[Crítica retro] «Mimí metalúrgico»: Un cine que lleva firma de mujer

El filme de la realizadora romana Lina Wertmüller —y quien recibió un Oscar honorífico en 2019 por la totalidad de su trayectoria— influyó en gran medida durante la década de 1970, en lo relativo al imaginario audiovisual, cultural y social, que se tuvo acerca de la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Por Gabriel Anich Sfeir

Publicado el 16.2.2021

Arcangela Felice Assunta Wertmüller von Elgg Spanol von Braueich. Con este llamativo nombre nació la cineasta Lina Wertmüller, en Roma en 1928, en el seno de una familia aristocrática de origen suizo. Un dato anecdótico que ha quedado plasmado en los larguísimos títulos de su obra audiovisual.[1]

Wertmüller estudió en la Academia Teatral de Pietro Sharoff y comenzó su carrera en el mundo del espectáculo en el teatro de títeres y la redacción de guiones para radio y televisión. Fue asistente de Federico Fellini en el rodaje de 8 ½ (1963), lo que le permitió realizar su primer largometraje: Los basiliscos (I basilischi, 1963), retrato de un grupo de jóvenes en un aburrido pueblo de la Basilicata, de inspiración neorrealista.

Después de ello dirigió comedias musicales de Rita Pavone (Rita la zanzara, 1966) y hasta un spaghetti western (Il mio corpo per un poker, 1968) estelarizado por Elsa Martinelli, debiendo firmar este último con un falso nombre masculino (“Nathan Wich”).

El paso decisivo en la carrera de Wertmüller fue una trilogía de comedias grotescas protagonizadas por Giancarlo Giannini y Mariangela Melato, que le trajo el reconocimiento internacional como una de las más originales y transgresoras cineastas de Italia: Mimí metalúrgico (Mimì metallurgico ferito nell’onore, 1972), Amor y anarquía (Film d’amore e d’anarchia, 1973) e Insólito destino (Travolti da un insolito destino nell’azzurro mare d’agosto, 1974)

Posteriormente, Wertmüller haría historia al ser la primera mujer en ser nominada al Oscar a Mejor Director, con Pascualino Siete Bellezas (Pasqualino Settebellezze, 1975), la extravagante historia de un camorrista napolitano (repite Giannini) encarcelado en un campo de concentración nazi, siempre luchando por sobrevivir.

La trayectoria siguiente de Wertmüller tendría altos y bajos, pero en octubre de 2019 recibió el Oscar Honorífico de la Academia en reconocimiento a la obra de una cineasta pionera.

 

«Mimí metalúrgico» (1972)

 

El doble estándar del «macho italiano»

Mimí metalúrgico, que hoy comentamos, es una ácida comedia negra estrenada en febrero de 1972. Wertmüller nos cuenta las desventuras de Carmelo “Mimí” Mardocheo (Giannini), un machista obrero siciliano y militante comunista.

Cuando la mafia local lo deja desempleado por sus ideas políticas, decide probar fortuna en Turín, dejando en su natal Catania a su mujer Rosalía (Agostina Belli) y al resto de su grupo familiar. Obtiene empleo en el área de la construcción y en la metalúrgica, debiendo sortear a los mafiosos que lo continúan hostigando en la capital del Piamonte.

Alejado de su familia, Mimí comienza una relación extramarital con Fiorella (Melato), una vendedora callejera de espíritu libre y de pensamiento trotskista. Cuando las cosas parecen ir bien, la mafia decide enviar a Mimí de vuelta a Sicilia en un cargo superior en una fábrica debido a haber guardado silencio de las actividades de la Cosa Nostra en la península.

Con dos mujeres a cuestas, Mimí no las tendrá fácil en demostrar que es el macho dominante en la familia, sobre todo para mantener intacto su honor personal.

En consciencia, somos espectadores de la patética transformación de Mimí, quien salta de humillación en humillación cada vez que trata de salir airoso en los ambientes en que se mueve. Un comunista vuelto en protegido de la Mafia y un machote tomado por “cornudo” a su retorno a Sicilia.

El machismo de Mimí contrasta con las discusiones ideológicas con Fiore, la infidelidad de Rosalía y la venganza disfrazada de seducción en contra de la obesa esposa (Elena Fiore) del amante de su cónyuge.

Es la forma de Wertmüller para denunciar el doble estándar de este macho italiano, desmitificando a este personaje característico de la cinematografía de ese país; ejercicio que en la misma Sicilia realizó Pietro Germi en Divorcio a la italiana (Divorzio all’italiana, 1961).

Mimí tampoco es el héroe obrero que uno espera ver en películas ambientadas en contextos industriales, sino un delgaducho y poco avispado hombre “herido en su honor” resuelto a demostrar su virilidad.

Otro de los temas presentes en Mimí metalúrgico es la brecha existente entre el norte y el sur de Italia, fuente de conflictos desde la unificación decimonónica. El calor de la tradicional Sicilia contrasta con la fría y brumosa Turín, donde confluye el esplendor piamontés con el movimiento proletario.

Mimí lucha por vencer el rechazo inicial de Fiore caminando por los parques con La Traviata de Giuseppe Verdi al fondo de la acción.

 

«Mimí metalúrgico» (1972)

 

Una visión femenina de la posguerra

Wertmüller volverá a tratar el sexo y la política en sus otras películas con Giannini y Melato: un campesino refugiado en un burdel romano que asume el encargo de asesinar a Mussolini en Amor y anarquía y el naufragio que protagonizan un marinero comunista y la progresista esposa de un empresario millonario en Insólito destino.

La cámara y los característicos anteojos blancos de Wertmüller no escatiman en lo grotesco ni en lo felliniano.

Así, los distintos jefes mafiosos son interpretados por el mismo actor (Turi Ferro), siendo introducidos con el instrumental del Fratelli d’Italia, himno nacional de Italia: el crimen organizado se identifica con el Estado de la postguerra.

El cortejo de Mimí a Amalia consiste en un ridículo striptease al ritmo de un tango, evocando a las mujeres con sobrepeso de Fellini en obras como 8 ½, Roma (1972) y Amarcord (1974).

En síntesis, Mimí metalúrgico es un buen lugar para empezar a conocer el talento de Lina Wertmüller y para saber valorar el cine que lleva firma de mujer.

 

Citas:

[1] Por ejemplo, el título original de Amor y anarquía (1973) es Film d’amore e d’anarchia, ovvero: stamattina alle 10, in via dei Fiori, nella nota casa di tolleranza… y el de En una noche repleta de lluvia (1978) es La fine del mondo nel nostro solito letto in una notte piena di pioggia.

 

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*Reseña autorizada para ser publicada exclusivamente en el Diario Cine y Literatura.

 

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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es licenciado en ciencias jurídicas y sociales titulado en la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Gabriel Anich Sfeir

 

 

Imagen destacada: Mimí metalúrgico (1972).