«Thor: Ragnarok»: Un héroe demasiado humano

El gran tema de este largometraje no es la salvación de Asgard, sino el camino de Thor para convertirse en rey y dios de su pueblo. Se trata de un titán adolescente, inconsciente de su verdadero poder, todavía oscurecido por la sombra de su padre Odín, y cuya amenaza es una hermana de la que nunca escuchó hablar, diosa de la muerte, que viene para destruir Asgard, su casa.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 30.10.2017

El universo de los comics estadounidense es pagano y Thor no hace más que confirmar algo que ya sabíamos: que los súper héroes son pequeños dioses pero que algunos derechamente pertenecen al mundo divino –Aquaman, Thor y la Mujer Maravilla-. Estos dioses tienen todas las características que los griegos atribuían a éstos: las pasiones y debilidades de los hombres, pero poderes inmensos y la inmortalidad. Para aquellos cuya genealogía era el encuentro de un ser divino y otro mortal, los superpoderes quedaban, pero la promesa de la inmortalidad permanecía supeditaba al Destino que, implacable, decidía la existencia de los semidioses.

Los griegos explicaban que la hybris, la esencia del hombre y de los dioses, tenía como límite de sus acciones la naturaleza, y la ofensa a ésta, por decirlo así, era no ser fiel a esas capacidades y quedar en deuda con el Destino, que estaba escrito y que había de ser cumplido tal como Aquiles, cuya vida sería desconocida si vivía hasta viejo, o gloriosa si moría joven en Troya. Para la hybris, el mundo terrestre y de los iguales es un accidente respecto de sus propias posibilidades. Ahora bien, podemos trasladar esas categorías helénicas a la saga de la mitología nórdica, donde Thor es ante todo un héroe que despierta pasiones, toma cerveza y disfruta de la guerra.

Las limitaciones de un dios como Thor, no son otra cosa que sus propias dudas y resquemores, su falta de conciencia de su responsabilidad, y la espera de otro que decida por él. Este es un Thor (Hermsworth) sufrido, bastante humano y además vulnerables a pequeños artilugios. Esto es lo contrario de Aquaman, quien tiene perfectamente clara su misión y da una larga perorata acerca de su genealogía, poderes y súbditos. Thor, aquí, en cambio, no conoce bien su poder ni su importancia en ambos mundos, el de lo divino y el asgardiano.

Sólo hay algo, poco divino, convengamos, y es que a Thor le importa la gente (no se sabe si es la opinión o su voluntad de protegerla). En realidad, se trata de un guiño posmoderno, para un dios al que la gente nada más es un dato, pero aquí nos lo ponen como importante, aunque nunca se ven grandes manifestaciones a su persona sino al final, cuando todo se ha consumado para bien y para mal.

El Thor, algo adolescente, es diferente de Linterna Verde, bastante precario, o del Hombre Araña, más bien proletario. Thor lleva la pesada sangre azul a la vez que su naturaleza divina como dios del Trueno. Sus responsabilidades son excesivas para un muchacho algo frívolo, y que se toma todos los acontecimientos con humor. Quizás el humor le aliviana la sangre y permite que la película gane en frescor.

Junto a Thor esta Loki, dios de la risa y del engaño, de quien nadie puede confiar. Odin como una suerte de Obi Wan Kenobi que está en el inconsciente. Una atractiva valquiria, última de su especie antes de ser aniquilada por la malvada Hela, y finalmente un siempre ambivalente Hulk, y un par de guardianes del paso a otra dimensión de distinto valor, pero que se reivindican igual.

Dada que la amenaza es la extinción del mundo de Thor –el Ragnarok- parece obvio que tales tareas pueden ser mucho peso para nuestro súper héroe, más cuando es capturado por una esclavista en un nada glamoroso planeta-basurero, y el cual demuestra que un dios no necesariamente es un omnipotente, del mismo modo que Hulk en la versión anterior le dio una lección sin par a Loki, su hermano. Esta vez es un comerciante de ambigua sexualidad (Jeff Goldblum), quien le da una lección notable de humildad, y su poder es tan grande que sólo se anima a escapar de él… un dios.

Es que, para los antiguos politeístas, la existencia de la inmortalidad no elimina ni las pasiones, ni los dolores, ni los errores en los dioses. Solamente amplifica estas cuestiones a nivel de los mortales terrestres o asgardianos , que son el decorado de sus acciones. El gran tema de este largometraje no es la salvación de Asgard, sino el camino de Thor para convertirse en rey y dios de su pueblo. Es un Thor adolescente, inconsciente de su verdadero poder, todavía oscurecido por la sombra de su padre Odín, y cuya amenaza es una hermana de la que nunca escuchó hablar, diosa de la muerte, que viene para destruir Asgard, su casa. Y la gracia de esta película, es que lo presenta de modo juvenil, dubitativo, donde Thor sufre más que Superman, y además se ríe y toma cerveza igual que nosotros, no como el aburrido hombre de acero.

 

Thor: Ragnarok, 2017, dirigida por Taika Watiki (Nueva Zelandia). Elenco: Chris Hermsworth (Thor), Cate Blanchett (Hela), Anthony Hopskin (Odín), Tessa Thompson (valkiria), Jeff Goldblum (el comerciante). Estados Unidos.

 

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