que ha ido todo y no lo ve claro pero Margaret cree que Walter es una bendición, el tiempo le hará ver la verdad y dará la razón a su amiga.

Poco a poco su bondad junto con la discriminación social reinante propicia que Walter la domine y anule. Margaret decide firmar Keane al igual que su marido, lo hace como agradecimiento a su apoyo a Jane y a ella misma, y por la significativa costumbre de adoptar el apellido del hombre, costumbre habitual hasta no hace tanto tiempo; ese será el inicio de su pérdida identitaria.

El primer cuadro que vende a un buen precio lo adquiere una mujer que se conmueve ante la tristeza que transmite la mirada de la niña retratada: “me dan ganas de llorar, hay mucha emoción en estos ojos”, y es su pareja quien compra-paga el cuadro (la mujer dependiente, nuevamente un reflejo de la desigualdad de sexos). Esa expresividad, esas miradas auténticas de niñas y niños de grandes ojos que conforman su sello distintivo llegarán a mucha gente gracias al saber comercial de Walter, pero lamentablemente a costa de anular a Margaret. Así, la pintora verá ojos grandes en todas las niñas/mujeres (nos lo muestra Burton en varias escenas) como reflejo de la niña/mujer insatisfecha y asustada que es por su frustrante asociación matrimonial y artística con Walter.

 

Amy Adams, Krysten Ritter y Christoph Waltz en una escena de «Big eyes»

 

Walter, un hombre que miente y se miente

Walter es un gran embaucador que miente a todos, pero sobretodo se miente a sí mismo. Se cree un artista pero sabe que no lo es, “sus” cuadros de paisajes se los envía un pintor y él los firma como suyos. Se apropia también de la obra de Margaret aprovechándose de que ella la firma con su apellido; en un principio no aclara quien lo pinta para seguidamente afirmar sin reparos que son obra suya. Y cuando Margaret se da cuenta le “vende” (es un gran vendedor) que la gente no compra obra de mujeres, ella sabe que alguna mujer lo ha conseguido pero por su forma de ser acaba aceptando la gran mentira.

Como Walter es un gran vendedor consigue que se reconozca la personalísima obra de su mujer. Es un brillante comercial que aprovecha cualquier oportunidad en beneficio propio y continuamente elabora estrategias para vender más. Atribuyéndose la autoría de los cuadros de grandes ojos engrandece su ego, le encanta ser reconocido-famoso hasta el punto de creerse un artista consagrado. Interpreta el papel de genio altruista y sensible mintiendo sobre su vida, se siente casi como un dios. Hasta que su ambición sin límite le lleva a querer crear “su” obra maestra y propone-exige a Margaret que pinte un gran cuadro lleno de niños para una entidad benéfica de ayuda a la infancia, quiere donarlo para que sea expuesto en su pabellón de la feria mundial que está a punto de celebrarse. Y ese exceso va a ser el punto de inflexión que le llevará a ser descubierto en sus mentiras. El mundo lo va a saber pero él nunca lo aceptará y acabará sus días tristemente como un solitario arruinado. El primer perjudicado por sus mentiras es él, nunca supo ser auténtico aun teniendo a su lado la encarnación de la autenticidad.

 

Christoph Waltz y Danny Huston en un fotograma de «Big Eyes»

 

Los entresijos del arte

La película también retrata las maneras y formas dominantes en el mundo del arte. La comercialización es un factor muy importante. Esta suele regirse por las “leyes del mercado” de nuestra sociedad capitalista. Así, parece necesario saber vender-venderse. Desafortunadamente Margaret no se valora y sin la propia estima se hace muy difícil conseguir vivir del arte. Tal y como ya se ha comentado es Walter quien con su olfato comercial y su don comunicativo logra llevar su obra a lo más alto, pero el coste es elevadísimo: le roba su autoría y la anula-manipula en sus mentiras.

Otro elemento clave es la valoración de los críticos de arte. Los críticos influyen en la opinión del público, pueden ensalzar o hundir a un artista con sus apreciaciones. En la película John Canaday es un crítico que trabaja para un importante periódico que está muy en contra de Walter, y considera que “su” obra es demasiado comercial y que no es arte. Al saber que un gran cuadro Keane va a ser expuesto en la ya comentada feria mundial, escribe una durísima crítica que influye en la opinión de muchos. Walter se encara con él en un acto donde asisten diversas “personalidades” y se defiende afirmando que al público le gustan sus cuadros. Pero el crítico le contesta: “Eso no significa que sean obras de arte. El arte debe inspirar, no complacer” y añade: “son obras producidas en masa, su obra maestra (el gran cuadro para la feria) no es más que un sinfín de Keanes, un sinfín de obras kitsch”. Walter pretende atacarle pero John se lo impide y así lo avergüenza en su ira descontrolada; finalmente el cuadro no es expuesto.

