Concierto 14 del Ceac de la Universidad de Chile: Con un solista doliente y expresivo

El último programa regular de la Orquesta Sinfónica Nacional, se prestó para el lucimiento del violinista chileno Héctor Viveros, quien interpretó de una manera correcta y estéticamente acorde -en compañía de la agrupación laica y universitaria, dirigida por su conductor titular Leonid Grin-, el famoso Concierto Fúnebre dedicado a ese instrumento, del compositor alemán Karl Amadeus Hartmann. También, se ejecutaron el Vals Fantasía del ruso Mijaíl Glinka, y la Sinfonía Nº2, de Sergei Rachmaninov.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 29.10.2017

Siguiendo con la estela de maestros rusos la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile nos presentó un programa con obras de Mijail Glinka y Sergei Rachmaninov. A éstos se les unió el compositor germano Karl Amadeus Hartmann.

De Mijail Glinka (Novospásskoie, 1804 – Berlín, 1857) se interpretó su Vals Fantasía para orquesta terminada en 1856, poco antes de su muerte. Es una obra ligera compuesta para orquesta reducida con sección de cuerdas, dos cornos, un trombón, dos trompetas, dos fagots, dos clarinetes, dos oboes y dos flautas traversas. Las cuerdas mostraron un sonido lírico y controlado de los violines con líneas largas y contrastantes de los chelos. La orquestación incluía un tema iniciado por el trombón y continuado por el fagot, en una superposición tímbrica. Así, también, hubo cambios de color al incluir el triángulo mientras las cuerdas tocaban en piano un stacatto. La conducción ligera de Leonid Grin, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, nos transportó a una elegante fiesta en los salones del Palacio de Invierno y luego al Museo del Hermitage, en donde los invitados bailaban este vals compuesto por Glinka.

Antes de comenzar con el Concierto Fúnebre para Violín Solista (Héctor Viveros, concertino de los violines primeros de la Orquesta Sinfónica de Chile) y orquesta de cuerdas, del compositor alemán Karl Amadeus Hartmann (Múnich, 1905 – Múnich, 1963), el director Leonid Grin, relató brevemente a la concurrencia la historia de la partitura que se interpretaría. Desde su hogar el compositor germano divisó por la ventana como un grupo de al menos 20 mil personas, conformadas por judíos, gitanos, homosexuales y otras minorías, eran conducidos por fuerzas alemanas hacia un campo de exterminio. Esto lo impresionó profunda y negativamente y facilitó la composición del Concierto Fúnebre.

El solista comienza con un tema doliente, triste y nostálgico, casi a capella, mientras la orquesta ofrece un contrapunto inquietante. Las intervenciones se suceden entre la orquesta y el solista. A veces el discurso opresivo del violín es contrarrestado por una línea de los bajos. La técnica del solista al tocar notas muy agudas en piano exacerba el sentimiento de desesperación de la obra. Durante todo el movimiento hay un juego de solos y tutti terminando en una nota larga tocada por el conjunto.

El segundo movimiento comienza por un tema opresivo y angustioso desarrollado por la orquesta. El discurso del solista comienza a desarticularse mientras la agrupación ejerce presión con temas contrastantes. El director conduce con tiempo seguro e implacable. De pronto la Sinfónica Nacional se calma y el solista comienza un tema resignado y doliente, acompañado orquestalmente en todos sus matices, terminando en una nota larga que se pierde.

En el último movimiento el tono se vuelve más claro y contemplativo con largas y sostenidas frases orquestales. El solista interviene con una melodía trágica y desesperanzadora a la que el conjunto se suma en un acompañamiento casi inexpresivo, mientras la voz del violinista se agota para terminar en un gemido de angustia. Gran trabajo del violín solista al mantener el sentido del discurso y de la orquesta en un acompañamiento activo y respetuoso. Dirección expresiva y precisa.

Con la Orquesta Sinfónica en pleno se presenta, por último, la Sinfonía Nº 2 (1907) del compositor, director y pianista ruso Sergei Vasílievich Rachmaninov (Semiónov, 1873 – Beverly Hills, 1943). Esta obra pertenece a un periodo particularmente creativo del autor pues en un lapso de 3 años, además de su Segunda Sinfonía, compone «La isla de los muertos» y sus Concierto para piano y orquesta Nº 3 y Nº 4 (1909).

Al inicio del primer movimiento el tema pasa por los violines primeros, segundos y violonchelos, mientras los bronces exponen un contra tema. Los violines tocan un segundo tema con acompañamiento en pizzicato de chelos y de contrabajos. El tema es retomado por violines y violas. Los vientos tocan un reverso contrastante de notas sostenidas y largas. La dirección acentúa los cambios dinámicos de la partitura. Faltó un mejor entendimiento en cuanto al color y al ritmo entre las secciones de cuerdas y de bronces.

A veces el elevado volumen de las cuerdas no dejaba apreciar las sutilezas de cornos y de maderas. El movimiento termina con un tercer tema iniciado por las cuerdas y retomado por la orquesta en pleno.

El segundo movimiento se inicia con una fanfarrea de violines y de cornos continuado por una pequeña fuga. El segundo tema es presentado por los violines con el contraste de los cornos. La percusión de la batería acompaña una fuga de las cuerdas. Se suceden continuas variaciones del tema utilizando todas las secciones orquestales. La Sinfónica se mostró equilibrada y ordenada en los cambios de tempos y de carácter.

En el tercer movimiento un tópico suave y melódico es presentado por las cuerdas y continuado por el clarinete. Juegos de oboe y de fagot. El director logra una maravillosa expresividad de la orquesta. El tema se desarrolla hasta un clímax orquestal en tutti, para luego decrecer. Un segundo tema es expuesto por diversos instrumentos como oboe, flauta, y cornos. Ambas tramas musicales son contrastadas por violines y por bronces con repeticiones y variaciones.

El último movimiento se inicia con un tutti en forte en un tema descendente y un segundo tópico exhibido por maderas. Ambos temas con carácter de fanfarreas se desarrollan con variaciones. Los músicos ejecutan al pie de la letra los cambios dinámicos exigidos por el director. Nueva fuga orquestal con distintos matices expresivos.

Los violines y violas retoman las argumentaciones principales con acompañamiento e incorporación de la percusión en un fortísimo para arribar al final de la partitura. En este movimiento se vuelven a hacer patentes las dificultades para acoplar la sección de vientos (bronces y maderas) con las cuerdas, cuando tocan en conjunto. La Sinfonía Nº 2 de Sergei Rachmaninov representa un desafío en cuanto a su exigencia mental y física, pues no da tregua o descanso a la orquesta durante todo su desarrollo.

La temporada 2017 de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, continuará con su concierto 15, el cual se llevará cabo el próximo viernes 4 y el sábado 5 de noviembre: se interpretarán el Réquiem, del compositor ruso Alfred Schnittke, y la Sinfonía Nº15, en La Mayor, del también autor eslavo, Dmitri Shostakovich, en presentaciones que estarán, nuevamente, bajo la dirección del maestro Leonid Grin. El lugar: el tradicional Teatro Baquedano, en Plaza Italia, a las 19:40 horas.

 

El violinista chileno Héctor Viveros (1975) interpretó el Concierto Fúnebre de Karl Hartmann, bajo el tono de una estética musical trágica y desesperanzadora

 

 

Crédito de las fotografías: Josefina Pérez, del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile