Cine trascendental: «Sliding Doors» («Dos vidas en un instante»), de Peter Howitt: El destino olvidado

Una historia común pero a la vez atípica es la que nos ofrece el director británico en esta comedia de amor, donde un hecho fortuito desdobla en dos la existencia de Helen, su protagonista. Así, el realizador nos muestra simultáneamente la evolución de esas dos biografías, un exhibir en el que se solapan situaciones y ambientes de forma muy lograda, en una obra audiovisual que invita a reflexionar sobre el papel de las casualidades y el azar en nuestros derroteros.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 7.4.2020

«Siempre estoy a la altura del azar, para ser dueño de mi tengo que estar desprevenido».
Friedrich Nietzsche

 

Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final).

 

Dos vidas…

Helen (Gwyneth Paltrow) y Gerry (John Lynch) son pareja, ella con su trabajo lo mantiene a él que se queda en casa supuestamente escribiendo una novela que le/les dará fortuna. Supuestamente, porque Gerry aprovecha ese tiempo para verse con su ex-novia Lydia con la que se acuesta en la cama que deja Helen.

Y un día ocurre algo que marca una inflexión en Helen: la despiden del trabajo y consecuentemente se dirige antes de hora a su casa. Corre a pillar un tren y empieza lo atípico de esta historia común.

Por un lado vemos como Helen pierde ese tren al cruzársele una niña y por otro lado vemos como Helen sí logra subirse a él dado que la madre de la niña la aparta de su camino. Un pequeño detalle —el perder o no ese tren— hace que su vida sea radicalmente diferente. Así, se nos muestran simultáneamente la evolución de esas dos existencias de Helen, un mostrar en el que se solapan situaciones y ambientes de forma muy lograda.

La Helen que sube al tren habla con James (John Hannah), un tipo simpático que en el ascensor del edificio de oficinas en el que trabajaba recogió su pendiente caído con el nerviosismo del despido. James con su buen humor consigue sacarla de su ofuscación y se despide de ella con una cita de los Monthy Python: “Nadie espera la Inquisición Española”, que entiendo como una metáfora de que en la vida ocurren cosas imprevistas. Y así es, al llegar a casa pilla “in fraganti” a Gerry con Lydia (Jeanne Tripplehorn) y allí mismo corta con él. Dos tragos en un día, dos tragos que tras un proceso en el que intervendrán su amiga Anna (Zara Turner) que la alojará y especialmente James a quien seguirá viendo, le llevarán a establecerse con un despacho propio y a enamorarse de James olvidando al impresentable de Gerry. Helen tiene una nueva vida, es feliz con su trabajo, con ese hombre y con los muchos amigos que él tiene.

Por su parte la Helen que pierde el tren empalma infortunios y acaba siendo atendida en un hospital por una contusión. Esta Helen llega a casa más tarde y sólo encuentra pistas —Lydia ya se fue— de algo inusual: Gerry se está duchando a esas horas, la cama está deshecha y hay dos copas de licor en la habitación. Pero puede más el problema de su despido y la cadena de infortunios, así que de entrada esa anomalía queda relegada a un tiempo posterior. La Helen sin James y que confía —aunque no plenamente— en un Gerry que la engaña, trabajará en empleos por debajo de sus posibilidades. Esa Helen sobrevive cargando con un parásito que se muestra como un patético egoísta, esa Helen para nada es feliz al lado de ese hombre inmaduro.

En el curso de estas dos historias solapadas hay dos momentos de simultaneidad muy significativa. Uno es el mareo que indica que Helen está embarazada de hombres distintos en cada caso. Y por motivos también distintos en esas dos vidas Helen no podrá compartir su estado con el padre respectivo. La Helen de Gerry porque éste no la atiende preocupado por el ruido que provoca Lydia en su supuesto retiro en solitario para escribir. Y en el caso de James porque unos malentendidos los alejan.

El segundo momento de simultaneidad significativa se produce en el tramo final de la obra. La Helen de Gerry descubre la verdad, gracias a que Lydia elabora un plan para que quede en evidencia a sus ojos. Gerry va tras Helen implorando perdón y provoca que ella caiga por las escaleras. Paralelamente Helen y James ya han aclarado los malentendidos, y ella en medio de la calle al despedirse en sus “te amo” no se da cuenta de que viene veloz una furgoneta que la atropella. Ambas se accidentan.

A partir de esta segunda simultaneidad esas dos vidas se fusionan…

 

Un fotograma de «Sliding Doors» (1998)

 

Existencias unívocas

Vemos a las ambulancias con las dos Helen camino al hospital, las vemos circulando en sentido inverso como queriendo simbolizar esa fusión. Ya en el hospital tanto Gerry como James se enteran de que Helen estaba embarazada y ha perdido el bebé.