Algunas consideraciones sobre las palabras del crítico. Es evidente que Walter antepone la comercialidad al arte, que convierte la obra de su mujer en un producto muy masificado; y en este sentido en mi opinión se tiene bien merecido que no se exponga “su obra maestra” forzada (las obras maestras se reconocen más allá de la voluntad del artista, Leonardo cuando pintó la Gioconda no pretendía lo que ha llegado a ser su cuadro). Otra cosa distinta es el criterio de que si es comercial no es arte, tras este convencimiento está una opinión muy extendida entre gentes doctas que de alguna manera creen superior aquello que no todo el mundo comprende. Y esa idea-actitud entiendo que es muy triste. A mi sentir, arte es todo aquello que sale verdaderamente de dentro de la persona artista, todo aquello que refleja su diferencia de ser-sentir-entender-expresar, todo aquello que la hace única y distinta. Podrá tener o no repercusión-seguimiento en un tiempo presente o futuro, en un país o en una cultura determinados, pero entiendo que sólo por el hecho de ser auténtica expresión de una persona es arte, quizás se quede sólo en arte para sí misma o quizás logre ser arte para muchos o todos. El tiempo acostumbra a hacer justicia, aunque a veces demasiado tarde para el artista.

Y finalmente otro matiz, el crítico dice: “el arte debe inspirar, no complacer”. Y yo me pregunto, ¿por qué no complacer? Así ¿un pastel que ha elaborado una artista o un artista pastelero sólo es arte si inspira y no si provoca placer-goce al degustarlo? Siento que tras esta afirmación se esconde una actitud de rechazo al placer mundano, una actitud de distanciamiento similar a la de ciertos ámbitos religiosos. Entiendo que, en general, la gente queremos sentir de verdad ahora y aquí lo que la o el artista crea-muestra, sentir desde los sentidos humanos, sentir desde nuestra vivencia, emocionarnos, llorar, reír, ser tocado, tocarse… Y si la obra (sea culinaria, sea gráfica, sea sonora o sea como sea) logra complacernos, entonces a mi entender es puro virtuosismo artístico, es deleite que se agradece muchísimo.

 

Christoph Waltz y Amy Adams en «Big Eyes»

 

Dándose las manos, la fuerza madre-hija

Margaret es una mujer íntegra que sabe lo que no quiere y lo que quiere. Ama a su hija y a sus obras artísticas que son también como hijas porque así las siente. Es valiente abandonando a su primer marido y lo vuelve a ser librándose de Walter para recuperar su identidad, su vida.

La fuerza motriz que la impulsa es el sentirse y saberse madre. Su hija es su gran amor, el amor del conocerse, el apoyo mutuo del ser amadas incondicionalmente. Jane es el espejo donde la madre ve-reconoce la verdad que ambas encarnan. Cuando en su coche Margaret huye del primer marido las vemos unidas en el dolor-miedo dándose la mano, el gesto se repite nuevamente al abandonar del mismo modo a Walter. En esta segunda ocasión Jane ya no es una niña y ha sido determinante en la decisión de Margaret. Y más lo es en la tercera y definitiva, la que llevará a su madre a la liberación real, a que se la reconozca como la artista que es. Es Jane la que le apoya para que lo haga público en la radio y le estimula para que lleve a juicio a Walter. Las vemos satisfechas durante la vista al ver que las mentiras del embaucador se van haciendo evidentes a los ojos de todos; nuevamente se dan la mano, la señal de que en su unión está la fuerza capaz de vencer.

Margaret gana el juicio, Walter es condenado por “difamación, angustia emocional y calumnias”, la prueba definitiva ha sido pintar un cuadro de grandes ojos en la sala. Él patéticamente finge no poder y ella pinta a la perfección lo que sabe hacer. Al ser preguntada por un periodista Margaret dice que esta obra la titulará “prueba 224”, es un niño o una niña de grandes ojos negros con las manos apoyadas en la baranda y tras él un cielo azul como el vestido que lleva su hija, su hija que siempre está a su lado. Un homenaje simbólico a Jane quien con su apoyo le ha ayudado a recuperar su cielo abierto luminoso de libertad.

Al final del filme el realizador nos explica que Margaret encontró la felicidad y se volvió a casar. Ella ya anciana sigue pintando todos los días, la vemos sonriendo con Amy Adams la actriz que la encarna en la película. Una bella imagen que estimula a seguir “a pesar de” lo que sea: es posible superar las barreras propias y ajenas.

 

Dedicado a Zulema, Pilar, Montse y Monse, artistas únicas que llevo en el corazón.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

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