Insistes en justificar tu mentiroso actuar del lunes 9 de diciembre de 2024 bajo el paraguas de las «obligaciones» inherentes a tu cargo, cuando en el fondo solo fuiste impulsado por un afán de vendetta personal, la cual por lo demás, solo se encuentra motivada por nuestras insalvables diferencias ideológicas y por tu intento de bloquear y de obstruir a la justicia, en una investigación penal en curso.
Por Micaela Souta
Publicado el 25.2.2025
En una secuencia del filme Aún estoy aquí (2024), del realizador brasileño Walter Salles, su protagonista, interpretada por la actriz Fernanda Torres, se pregunta por el acontecimiento contradictorio que significa el que su esposo en la ficción (el exdiputado Rubens Paiva), haya sido secuestrado, torturado y hecho desaparecer físicamente para siempre, en el contexto de las formalidades de un Estado de Derecho que prohibía, por lo menos en la letra de su cuerpo constitucional y jurídico, la consumación de tales arbitrariedades e ilegalidades.
No obstante, el personaje inspirado en la figura de la valiente abogada Eunice Facciolla Paiva, vivía entonces inmersa en los albores de la autoritaria y represiva Quinta República Brasileña (1964 – 1985), iniciada con la autodenominada Revolución Militar que derrocó al presidente João Goulart, en el primero de esos años anotados.
A lo largo del largometraje, la mujer inicia una tenaz lucha por obtener el reconocimiento oficial de la muerte violenta de su cónyuge, una categoría legal que recién obtendría en 1996, con la emisión del respectivo certificado de defunción por parte de las autoridades correspondientes, pese a no encontrarse jamás, hasta el día de hoy, los restos mortales del ingeniero Rubens Beyrodt Paiva.
«La falta de humildad, pudor, vergüenza, recato, reconocer los errores y enmendarlos»
Después de esa breve introducción, yo me pregunto: ¿Uno espera ser funado y denigrado en su humanidad —sin siquiera tener derecho a réplica, por lo demás— al momento de postular con toda la buena fe del mundo, a un programa de doctorado en una de las principales universidades del país, y el cual además se encuentra certificado en su excelencia, con un buen número de años, por la Agencia Nacional de Acreditación?
El individuo que perpetró esa acción (la «funa») —y quien también engañó a los miembros del comité doctoral respectivo con su estafadora retórica— lo hizo motivado por una vulgar e irracional vendetta personal, sostenida en un delirante intento de bloquear y de obstruir a la justicia, en el contexto de una investigación penal en curso. Nada más.
Asimismo, se aprovechó del resguardo y de la ascendencia —que le aseguraban su investidura de autoridad universitaria— con la finalidad de imputar a su víctima comportamientos equivalentes a delitos sancionados por la ley vigente, y de esa manera vulneró el derecho a la honra y de su consecuente dignidad humana, a quien suscribe y por ende a mi grupo familiar.
Ese penoso hecho, además de constituir un ilícito que transgrede el principio fundamental de la igualdad ante la ley (la denuncia de posibles delitos penales deben hacerse en Chile en el Ministerio Público y no ante comisiones especiales de carácter académico), viola con flagrancia el artículo 7 de la Constitución Política de la República, que dice textual:
«Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes».
En efecto, Fiódor Ilich solo buscaba frustrar, con esas falsas y calumniosas acusaciones efectuadas en el solaz de la reserva y del secretismo discrecional, mis legítimas expectativas tanto académicas como profesionales.
Con todo, el personaje (también conocido como «El Dekano»), el mismo que impulsó el descrito y escandaloso procedimiento, fundamentó sus interpelaciones con testimonios de microtraficantes de drogas, los cuales fueron reunidos por el Caballero de las Empanás (su vecino), y el cual es un comerciante con la dudosa capacidad de movilizar a varios y peligrosos hampones de los bajos fondos de Provi.
Juzgue usted al hombre que ofrece con su ayudante chamo las casi «30 variedades» del típico plato de esa comida nacional.
Se reitera, entonces, la vigencia de un diálogo ya publicado en su espesor moral, en las páginas de este generoso Diario que nos cobija:
—¿Por que no te diriges al Ministerio Público, con todos esos cuentos chinos alimentados por los alucinantes Ramírez, las Martínez (les cortaron el agua ayer), la Carmencita, la Adrianita, la Ketita, la Alicita, la Ada, la iñora Carla, los Guape, San Jorge, la Tere, la Lina, el Albán, la Naty, el Nacho V., y un largo etcétera, y etcétera, en cambio realizas una buena denuncia formal en la misma Fiscalía? Si tu rocambolesco discurso fuese verdad, tendrías todas las de ganar, Fiódor Ilich —le digo.
—No es para tanto y puchas que erís suceptible, puta que te ponís grave, de repente —me contesta «El Dekano».
—Perdón. ¿Te escuchas?
—Sí, me oigo, y escucha tú.
—Ya, dime, que te pongo toda la atención del mundo, Fiódor Ilich.
—Te lo digo para que lo anotes pensando en la posteridad: solo se trata de mentiras ocasionales con el fin de joderte en una instancia específica (comisiones académicas que deben decidir sobre tu suerte, postulaciones que hagas, regularizaciones que intentes hacer, en fin). Funcionamos como una red criminal con fines puntuales y según sea la necesidad de funarte. No aspiramos a otra cosa. Somos, como diría la doctrina jurídica, una asociación ilícita que se activa cada ciertos intervalos de tiempo, muy de vez en cuando, y con exclusiva dependencia del estímulo externo: tu persona, agüeonao.
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Uno esperaría que en virtud del oportuno conocimiento de esos vergonzosos incidentes (ocurridos el día lunes 9 de diciembre de 2024) y los cuales propiciaron aquel error fatal en el despliegue de una justa y ecuánime apreciación, las autoridades correspondientes rectificaran y retrotrajeran —lo relativo a esa postulación en específico—, hacia el estado administrativo en el cual se encontraba anterior a la nefasta y embustera intervención de Fiódor Ilich.
El día 26 de septiembre de 2024, Monseñor Fernado Chomalí Garib escribió lo siguiente en su cuenta personal de la red social X, antes llamada Twitter:
«La falta de humildad, pudor, vergüenza, recato, reconocer los errores y enmendarlos nos está haciendo un daño inmenso como sociedad. Volver a la sencillez en el vivir, la conversación serena, pensar en el otro, la austeridad y el sentido del honor son una gran necesidad para Chile».
Creo eso mismo, Excelencia.
Seguimos.
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Tráiler:
Imagen destacada: Aún estoy aquí (2024).