Se nos muestra a un James roto junto a Helen inconsciente, le habla de lo mucho que le alegra el haber aclarado todos los malentendidos y añade: “me alegra que pudieras coger el tren aquel día”, prometiéndole hacerla feliz, momento en el que ella muere.

Y vemos a la otra Helen semidormida —lo suyo no es grave— con el patético Gerry a su lado. Ella parpadea y rememora imágenes de los lugares que —la “otra” Helen— frecuentaba con James; en especial el puente que su abuelo ayudó a construir como operario, el puente de sus desesperos por los desengaños, el puente del primer beso a James y de su reconciliación final. El puente como imagen de unión de dos orillas, el puente aquí como símbolo de unión de dos vidas —las de Helen— que finalmente convergen.

Esa Helen despierta en el sentido amplio de la palabra y por fin empoderada manda a Gerry que se vaya para siempre de su vida. Y le dan el alta, se nos muestra que James también se encuentra en ese instante en el hospital por su anciana madre. Helen entra en el ascensor en el cual está aquél, a ella se le cae un pendiente —como en el día del desdoble— que James vuelve a recoger y a su “gracias”, él le responde su recurrente: “Anímate, ¿sabes lo que dicen los Monty Python? Y ella sorprende —a James y a nosotros— respondiendo: “Nadie espera la Inquisición Española”, se miran y se cierran las puertas correderas —las «sliding doors»del ascensor. Volver a empezar con mayor conocimiento, ¿bella fábula o bella realidad olvidada?

 

La actriz Gwyneth Paltrow en «Sliding Doors»

 

¿Azar o destino?

A menudo no valoramos el papel del azar en nuestras vidas. Parece como si no quisiéramos aceptar que —a mi entender afortunadamente— no lo controlamos todo. Por mucho que se quiera planificar, suceden cosas imprevistas. Y suele ocurrir que esos hechos fortuitos son muy importantes en nuestra vida. Quizás nunca habíamos imaginado el trabajo/oficio que realizamos o el lugar en donde vivimos o más comúnmente la persona con quien compartimos hogar.

Me viene a la mente el caso de uno de los mejores intérpretes que ha tenido la escena española, José María Rodero quien fue actor porque paseando por la calle siguió a una muchacha que entró en un teatro, iba a ensayar para una obra. Pues acabó casándose con ella y siendo un gran artista. Y es que el azar a menudo suele ser el territorio de cupido. Pero hay muchos otros ámbitos en los que el azar actúa, por poner un ejemplo clásico: cuántas personas han salvado su vida al perder —contra su voluntad y a menudo por un hecho tan fortuito como el que le ocurre a Helen con la niña de la estación— un medio de transporte que luego se accidentó.

Aunque para algunos lo del azar como actor en nuestras vidas sea una tontería, muchos hemos experimentado en nuestra propia piel estas situaciones y nos hemos dado cuenta hasta qué punto han sido determinantes en nuestro ser y estar. ¿Azar o destino? Podría ser la pregunta, es decir el azar como suerte (o desgracia) sin más o el azar —a veces reincidente— como agente de algo que tenía que ocurrir. Esa es la opción que plantea la obra, Helen y James tenían que encontrarse estaban “predestinados” a ello.

Cada cual tendrá su opinión sobre qué hay tras el azar y el destino, y en su caso sobre quién o quiénes lo manejan. A mi entender somos nosotros mismos. En otros artículos publicados en este diario ya he expuesto que entiendo esta vida tal y como la entendieron muchas civilizaciones antiguas y más recientemente personas de reconocido prestigio como Albert Einstein o Jorge Luis Borges. el mundo como una extraña Matrix o Maya de apariencia muy real en el que transitamos como avatares inconscientes —o en el olvido— de nuestra verdadera Realidad fuera de ella.

Así puede entenderse —es mi sentir— este mundo extraño como un juego, doloroso a menudo pero juego en el que jugamos de mutuo acuerdo, en sabias palabras de la gran Gloria Fuertes: “Juego con fuego, pero juego”. En este sentido sirve para hacerse una idea el ejemplo de la película de Steven Spielberg Ready Player One en la cual las personas juegan a un juego o Matrix de apariencia muy real gobernando distintos personajes dentro de ella. O la plena consciencia está en las personas Reales fuera de esa gran Matrix, no en los avatares; tanto los de adentro como los de afuera sienten pero sólo estos últimos —en su condición de Reales— saben la verdad, la verdad de su azar que es ayuda hacia su destino olvidado.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Sliding Doors (1998), del realizador inglés Peter Howitt.