En esta ocasión la editorial barcelonesa Alba ha reeditado uno de los grandes clásicos del siglo XIX, firmado por Fiódor Mijáilovich Dostoievski, quien es, junto con Pushkin, Gógol, Turguénev, Tolstói o Chéjov, uno de los escritores rusos más apreciados.
Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda
Publicado el 27.9.2023
Alba Editorial, se caracteriza por el cuidado con el que ha editado, a lo largo de estos años, a autores clásicos. Como recuerda Luis Magrinyà, director de las colecciones de clásicos:
«Hemos sacado los clásicos de las vitrinas del museo y los hemos puesto a convivir con las novedades. También hay que decir que lo hemos hecho con sensatez, creo. Es decir, no hemos bajado del siglo XVIII, nos hemos mantenido casi siempre dentro de la tradición occidental y hemos seguido la obra de los autores que tienen mejor recepción (aunque aquí te llevas sorpresas, porque hay autores, como Goncharov o en cierta medida Melville, que triunfan con un libro pero no con otros)», asegura el también escritor español.
En esta ocasión la editorial barcelonesa ha reeditado uno de los grandes clásicos del siglo XIX: Crimen y castigo, de Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821 – 1921). El escritor moscovita es, junto con Pushkin, Gógol, Turguénev, Tolstói o Chéjov, uno de los narradores rusos más apreciados.
Sin embargo, no siempre fue así. Recordemos las palabras de Gorki: «¡Hay algo más que bestias y ladrones dentro de nosotros! Y Dostoievski solo los veía a ellos».
Entre los seguidores de la obra de Dostoievski encontramos la opinión de Robert Louis Stevenson, quien proclamaba, en el año 1887, que Crimen y castigo era el mejor libro que había leído en diez años. Nietzsche lo consideraba: «el único psicólogo que tenía que enseñarle algo».
Y Thomas Mann sentía una profunda y mística reverencia por: «los proscritos, genios, enfermos, santos y criminales que pueblan su obra… los mismos personajes que Proust adoraría porque eran más fantásticos que las figuras de la Ronda nocturna de Rembrandt».
La inevitable expiación
Crimen y castigo parte de un original titulado Los borrachos, en el que Dostoievski quería plasmar las consecuencias del alcoholismo en el ámbito familiar. Los inicios de la escritura de esta obra coincidió con la etapa más oscura del escritor ruso, su hermano acababa de morir y tuvo que hacerse cargo de su viuda y sus hijos. Sin embargo, con la aparición de Raskólnikov en escena, el tema de la novela sufre una transformación.
El personaje protagonista de Crimen y castigo se ha convertido en uno de los grandes mitos de la literatura universal: «Un joven de veintitrés años, inteligente, cultivado y extraordinariamente bien parecido, pero andrajoso, dejado, negligente con sus estudios y tristemente alojado en un cuartucho. Desde el principio acaricia el plan de robar y matar a una mezquina usurera, pensando que su despreciable moralidad y el buen servicio que podría dar a los bienes robados justifican el crimen».
De esta forma, en esta obra magna, asistimos al deambular, por las calles de San Petersburgo, de un personaje desorientado que trata de justificar el asesinato como medio adecuado para alcanzar unos fines más elevados. Una parábola que nos habla de los actos transgresores que cometemos y de su inevitable expiación.
Como señala Tamara Djermanovic en su ensayo, El universo Dostoievski: «El atractivo que sigue despertando la voz de Dostoievski se debe fundamentalmente al haber bajado a las profundidades del alma humana y descrito los cielos y abismos que allí se encuentran. Muchos lectores citan Crimen y castigo como la primera novela que les atormentó el alma. Incluso hoy en día algunos estudiantes se acercan para confesar que la lectura de este libro les produce una atracción febril o insomnio. El universo del escritor ruso nos es hasta peligrosamente actual y cercano; a veces cuesta establecer una distancia prudente».
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Eduardo Suárez Fernández-Miranda es licenciado en Derecho de la Universidad de Sevilla (España).
Imagen destacada: Fiódor M. Dostoievski.