[Crítica] «La mirada incendiada»: El color de la sangre no se olvida

El filme de la realizadora nacional Tatiana Gaviola Artigas hace reflexionar sobre el por qué, después de 35 años de los terribles hechos en los cuales se inspira su filme (ocurridos en 1986), un manifestante ya no muere quemado vivo en Santiago de Chile, pero sí pierde un ojo: es indudable que esta producción audiovisual es una contribución a la memoria de los que han dado su vida por una sociedad más justa y por la defensa de los todavía menospreciados derechos humanos en nuestro país.

Por Miguel Alvarado Natalí

Publicado el 12.4.2021

La mirada incendiada se acaba de estrenar por streaming este fin de semana, un filme de la directora nacional Tatiana Gaviola, cuya trayectoria  se remonta a mediados de los 80 con Nguillatún documental del pueblo mapuche y Tiempo para un líder, obra de no ficción sobre la vida del expresidente Eduardo Frei Montalva.

En 1988 su primera película, Ángeles relata la historia de un grupo de universitarios que tras el Golpe militar la mayoría desaparece, ya que eran ángeles, seres celestiales de carne y hueso, como decía el afiche publicitario de aquel entonces.

En 1993 dirige el largometraje Mi último hombre donde una reportera se siente atraída por un guerrillero que acaba de conocer. Mientras que en el 2009 nos entrega la cinta Teresa, inspirada en la vida de la poetisa aristocrática Teresa Wilms Montt, y quien se fugó desde un convento en Santiago hacia Buenos Aires en compañía de nada menos que Vicente Huidrobro.

Ahora Gaviola nos trae su reciente drama La mirada incendiada inspirada en el trágico caso Quemados.

Corría la mañana del 2 de julio de 1986 y el país comenzaba a vivir una nueva jornada de protesta en contra de la dictadura de Pinochet. Un grupo de personas que estaba preparando una barricada en la población los Nogales, específicamente en avenida General Velásquez fue interceptada por una patrulla de militares encabezados por el teniente Pedro Fernández Dittus, quienes detuvieron a Carmen Gloria Quintana y al fotógrafo Rodrigo Rojas, para luego rociarlos con parafina y prenderles fuego.

Los oficiales al mando del criminal operativo —que incluía tres patrullas (vehículos) de uniformados en total— fueron el coronel (r) Julio Ernesto Castañer González, el mayor (r) Iván Humberto Figueroa Canobra y el capitán (r) Pedro Fernández Dittus.

 

El martirio de Rodrigo Rojas De Negri

El rodaje comienza con la llegada desde Estados Unidos de Rodrigo Rojas De Negri quien es hijo de exiliados, a la casa de su tía y sus dos pequeñas primas. Hay dudas y cuestionamientos con respecto a su regreso al país de parte de su tía, pero también del entorno del cual se comienza a rodear Rodrigo, ya que no es el mejor momento por lo peligroso y precario que se ha puesto el Chile de 1986.

Pero Rodrigo está empeñado en conocer la realidad desde su cámara fotográfica e inmediatamente va registrando a través de su lente el barrio y luego las protestas colaborando en la revista Apsi, opositora a la dictadura.

Protagonizada por Juan Carlos Maldonado (32) a quien lo vimos en la telenovela Juegos de poder en 2019 y en la cinta El príncipe el año pasado. Ahora, en el papel de Rodrigo Rojas (19) se le ve más suelto, como disfrutando de esta actuación que es notable, pese a que hay una diferencia de edad con su personaje.

En tanto, Catalina Saavedra (La nana, La mentirita blanca) es la tía de Rodrigo y como siempre, ella se luce con estos papeles caseros y humildes. Mientras que Gonzalo Robles un actor de vasta trayectoria (Los 80, El Presidente) interpreta a Mario, un fotógrafo de estudio y  vecino que le da empleo a Rodrigo en la población.

María Izquierdo —una de las mejores intérpretes del cine nacional— es la vecina que conoce y sabe todo lo que pasa en el barrio, vinculada a la junta de vecinos. Por su parte el rol de Carmen Gloria Quintana recae en la actriz Constanza Sepúlveda, quien aparece en el tercio final de la película, pero que ha estado realizando un relato en off un tanto poético durante toda la proyección.

“Rodrigo pone sus ojos frente a Chile, Rodrigo pone sus ojos frente a los militares, en ese entonces no sabía si por valentía o por inocencia”.

No hay dudas de que esta producción nos muestra uno de los hitos más importantes y dramáticos ocurridos en Dictadura, con una atmósfera ochentera que se percibe desde el inicio y ese detalle de la estufa a parafina —al menos a mí me llevó a mi adolescencia— y esto sumado a la banda sonora de Santiago del Nuevo Extremo y a la canción de “Para seguir viviendo” de Illapu dedicada a Rodrigo Rojas, le dan esa ambientación esencial y necesaria a una narración de época. Con muy buena fotografía y manejo de cámara, además.

Más allá de que la producción tiene imprecisiones sobre la vida de Rodrigo Rojas, la cinta se quedó corta en dramatismo y contexto histórico. Hay una suerte de construir la historia breve sin los matices de un Chile que no ha cambiado tanto, y que un allanamiento de Carabineros sea tan suave como entregar una notificación, no va con la realidad de la dictadura.

Hay que entender que este suceso causó un impacto y un dolor nacional muy grande, que llegó a indignar el alma de los chilenos, a la comunidad internacional y a los organismos de DD. HH.

En definitiva se trata de una película dramática que nos tiene que hace reflexionar sobre el por qué, después de 35 años desde 1986 (cuando ocurrieron los terribles hechos que inspiran a esta obra audiovisual) un manifestante ya no muere quemado en Santiago de Chile, pero sí pierde un ojo.

Es indudable que esta producción audiovisual es una contribución a la memoria de los que han dado su vida por un país más justo y la defensa de los derechos humanos.

 

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Miguel Alvarado Natalí (Santiago, 1968) es periodista de profesión y escritor de oficio. Ha publicado los poemarios Estaciones (1997) y Barrio Yungay (2012), y la novela Calle Dieciocho (2001).

 

 

 

Tráiler:

 

 

Miguel Alvarado Natalí

 

 

Imagen destacada: La mirada incendiada (2021).