[Crítica] «Amanda Labarca»: La insegura privacidad de una mujer

El primer monólogo escénico que la actriz nacional Ximena Rivas interpreta en su carrera —e inspirado en la biografía de la conocida pedagoga feminista chilena del siglo XX— tendrá dos nuevas y extraordinarias presentaciones para este sábado 20 y el próximo domingo 21 de mayo, en la sala principal del Centro de Extensión del Instituto Nacional (Ceina).

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 17.5.2023

No es el personaje que inspira a esta obra, la sustancia artística que predispone a los espectadores a interesarse en sus funciones: es la actuación de Ximena Rivas, quien debutante en los esfuerzos dramáticos y escénicos de un monólogo, reinterpreta en la memoria colectiva a Amanda Labarca, y a otros personajes de nuestro pasado republicano. A Elena Caffarena y al expresidente Gabriel González Videla, por ejemplo.

Concebida por la dramaturga Isidora Stevenson, dirigida por Manuela Oyarzún y protagonizada por la mencionada Rivas, el presente montaje es el resultado de una exhaustiva investigación en torno a la biografía y el trabajo de Amanda Labarca (1886 – 1975), una de las figuras más relevantes del feminismo en Chile durante la primera mitad de la centuria pasada, y quien destacó como académica universitaria, escritora, crítica literaria, embajadora y finalmente como una activista política, militante del antiguo Partido Radical.

Así, la piedra angular de esta puesta en escena, deviene en proyectar como un halo de reveladora luz (en complicidad con la iluminación de su diseño integral), la intimidad de un personaje público del cual, más allá del liceo dependiente de la Municipalidad de Vitacura bautizado con su nombre, sabemos bien poco.

Pero no cualquier privacidad, sino que la de sus tratos con figuras relevantes de su época, como los ya citados  Caffarena y González Videla, famoso ese último, por haber promulgado la famosa Ley Maldita en contra del Partido Comunista y de sus militantes, además de pertenecer a la misma agrupación que la de Labarca.

Cae la noche santiaguina —esa perdida del día 7 de enero de 1949—, un par de llamadas telefónicas, y a través de esos diálogos imaginarios (y desmesurados), Ximena Rivas ejerce los registros adecuados, sin exceder la línea que separa a la credibilidad de la exageración, con el fin de verbalizar y de corporizar, las dudas de una mujer, en la visión de Stevenson, presa del miedo.

Un temor que evidenciaba la incredulidad que la misma Labarca guardaba acerca de sus logros y victorias cívicas, las cuales debían tener su máxima expresión, con la conquista del voto político universal para las mujeres, y la ratificación de este derecho, con la promulgación de la ley respectiva, en una ceremonia que se llevaría a cabo al día siguiente, en las dependencias del elegante Teatro Municipal de Santiago, como si de un hecho cultural se tratase (y de hecho, lo era).

 

La soledad de una señora normal

El libreto de Stevenson —sin ser una joya del género ni menos una cumbre de la literatura «del yo»— es continuado, y claro, pese a los riesgos inherentes a la puesta en escena de un monólogo que entromete a diversas voces ajenas en su singular campo diegético, y enlaza sin forzarlo lo que de imaginación literaria y teatral, podría haber tenido el fluir interno y combativo de Labarca.

Pero esas páginas estarían lejos de ser ensalzadas en su fundamental significado estético, por último, sino fuera por la simbólica actuación de Ximena Rivas. Y por el entendimiento que esa minuciosa y detallista interpretación consigue, en su equivalencia a los imperativos dimensionados, y requeridos a su vez, por la dirección teatral, a cargo de Manuela Oyarzún.

Otro tanto hace el maridaje, por decirlo simplemente, de ese exigente desarrollo que de su personaje, efectúa la actriz nacional, ante las respuestas obtenidas desde el diseño integral del montaje, en especial por parte de la iluminación que se manifiesta al modo de un elemento sensitivo (y de una espiritual resonancia emocional), sobre el escenario de la sala CEINA.

La soledad de Labarca, más allá de la contradicciones propias de la coyuntura política de su época y de su mismo camino público (inclusive llegó a ser columnista del diario El Mercurio…), terminan por constituir la orfandad de cualquier mujer que en su íntima cotidianidad —parece explicarnos esta obra—, se ha planteado como propia la causa feminista y la demanda por la igualdad de derechos y de obligaciones ante la ley, tanto de hombres como de mujeres, en la trayectoria vital del Chile contemporáneo.

 

 

 

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Dramaturgia: Isidora Stevenson Bordeu | Dirección: Manuela Oyarzún Grau | Actuación: Ximena Rivas Hanson | Asistencia de dirección: Bárbara Vera Cabrera | Diseño integral: Loreto Martínez Labarca | Música: Esteban Oyarzún Grau | Producción: Javiera Vio Valenzuela | Producción ejecutiva: Javier Ibacache Villalobos | Prensa: Claudia Palominos Elgueda.

Funciones este sábado 20 y el próximo domingo 21 de mayo. Sábado a las 20 horas, y domingo a las 19.30 horas, en el Centro de Extensión del Instituto Nacional (Ceina), calle Arturo Prat N° 33, Santiago.

Venta de entradas en las boleterías del teatro y a través de este enlace.

 

 

Ximena Rivas en «Amanda Labarca»

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Cristián Vidal.