[Crítica] «Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones: La ciencia ficción del «D’Annunzio argentino»

El singular escritor trasandino además de poeta, también fue un cuentista excepcional. A decir verdad solo conocía los versos de «Lunario sentimental», pero por suerte me topé con sus libros de relatos, textos creativos donde resultó un formidable cultivador de la literatura fantástica, al igual que el uruguayo Horacio Quiroga, y que su compatriota Jorge Luis Borges.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 25.12.2020

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Río Seco, Argentina y puso fin a su vida el 18 de febrero de 1938, en la localidad de El Tigre, ingiriendo una mezcla de cianuro y whisky. 

Borges consideró a Lugones como uno de los grandes escritores de la lengua en español, además Lugones fue uno de los máximos exponentes del modernismo y junto a José Martí y Rubén Darío conforman los llamados padres de este movimiento en Hispanoamérica. 

Entre otros reconocimientos, Lugones recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y los que saben más sobre él afirman que fue uno de los impulsores de la Sociedad Argentina de Escritores. 

Lugones no solo fue poeta, también es un cuentista excepcional.

A decir verdad solo conocía su Lunario sentimental (1909), pero por suerte me topé con sus libros de relatos, Las fuerzas extrañas (1906) y Cuentos fatales (1924): fue un cultivador de la literatura fantástica, al igual que Horacio Quiroga y por supuesto Borges. 

 

Leopoldo Marechal

 

«Las fuerzas extrañas» 

El libro Las fuerzas extrañas reúne doce relatos y en ellos están presentes temas como el ocultismo, el espiritismo, las ciencias (atracción que compartieron varios de los escritores modernistas), las referencias bíblicas, además de los motivos populares.   

Las fuerzas extrañas es un ejemplo de perfección tanto por la prosa como por los argumentos de los cuentos. Los críticos afirman que influyeron en Lugones escritores como Edgar Allan Poe, Marcel Marcel Schwob y Goethe, entre otros.

El primero de los cuentos se titula  «La fuerza Omega” que trata sobre el violento poder del sonido, que uno de tres amigos descubrió creando un aparato sencillo: «Anda por ahí a flor de tierra, solía decirme, más de una fuerza tremenda cuyo descubrimiento se aproxima. De esas fuerzas interetéreas que acaban de modificar los más sólidos conceptos de la ciencia, y que justificando las afirmaciones de la sabiduría oculta, dependen cada vez más del intelecto humano».

Y un poco más adelante afirma: “He descubierto la potencia mecánica del sonido. Y como ella es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros componentes son el calor, la luz y la electricidad, la he llamado la fuerza Omega”.

“Una de esas mañanas encontramos a nuestro amigo, muerto, con la cabeza recostada en el respaldo de su silla. Fácil es imaginar nuestra consternación. El aparato maravilloso estaba ante él y nada anormal se notaba en el laboratorio”.

El segundo cuento se titula, “La lluvia de fuego” y trata de una lluvia de cobre que un mediodía empezó a caer desde un cielo limpio.

El protagonista es un hombre rico que al despuntar la segunda mañana y comprobar que la ciudad ha ardido y ya no queda nadie a su alrededor, baja al sótano, bebe una botella de vino y toma consigo un vino venenoso para cuando llegue la ocasión de poner fin a su vida. 

“Reanimado por el vino, examiné mi situación. Era asaz sencilla. No pudiendo huir, la muerte me esperaba; pero con el veneno aquél, la muerte me pertenecía… La soledad era absoluta”.

Sale por última vez, y mira a un hombre que se le acerca, después a unos leones desesperados por la sed y entonces vuelve a llover fuego y baja de nuevo, entra en la cisterna y toma el veneno.

El tercer cuento se titula, “Un fenómeno inexplicable”, y en el fondo se trata del tema del doble, solo que el doble de la persona, en este caso, es un mono.

