Cine, música y literatura para abogadas (os) y jueces en días de confinamiento

A quienes se vinculan profesionalmente con el derecho, y muy especialmente a sus estudiantes, me atrevo a sugerirles una serie de obras creativas que demuestran el inmenso poder que puede tener el arte para mejorar nuestra comprensión y práctica de las leyes.

Por David Quintero Fuentes

Publicado el 20.4.2020

“Todas las familias felices se parecen, en cambio, una familia triste nunca es igual a otra”, es el bello comienzo de Ana Karenina de Tolstoi. ¿Con ese inicio, cómo no leerla? Más aún, si los operadores jurídicos solemos desempeñar nuestro trabajo fundamentalmente asesorando y contribuyendo a prevenir y resolver los conflictos en el contexto de familias tristes. Un (a) abogado (a) o un (a) juez (a) que lea esta novela, sin duda, puede mejorar sus prácticas jurídicas.

En el derecho de familia se ilustra particularmente, la importante función que pueden cumplir el derecho y a la literatura, en la formación de jueces y abogados. El filósofo Richard Rorty afirma: “La literatura es más importante en un aspecto muy concreto, es decir, cuando se trata de conseguir un progreso moral. La literatura contribuye a la ampliación  de la capacidad de imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que profundiza nuestra compresión de las diferencias entre las personas y de la diversidad de sus necesidades”.

Al respecto, el profesor Agustín Squella, en su reciente libro Fraternidad (2018, p.56), expresa: “Cine y literatura no cumplen una sola función, sino varias: entretener, emocionar, educar, hipnotizar, deleitar. Ofrecen visiones del mundo o de un puñado de personajes que de alguna manera el lector y el espectador pueden universalizar. El cine y la literatura, que muestran la complejidad de la vida y de las situaciones en que pueden encontrarse los individuos, despiertan nuestra imaginación moral y pueden sugerir matices o correcciones a creencias morales más bien rudas a las que nos hemos aferrado en el curso de la vida”. No es poco, en el ámbito del derecho de familia: “La literatura y el cine despiertan la imaginación, afinan la sensibilidad, conmueven a las personas frente a la crueldad y el dolor, y ayudan a introducir mayor pausa en nuestras deliberaciones y juicios morales”.

A quienes se desempeñan en el área del Derecho de Familia, les sugiero ver las siguientes películas: De tal padre tal hijo del director japonés Hirokazu Koreeda (2013); Te doy mis ojos de Icíar Bollaín (2003); Custodia compartida de  Xavier Legrand (2017), Una separación de Asghar Farhadi (2011) o la reciente Historia de un matrimonio de Noah Bambauch (2019).

Y más ampliamente, a quienes se vinculan profesionalmente con el derecho, y muy especialmente a los estudiantes, me atrevo a sugerirles una serie de obras que demuestran el inmenso poder que puede tener el arte para mejorar nuestra comprensión y nuestra práctica del derecho. Como la lista puede ser infinita, he optado por la variedad de géneros, por la facilidad de acceso a través de internet y por la brevedad: una serie de televisión, una novela, una película, un libro de poemas, una ópera, una obra de teatro y una canción. He procurado no mencionar las ya conocidas por todos y prestar atención a algunas que están en los márgenes del canon y que más de alguien pudiese no conocer.

Una serie: Better call Saul (programa de televisión estadounidense creado por Vince Gilligan y Peter Gould), en particular su segunda temporada del año 2016 . “¿Qué clase de abogado quieres ser? ¿Uno recto o uno extravagante?”, le pregunta uno de los personajes a Jimmy, el protagonista. Ideal para verla con el Código de Ética del Colegio de Abogados sobre el velador. Se podría realizar todo un curso de ética profesional aplicado con la referida temporada.

Una novela: Casa desolada, de Charles Dickens (1853). “Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”, había dicho Séneca en el siglo I de nuestra era, y esta novela nos lo recuerda. En un Londres lleno de niebla y de barro, un proceso judicial se eterniza, arrastrando a la ruina a todos los involucrados. La ácida y lúcida crítica de Dickens en contra del sistema judicial de Inglaterra está parcialmente inspirada en su experiencia personal como empleado en una oficina de abogados y taquígrafo judicial. Además es una demostración palpable de que el arte puede cambiar la realidad, ya que se considera a esta obra como uno de los factores que contribuyeron a la reforma de la Cancillería, en la década de 1870, para intentar superar su accionar anticuado y cansino. Como ha dicho Martha Nussbaum en La imaginación literaria en la vida pública: “Leer a Dickens nos enseña muchas cosas acerca de la compasión, pero no nos muestra las formas específicas en que muchas sociedades modernas inhiben la compasión hacia gentes de raza diferente, o religión o género o sexualidad. Ni muestra las maneras en que el odio de los grupos forma y deforma las vidas emocionales tanto del que odia como del que es odiado”. Por tanto, no basta con leerla. Pero es un primer paso.

