[Crítica] «Misántropo»: Un pajar de malestar social

El debut con esta obra, del realizador argentino Damián Szifrón en el circuito cinematográfico estadounidense de primer nivel —y la cual se exhibe actualmente en la cartelera local—, demuestran a un director que apuesta por la simpleza y por la solidez de sus conceptos audiovisuales, a fin de patentar un estilo donde prevalecen la sorpresa dramática y lo impredecible, en la elaboración argumental de su guion y de sus secuencias.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 16.5.2023

La última película del cineasta argentino Damián Szifrón, Misántropo (To Catch a Killer, 2023) es su primer largometraje después del increíble éxito de Relatos salvajes (2014).

Esta larga pausa estuvo motivada por un fallido proyecto cinematográfico en el que Szifrón estuvo involucrado y que después de tres años no pudo ver la luz: la película sobre la serie El hombre nuclear. Ahora, para su debut en el mercado anglo internacional, el tema que eligió es un relato de género, en este caso un thriller policial que va tras la caza de un asesino múltiple, de ahí su nombre en inglés.

La narración se inicia de manera trepidante. Durante los festejos de año nuevo en Baltimore, con la gente celebrando y los juegos de artificio de fondo, un asesino comienza a disparar a la muchedumbre. Después de movilizada toda la policía, en medio del ruido de las fiestas que no amainan, se descubre que el origen de los disparos es un departamento de un edificio que domina la vista de la ciudad.

De esta forma, los carros policiales acuden de inmediato al lugar y al acercarse a la vivienda, esta explota. Todo se convierte en un caos y una joven agente, Eleanor Falco (Shailene Woodley), llega a la habitación a la vez que lo hacen los bomberos y gendarmes especializados. Este intenso inicio ocurre dentro de los primeros 10 a 15 minutos, en un tráfago de información e imágenes que captan la atención del espectador.

La secuencia inicial es de una pericia técnica y narrativa que predispone a encontrarse con una historia donde primaría la acción, pero aquí justo se corta todo el comienzo arrollador y comienza la historia que quiere mostrar el director argentino.

 

Una visión sombría de la sociedad

Eleonor Falco es reclutada para ir detrás del asesino que no ha podido ser identificado. Al frente del equipo está el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn), que ve en Falco un halo especial y junto a otro detective, Mackenzie (Jovan Adepo), se ponen tras la pista del tirador.

De la interacción entre Falco y Lammark descansa el grueso de la narración. Ella es presentada como una policía que carga un pasado problemático, que vive de manera solitaria, y que tiene una intuición que la hace entender mejor que nadie al actuar del criminal. Por esto es quien mayores chances tiene de dar con él.

Y Lammark, un detective experimentado, que se mueve muy bien en los derroteros políticos, le enseña a Falco que el trabajo policíaco también es una labor en equipo, donde se debe equilibrar la investigación con los distintos poderes que presionan para lograr rápidos resultados.

Y todo matizado con una visión sombría de la sociedad. Una comunidad fulminada en sus cimientos, con una casta de políticos corruptos e inútiles, que no solucionan nada pero aman estar en pantalla.

Una ausencia de lazos sociales y de sentido de comunidad. Un odio racial exacerbado. Y un colectivo donde los individuos están entregados a sus impulsos. No es raro que con todos estos antecedentes, alguien termine detestando a la especie humana.

En este aspecto, la búsqueda del homicida se transforma en encontrar a una aguja en un pajar de malestar social.

 

Un vigoroso thriller

Lo notable de la película es que no oculta su vocación de «género», y se vincula a otras obras como, por ejemplo, Siete pecados (1993), en relación a la estética opresiva y pesimista de la sociedad.

Además, la otra realización con la que tiene una evidente conexión es con El silencio de los inocentes (1991), sobre todo en esa vocación de aprendiz de Eleonor, una suerte de Clarice Starling, pero de la calle. En vez de tratar de salvar a los corderos, ella huye de los demonios que alguna vez la tuvieron entre sus fauces.

Misántropo funciona más allá de lo que se espera. Fuera de un par de vueltas de tuerca que están dentro de lo esperable, o que pueden sonar a lugares comunes para este tipo de cintas, Damián Szifrón muestra oficio y se siente cómodo en esta realización que viene a engrosar el conjunto de títulos sobre asesinos seriales.

Entre medio de tantas imágenes, la pareja protagónica de Leonor y Lammark funciona de forma solvente, dotando a la historia de un buen pilar sobre el cual se sostiene este vigoroso thriller.

Y si bien el título en español Misántropo es mucho más sugerente que el escogido en lengua inglesa, de alguna manera orienta al espectador a entender los hechos en cierto sentido. En ese caso era preferible el anodino y manoseado título en inglés To Catch a Killer, que sería algo así como «atrapar al asesino».

Y se hubiese agregado «algo más» para no predisponer al espectador, hubiese quedado como: «Atrapa al asesino y algo más», que resume el alma de este entretenido largometraje de ficción.

 

 

 

***

Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Misántropo (2023).