[Crítica] «Harmonium»: De crímenes y castigos

El filme dirigido por el realizador japonés Köji Fukada —disponible en la plataforma de streaming de Centroartealameda.tv—, corresponde a un profundo drama y thriller audiovisual que no rehuye el contraste artístico frente a una de las obras maestras del novelista ruso Fiódor Dostoievski.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 28.2.2021

Muchos años antes de publicar Crimen y castigo —novela que está por cumplir 155 años— Fiódor Dostoievski se salvó del fusilamiento y de la muerte solo para morir en vida mientras cumplía condena en Siberia. Los padecimientos que sufrió día y noche en esa cárcel de hielo forjaron un carácter y una sensibilidad que luego se trasladarían a su obra literaria.

La historia de Raskólnikov, el estudiante que cree estar más allá del bien y del mal y que pone a prueba su teoría, manchando sus manos con sangre en el camino, por un bien que considera mayor, quizá poco tiene que ver con la premisa de Harmonium, pero en las venas de este proyecto dirgido por Koji Fukada campea el existencialismo de esa obra literaria.

Hay un crimen, un pasado y sus consecuencias extendiendo sus garras hasta el presente. Hay venganza, tensión y hasta un asomo de esperanza y redención que tendrá que atravesar, sin embargo, la vía espinosa de la expiación.

La trama es sencilla y se desenvuelve sin premura, marcando la tensión desde el principio: a la casa de Toshio (Kanji Furutachi) y Akié (Mariko Tsutsui) llega Yasaka (Tadanobu Asano), un viejo conocido del primero. Lo han liberado de la prisión hace poco y busca trabajo. Toshio le ofrece uno en su taller.

Akié, una protestante devota tal como su hija, no está muy convencida, pero lo acepta, porque es lo que haría un cristiano. Sin embargo, de esta relación forzada cualquier cosa puede salir y no pinta bien.

Los puentes que se podrían establecer entre Harmonium y la obra de Dosotoievski, en un comienzo, no parecen muy evidentes, pero Fukada no quiere calcar al ruso, sino contar una historia que corre por una vía paralela y de la cual se pueden sacar conclusiones similares.

Por lo mismo, deja que la cámara estudie a estos personajes, que se relacionen y muestren quiénes son, qué piensan y lo que sienten y todo en función de este amigo que interrumpe la tranquilidad familiar.

Descubrimos así los sentimientos que nacen entre Akié y Yasaka, aunque no sabemos qué tan auténticos son. Vemos cómo Toshio es más que un personaje taciturno y cínico con las creencias de su mujer y de su hija, una niña que día y noche practica para dar un concierto de armonio, instrumento que el nuevo visitante parece manejar a la perfección.

Como espectadores no conocemos mucho de Yasaka, sin embargo. Nos enteramos de un crimen, un asesinato cometido a sangre fría, y de que el encierro obró cierto carácter reformatorio en su persona.

Vestido de blanco, con apostura y tranquilidad, no parece emanar hostilidad ni rencor, pero el espectador sabe que hay algo extraño detrás y que los códigos morales que Fukada presenta tienen una consecuencia en quien los incumpla. En ningún caso los enuncia a través de un personaje o una conversación.

Al cineasta nipón le basta una mirada, el juego de los actores con el espacio y el plano fijo que permite el estudio de sus emociones, las miradas y lo que ocultan entre sí. Es una forma de distanciarse de estos seres llenos de sombras para examinarlos de forma justa y compasiva.

Harmonium teje así un relato sumamente tenso y sutil. Es una historia de venganza, de un crimen y quizá de una expiación, ejes todos narrados atípicamente a través de un argumento que no deja cabos sueltos ni títere con cabeza. Fukada parece tomar prestados ciertos elementos de la moral cristiana, aunque sin ánimo apologético.

Hay una noción de pecado, de culpa y reparación, pero desde una óptica que no deja espacio para la paz y quizá ni para la gracia, al menos no de forma inmediata. Hasta cierto punto es la lógica de la tragedia griega con sus destinos inexorables y justicia ciega.

Es la misma lógica presente en El sacrificio de un ciervo sagrado de Yorgos Lanthimos, quizá sin el mismo peso sobrenatural, pero con toda su atrocidad que surge de lo que es inevitable y debe llegar a su fin.

Sin embargo —y he aquí la vía de acceso con la que Fukada se distancia de Lanthimos y Eurípides para acercarse al existencialismo de Dostoievski—, en Harmonium al haber espacio para la expiación, hay también lugar para el futuro.

Lo que no es evidente es cuándo y cómo llegará. Pero eso ni Raskólnikov lo sabía. Fukada solo se limita a sugerirlo.

 

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Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance.

Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Harmonium» (2016)

 

Tráiler:

 

 

Felipe Stark Bittencourt

 

 

Imagen destacada: Harmonium (2016).