[Crítica] «El extraño»: Los sinsabores del verdadero policía

El filme del realizador australiano Thomas M. Wright —disponible para su visionado en la plataforma de streaming Netflix—, se encuentra protagonizado por los actores Joel Edgerton y Sean Harris, y su argumento se inspira en un hecho criminal que tuvo amplias resonancias mediáticas en Oceanía (el secuestro y asesinato de un niño de 13 años, en 2003, por parte de un pederasta serial).

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 31.11.2022

La película El extraño (The Stranger, 2022) se presentó en el Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard y este mes llegó al streaming de Netflix. La realización dirigida y escrita por Thomas M. Wright, se basa en una serie de hechos reales acaecidos en Australia, entre los años 2003 y 2011.

De esta forma, la narración se centra en Mark (Joel Edgerton), policía infiltrado quien busca entablar amistad con Henry (Sean Harris), un exconvicto, sospechoso de secuestro y asesinato. Mark intentará crear un lazo de confianza con el delincuente, para que este en algún momento confiese el presunto crimen.

Ahora bien, la trama no es sencilla. De hecho, en un primer momento cuesta entender lo que ocurre. En este thriller policíaco, las imágenes no están al servicio de la narración pues lo primero que hacen es crear una atmósfera, un ambiente ominoso y asfixiante. Entre las imágenes y la música, se tiene la sensación que algo horrible ha sucedido (o está sucediendo) pero no existe precisión de qué específicamente.

La narración va dando indicios de la línea dramática a cuenta gotas. Vemos a Henry conversar con un pasajero en un bus, Paul. Luego a Henry acepta acompañar a Paul, a un encargo. «Nada de violencia», menciona Henry. Hasta que se encuentra con Mark, que se presenta como un misterioso hombre que lo conduce por distintos encuentros con personajes en acciones no muy claras. Lo único evidente es que Mark muestra a Henry un pasaporte en blanco.

Su actividad, y por lo tanto de su grupo, es limpiar antecedentes de personas y proporcionarles una nueva identidad. Para esto, los candidatos deben ser lo más sinceros posible para no encontrarse con sorpresas sobre hechos antiguos en los que hayan participado: «Todos tenemos historia. Todos tenemos pasado», dice Henry.

 

Una estética del agobio

En contraste a esta suerte de errar de los personajes, el relato muestra a Mark con su hijo en casa. Padre divorciado, se lo ve cariñoso con su hijo cuando está con él. Sin embargo, la tensión del trabajo le va pasando la cuenta y en algunos momentos la presencia de Henry la siente más de lo debido.

Así, el relato se centra en lo sicológico, cómo policía y agresor van sintiendo la presión de los acontecimientos. De esta manera, los policías perciben que Henry está a punto de colapsar y derrumbarse para confesar los detalles del crimen, por eso insisten con el plan. No obstante, también Mark se siente sobrepasado y pareciera que en cualquier momento entra en una crisis y abandona su servicio clandestino.

Este juego de gato y de ratón es lo mejor de la historia. La narración pone a ambos personaje como si fueran un doble del otro, desde el aspecto físico al sicológico. De aquí, se entiende al «extraño», en una suerte de «intruso», al que alude el título. Como cada personaje incide en la vida del otro. Esto favorecido por el entorno sombrío que se percibe en cada rincón de la casa, en los exteriores, en las habitaciones. Los personajes se sienten agobiados y esto los tiene atrapados a ambos.

El guion va de forma paralela mostrando una investigación policíaca a cargo de la detective Rylett (Jada Alberts) en torno a Henry. Y el espectador intuye que ambas líneas investigativas en algún momento se cruzarán. Sin embargo, la historia se da más de una vuelta (¿necesaria?) para llegar a este punto. Algo que se siente un tanto forzado.
El relato tiene ese aliento tipo True detective, el policía que trata de «comprender» al monstruo para atraparlo. Y en esta dinámica, el policía no sale indemne.

Y este es uno de los puntos controversiales de la película. Cuando se anunció la realización del filme, la familia de la víctima, en cuyo caso se basa la obra cinematográfica, no dio su consentimiento, pues sentía que se iban a humanizar los actos del sádico asesino, así como se ganaría dinero con algo tan horrendo como la muerte de un hijo.

Al respecto, el director Thomas M. Wright, se defendió diciendo que la obra cinematográfica, no vanagloriaba la violencia. De hecho, la película muestra muy poca violencia. Y para los puristas de los filmes policíacos, este crédito sugiere más de lo que termina concretando, aunque mantenga la tensión hasta el final.

Y para otros, el thriller sicológico está mejor acabado que el aspecto policiaco. En cualquiera de los casos, la realización de Wright parece estar a medias, a medias en más de una arista.

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

 

 

 

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Imagen destacada: El extraño (2022).