El contexto es el encuentro de dos homeópatas que conversan de la ciencia que ambos dominan. En cierto momento, el hombre de casa le confiesa que mientras estaba en la India quiso desarrollar los poderes de los “yoghis”y lo logró.  Una noche, sin embargo, decidió ver su doble: “Ver qué era lo que salía de mí, siendo yo mismo, durante el sueño extático”.

Y he aquí lo interesante: “El desprendimiento se produjo con la facilidad acostumbrada. Cuando recobré la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, había una forma. Y esta forma era un mono… Desde entonces no se aparta de mí. Lo veo constantemente. Soy su presa”.

Y entonces el visitante le pide permiso para dibujar esa sombra: “Allí ante nuestros ojos, la raya de lápiz trazaba una frente deprimida, una nariz chata, un hocico bestial. ¡El mono! ¡La cosa maldita!”.

 

Una de las tantas ediciones de «Las fuerzas extrañas» (1906)

 

El realismo fantástico de Leopoldo Lugones

La siguiente historia se titula “El milagro de San Wilfrido”, el cuento ocurre en el mes de junio y julio de 1099 durante las Cruzadas, una noche cuatro valientes caballeros cristianos viajan a Jafa para encontrarse con refuerzos para conquistar la ciudad de Jerusalén.  

Por el camino los árabes capturan a Wilfrido que se había rezagado y lo crucifican, pero no pueden desclavar una de las manos de la cruz así que se la cortan y queda clavada al símbolo de madera.

Un día, cuando el líder árabe se preparaba para defender la ciudad se acerca a la cruz en la cual ha quedado clavada la mano de Wilfrido y esa misma mano lo tomó del cuello y lo estranguló, y ahora se exhibe en el convento franciscano de Jafa la cruz con la mano clavada.

El relato que continua se titula “El escuerzo” y es uno de los cuentos más cortos.

El narrador de la historia tiene ocho años y ha matado a un sapo “raro” y se lo lleva a la criada para que le aclare sus dudas y la mujer le dice que es un escuerzo y que si no lo queman, resucitará. En eso llega Julia que le pide a la empleada que cuente los pormenores de lo que le pasó al hijo de la finada Antonia.

Y la mucama les relata el argumento de esa breve ficción, la cual usted conocerá cuando lea este libro.

El siguiente cuento se titula, en tanto, «La metamúsica», y trata sobre la visualización de la música, sobre los colores físicos y pictóricos de las partituras sonoras.

Este relato se parece un poco en su forma y tema a «La fuerza omega» la primera historia del libro, el narrador tiene un amigo a quien no ha visto por dos meses, pues este ha estado recluido experimentando los secretos de la música: el hablante, entonces, le confiesa no entender nada de la música y que ese arte no logra despertar en él ninguna emoción.  

El día en que se encuentran, un miércoles, quedan en verse el próximo bado, para que el melómano le muestre al insensible su descubrimiento.

El narrador va todas las noches a ver a su amigo ocultamente, pues piensa que está chiflado, pero nunca lo encuentra hasta el bado, y al llegar lo recibe Juan y lo lleva a su cuarto y le dice: “Las notas poseen cada cual su color, no arbitrario, sino real. Alucinaciones y chifladuras nada tienen que ver con esto. Los aparatos no mienten, y mi aparato hace perceptibles los colores de la música”.

En un momento de la conversación, Juan le dice al narrador: “la música es la expresión matemática del alma”.

Y poco después, añade: “El universo es música, prosiguió animándose. Pitágoras tenía razón, y desde Timeo hasta Kepler todos los pensadores han presentido esta armonía. Eratóstenes llegó ha determinar la escala celeste, los tonos y semitonos entre astro y astro. Yo creo tener algo mejor, pues habiendo dado con las notas fundamentales de la música de las esferas, reproduzco en colores geométricamente combinados, el esquema del Cosmos”.

El siguiente relato se titula “El origen del diluvio” y este es uno de los cuentos más extraños y al final se revela de algún modo el narrador, quien se encuentra en una sesión de “espiritismo”.

