[Crítica] «Blackbird»: El olvido está lleno de una memoria brutal

El montaje exhibido en el contexto del Festival Santiago a Mil —y conducido por el director argentino Claudio Tolcachir— no es simplemente una historia de abusador y de víctima, es un drama con una retórica que sorprende, y donde sus diálogos sumergen al espectador en un mundo de amor y de odio, pero también de sometimiento y de poder, interpretado con excelencia por los actores Carolina Arredondo y Néstor Cantillana.

Por Miguel Alvarado Natalí

Publicado el 13.1.2022

Blackbird del dramaturgo escocés David Harrowen, es una obra que ya ha sido premiada y muy bien recibida en Bradway. Y ahora llega a la cartelera de Santiago a Mil 2022 en el Teatro Municipal de Las Condes.

El montaje cuenta con la actuaciones de Carolina Arredondo y de Néstor Cantillana, quienes son dirigidos por el argentino Claudio Tolcachir. Los actores interpretan a una pareja que se vuelve a encontrar quince años después de haber vivido una relación abusiva cuando ella tenía 12 y él 40.

Ray de 55 años interpretado por Néstor Cantillana, está a cargo de una bodega de mantención donde llega a visitarlo Una, de 27, papel que recae en Carolina Arredondo. La joven viene a remover el pasado oscuro de Ray, quien hasta se ha cambiado de nombre, pero Una lo encontró a través de una foto en una revista con sus colegas de empresa.

Aquí comienza a escarbarse ese recuerdo de niña inocente, pero a la vez enamorada que tiene Una de su niñez, cuando apenas tenía 12 años y ese trauma que le provocó ese episodio, que la hace volver una y otra vez a ese instante en que fue abandonada en un cuarto de hotel.

Una no para de interrogar y reprochar a Ray por ese abuso sexual y el porqué esa huida, cuando ella solo esperaba que él regresara con chocolates. «Te odié, te odié mil veces, te llegue a sacar los ojos», le grita.

En cambio Ray trata de justificar y explicar lo inexplicable. Su condena fue de cuatro años de prisión, pero podrían haber sido diez, sí esta niña —luego de perder toda su inocencia— hubiese contado toda la historia, pero desde el principio lo defendió.

El planteamiento de la seducción y ese encantamiento que Una provocó en Ray quedan agotados con las palabras desgarradoras de Una que le encara por qué no puso atajó a esa relación y sin importarle sus escasos 12 años, dejándola sola, sangrando profusamente por la inaugural penetración… y enamorada.

 

Carolina Arredondo: Correcta y brillante

Blackbird nos hace pensar en Lolita del director Adrian Lyne, de 1997, donde Dolores también tiene 12 años, pero ella nunca estuvo enamorada de su padrastro y el sexo era solo por interés. Acá en Blackbird se da esa locura de amantes adolescentes, pero sin perdernos que no lo son.

El abuso sexual se ve menos dramático y bordea una especie de romanticismo entre los protagonistas. Será que de las confesiones que hace cada uno de lo que pasó aquella tarde, se desprenda y se entienda que quedaron unidos para siempre, aunque no se volvieran a ver nunca más.

Entonces esto hace que no le podamos llamar a este triste y doloroso episodio, una violación. O tal vez el hecho de que ella al parecer siga enamorada hace menos grave el asunto, a pesar de que Una es la víctima en todo esto.

Con una escenografía un poco sobrecargada que recrea una bodega con elementos de mantención, que van desde tambores con algún tipo de solventes, ventiladores, escaleras de tijeras, casillero de ropa y que sirve además de comedor para los trabajadores.

De todos modos la régie es funcional para el buen desplazamiento escénico que tienen los actores, los cuales van ocupando todo lo que tienen a su alrededor y se crea esa atmósfera ideal, con personajes complejos y que ambos actores los sacan adelante airosamente.

Carolina Arredondo asume este rol con mucha fuerza y valentía, ya que aquí no se trata de gritar —el violador eres tú— porque su personaje es contradictorio, tanto es así que no le incomoda llegar a tener sexo con quien fue su abusador. Su actuación es correcta y brillante.

En tanto, Néstor Cantillana no se queda atrás en el libreto de pederasta. No es solo la pasión para asumir este tipo de personajes, sino la entereza y preparación psíquica para dar con el verdadero rostro de un agresor sexual.

Blackbird no es simplemente una historia de abusador y de víctima, es un drama con una retórica que sorprende, sus diálogos sumergen al espectador en un mundo de amor y de odio, pero también de abuso y de poder. Desde comienzo a fin se palpa un contrasentido.

Se empieza con la premisa de condenar al abusador sexual y se termina simpatizando con él. La confrontación que hace la victima va pasando poco a poco en un deseo erótico incontrolable por el victimario. Es el recuerdo que nadie quiere recordar, salvo estos personajes que necesitan saber qué fue lo que les ocurrió, para que se transformaran en dos vidas perdidas y destrozadas.

La trama puede ser dura y a ratos incomodar al público, especialmente lo sorpresivo y genial que es el final. Es un montaje actual, vibrante y conmovedor que es necesario ver.

Blackbird se exhibirá hasta el próximo domingo 16 de enero en el Teatro Municipal de Las Condes y también tendrá una función el próximo miércoles 26 en la ciudad de Concepción, siempre en el contexto de una nueva versión del Festival Santiago a Mil.

 

Ficha artística

Dirección: Claudio Tolcachir |Dramaturgia: David Harrower |Traducción: Alejandro Tantanián | Asistente de dirección: Stephie Bastías | Elenco: Carolina Arredondo y Néstor Cantillana | Una coproducción de Fundación Teatro a Mil y Timbre 4.

 

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Miguel Alvarado Natalí (Santiago, 1968) es periodista de profesión y escritor de oficio y vocación. Ha publicado los poemarios Estaciones (1997) y Barrio Yungay (2012), y la novela Calle Dieciocho (2001).

 

 

 

Miguel Alvarado Natalí