[Crónica] El lado obscuro de mi viaje a México

En esos días posteriores al robo se me acercó una indígena a ofrecerme algo. La miré y le dije que no tenía dinero, que me habían asaltado. Inusualmente me siguió la conversación y me preguntó dónde había sido y cómo. Le conté. Me hizo una macabra advertencia: “menos mal no le hicieron nada. A las mujeres extranjeras como usted las secuestran y las violan. Luego las matan y nunca más se sabe de ellas. Acá hay gente muy mala.”

Por Melissa Morales Bonich

Publicado el 14.12.2021

Cuando caminas por el borde, y juegas a evitar el lado obscuro, esa peligrosa zona de grises provoca que en cualquier paso siguiente que des, la obscuridad finalmente te absorba y te cubra… hasta hacerte desaparecer si no tienes suerte.

En México el peligro es constante y, sin ánimo de comparar ya que cada país tiene sus propios peligros, problemas y obscuridades, acá la situación puede ponerse muy tenebrosa si te descuidas o la suerte te juega una mala pasada… Un día me robaron sin darme cuenta.

En el acto perdí pasaporte, billetera, tarjetas bancarias, celular, cédula de identidad, carta migratoria, etcétera. O sea, objetos indispensables para cualquier viajero.

Cuando te ves sin nada de dinero en tus bolsillos, sin ninguna posibilidad de moverte de donde estás porque ya no tienes nada, sientes un vértigo escabroso: “¿Cómo me moveré de ahora en adelante por el mundo, por este país que no es el mío?”, me preguntaba en medio de una confusa desesperación.

Con el paso de los días todo se va acomodando, recibí ayuda de amigos y poco a poco fui recuperando mis documentos, pero algo intangible se rompe, la inocencia de turista se va para siempre y luego, si tienes suerte, te conviertes en una persona más precavida y cuidadosa con tus cosas y tu integridad.

 

Un riesgo real y latente

Esto ocurrió en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, un lugar con luces y sombras. Aquí hay un intercambio multicultural importante, pero también mucha pobreza. Los sueldos son bajos y el acceso a los servicios básicos muchas veces se torna difícil.

Existe gran cantidad de población indígena, que siguen sus tradiciones con fervor, como he podido observar y vivir este 12 de diciembre —día de la Virgen de Guadalupe—. La gente habla en su propia lengua y se dirigen a ti en español generalmente para vender alguna artesanía o rebozo.

En esos días posteriores al robo se me acercó una indígena a ofrecerme algo. La miré y le dije que no tenía dinero, que me habían asaltado. Inusualmente me siguió la conversación y me preguntó dónde había sido y cómo. Le conté. Me hizo una macabra advertencia: “menos mal no le hicieron nada. A las mujeres extranjeras como usted las secuestran y las violan. Luego las matan y nunca más se sabe de ellas. Acá hay gente muy mala.”

Insisto, en el resto del mundo también ocurren cosas dramáticas y peligrosas, pero el riesgo que se corre en México es real y latente. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) hasta el año 2020 se mantuvo una tasa de veintinueve asesinatos por cada 100 mil habitantes.

La tristeza que genera esta lectura es que detrás de esa cifra había vidas humanas que han dejado de existir porque otro les dio muerte. Muertes pavorosas o balas perdidas. Como sea. No es justo vivir con ese grado tan alto de peligro acechante.

Han aparecido sombras en mi camino que antes no veía o no las dibujaba tras mis pasos que sólo proyectaban la luz de la confianza. Aun así no perjudicaré mis hermosos recuerdos y vivencias en este país por un lamentable hecho aislado.

Me pregunto si en Chile, un país en que también he sufrido robos y ocurren macabros crímenes todos los días, la gente está tan cansada de ese peligro latente, que ha optado por dejar en manos de un fascista el poder del gobierno.

No tengo otra explicación para que un candidato como José Antonio Kast haya ganado en primera vuelta la elección presidencial. Es que las promesas de orden, seguridad y estabilidad del candidato de extrema derecha son un obscuro anzuelo para hacerse del poder y desde ahí hacer retroceder a la sociedad a la época de las cavernas.

No nos mintamos, la delincuencia golpea fuertemente a nuestra hermosa y vilipendiada Latinoamérica, pero no será un programa de gobierno represivo en lo valórico ni abusivo en lo económico quien tenga la llave maestra para cambiar la actual situación.

Partamos por la justicia social de verdad, entregando mejores oportunidades a las personas, acceso a los servicios básicos, empatía, cuidado al medio ambiente y un largo etcétera, para así mejorar la calidad de vida de todos y hacer al mundo un sitio más amable.

No le demos cabida al fascismo con sus falsas promesas de tranquilidad. Necesitamos ir al origen, a la raíz de los problemas, a ampliar la conciencia. Tanto en Chile como en México o como en el resto del mundo… sigamos confiando en que la vida puede cambiar para mejor.

Apartémonos del lado obscuro.

 

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Melissa Morales Bonich es una abogada de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, nacida en Santiago de Chile y que actualmente vive en México.

 

Melissa Morales Bonich

 

 

Imagen destacada: San Cristóbal de Las Casas (México).