La historia entremezcla el tema científico con la leyenda, por ejemplo se mencionan gigantes y sirenas, de suyo el cuento termina señalando: “En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada deformas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta”.

 

Leopoldo Lugones

 

En el planeta de los simios

El siguiente cuento se titula “Los caballos de Abdera” se trata de un relato fantástico que versa sobre la pasión que había despertado en la ciudad la relación con los caballos, pero la pasión se había desbordado, hasta llegar a una “humanización” de los equinos.

Se cuenta por ejemplo, el caso de una yegua que había exigido espejos en su pesebre. Como era de esperar un día los caballos se rebelan y destruyen la ciudad: “las puertas reventadas ha coces yacían por el suelo”.

Lo que salva a los humanos del ataque caballar fue la presencia de una cabeza de león, pero al final se revela que aquella bestia que hizo que los caballos huyeran era nada menos que:

—¡Hércules, es Hércules que llega!

El siguiente cuento se titula «Viola acherontia», es también un relato relativamente corto y asimismo es de corte fantástico. El texto trata como se establece en la primera línea: “Lo que deseaba aquel extraño jardinero, era crear la flor de la muerte”. Si el lector lee la historia sabrá si el jardinero lo logra o si el narrador lo detiene antes de que logre su fin. 

El siguiente cuento se titula “Yzur” y este ese el nombre del chimpancé que compró el narrador en un circo. En el cuento cuento, el narrador empieza diciendo que:

“Los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. No hablan, decían, para que no los hagan trabajar”.  

Y continúa: “este postulado antropológico:  Los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar. El hecho produjo la atrofia de sus órganos de fonación y de los centros cerebrales del lenguaje, debilitó casi hasta suprimir la relación entre unos y otros, fijando el idioma de la especie en el grito inarticulado, y el humano primitivo descendió a ser animal.

«Claro es que si llegara a demostrarse esto quedarían explicadas desde luego todas las anomalías que hacen del mono un ser tan singular, pero esto no tendría sino una demostración posible: volver el mono al lenguaje». 

Y de eso justamente se trata el cuento, de hacer evolucionar a un mono para saltar el abismo que lo separa del lenguaje. 

El siguiente cuento se titula “La estatua de sal”, este es también, un cuento corto y en él, el narrador introduce la historia del monje Sosistrato contada por un peregrino.

“Ayúdeme Nuestra Señora del Carmelo y vosotros escuchad con atención. Lo que vais a oír, me lo refirió palabra por palabra el hermano Porfirio, que ahora está sepultado en una de las cuevas de San Sabas, donde acabó su santa vida a los ochenta años en la virtud y la penitencia. Dios le haya acogido en su gracia. Amen”.

Cómo se ve, el cuento es la historia de otra historia y esto lo hace interesante, más allá de lo bíblico.

No resisto la tentación de copiar estos renglones, relacionados con la mujer de Lot, por su perfección literaria:

“A los ojos del solitario apareció una mujer, vieja como la eternidad, envuelta en andrajos terribles, de una lividez de ceniza, flaca y temblorosa, llena de siglos. El monje que había visto al demonio sin miedo, sintió el pavor de aquella aparición”.

El último cuento también cabe en el grupo de relatos “científicos” o de apariencia tal y se titula «El psychon» y trata de un físico (el doctor Paulin) que ha llegado a Buenos Aires y quiere materializar los pensamientos a través de un aparato que ha llamado Psychon. Por cierto, en esta historia aparece, al final, un gato.

Las fuerzas extrañas, es sin duda digno de lectura. El libro se inscribe dentro de la producción del movimiento del modernismo latinoamericano. Recuérdese que en el caso particular de Argentina, esta corriente retoma la tradición francesa al respecto.

 

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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.

 

«Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones (En una edición de Agebe, de 2004)

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: Leopoldo Lugones.