Una película chilena: Deja que los perros ladren (1961) del director Naum Kramarenco, basada en la obra del abogado y dramaturgo Sergio Vodanovic. “¿Es incorrecto hacer lo que todos hacen?”, pregunta uno de los personajes, un ministro corrupto en el Chile de mediados del siglo XX. Un estudiante de leyes displicente y varias escenas filmadas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, se suman a los interesantes ingredientes de este filme. En una de las mejores escenas, unos mediocres estudiantes de derecho ignoran las respuestas, solo alguien las sabe, una compañera, pero a nadie le importa porque es mujer. “¿Qué es un asunto de mujeres, entonces?”, exclama, en otra escena, la esposa del protagonista, al ser excluida de una conversación entre hombres.

Como botones de muestra, algunas frases de su poderoso y remecedor guión:

—Eres un muchacho despierto, vas a tener un gran porvenir como abogado. Si es que se recibe. Porque estos jóvenes modernos, son tan…

—Cuando un gobierno nuevo asume el mando, los escalafones no valen.

—El dinero es siempre lo más barato.

—Fíjate en mis compañeros de la universidad (…) los otros han hecho fortuna, sin que nadie les pregunte cómo. Tú sabes que no son más inteligentes ni mejores abogados que yo, simplemente han hecho a un lado sus escrúpulos. Han entrado en el juego que es la vida, sin creer en cuentos de hadas.

—Con ese sueldo no puede darse el lujo de defender la ley.

 

Un joven Héctor Noguera, repitiendo de memoria el artículo 1º del Código Civil, una y otra vez. Imperdible, aunque requiera un poco de paciencia al inicio, por la calidad de la copia disponible en Youtube. Vale la pena el esfuerzo de verla.

Un libro de poemas: Fuentes del Derecho, de Martín Gubbins, abogado y poeta chileno (Ediciones Tácitas, Santiago, 2010). Para sus editores, esta obra es parte de una investigación mayor sobre el lenguaje jurídico, de la economía y en general sobre relaciones entre el poder y el individuo. A continuación, algunos versos de su poema “Hipótesis”:

No soy predicador

Participo de todos los males que expongo
Ojalá que las cosas fueran sencillas

Esto no es una propuesta
Es una hipótesis de laboratorio.

 

Una ópera: Billy Budd (estrenada en Londres, en 1951). Con música de Benjamin Britten y libreto de E. M. Forster y Eric Crozier, inspirada en la novela del mismo nombre, de Herman Melville. La historia se desarrolla a bordo del «Indómito», en el verano de 1797, cuando ocurren algunos motines en barcos británicos, debido a las ideas impulsadas por la Revolución Francesa. Billy Budd, joven e inexperto, es reclutado por John Claggart, manipulador y cruel maestro de armas quien lo acusa de instigar a un motín. Sin poder defenderse verbalmente con eficacia, pues es  tartamudo, Billy golpea a Claggart, matándolo sin intención. El Capitán Vere debe aplicar la ley y Billy es ejecutado en la madrugada.

Una obra de teatro: Los millonarios. Dramaturgia y dirección del chileno Alexis Moren. En palabras de la compañía: “Un estudio de abogados —corruptos, despectivos y millonarios— decide representar la causa mapuche defendiendo a un comunero acusado de asesinar a un matrimonio de agricultores en la Araucanía. ¿A qué obedece esto? ¿Cinismo? ¿Vanidad? ¿Poder? Los abogados presentarán una defensa impecable entre cuatro paredes; en alguna Fiscalía, entre comisiones de expertos y operadores políticos. ¿Y los protagonistas de las demandas? No fueron ni serán convocados”. Esta obra fue estrenada en julio de 2014 y tuvo su primera temporada en el Teatro de la Universidad Católica de Chile. Pronto será reestrenada. Cuando la peste pase, corran a verla.

Una canción: “Hurricane”: “Siento vergüenza de vivir en un país donde la justicia es un juego”, dice Bob Dylan, en parte de la letra. Música para un error judicial, atravesada por la energía del rock y la poesía de este extravagante Premio Nobel de Literatura.

Que el arte nos acompañe en estos días de incertidumbre, de soledad y de encierro.

 

***

David Quintero Fuentes es abogado y magíster en filosofía moral por la Universidad de Concepción. Además es máster en argumentación jurídica por la Universidad de Palermo, Italia. Actualmente imparte clases en las Escuelas de Derecho de la Universidad de Valparaíso, la Universidad Alberto Hurtado y la Universidad de Talca.

 

David Quintero Fuentes

 

 

Imagen destacada: Keira Knightley en Anna Karenina (2012), de Joe Wright.