«Dame pan y llámame perro»: La novela que explora en la pandemia de nuestra violencia comunitaria

El nuevo crédito literario del escritor chileno Nicolás Poblete Pardo se inspira en un hecho de la crónica roja —ocurrido en la ciudad de Santiago, en 2010, el año del Bicentenario— con el propósito de retratar una época marcada por la auto represión afectiva, y de una larvada agresividad social, la cual anunciaba el estallido que explotó por nuestros aires en octubre de 2019. Se incluyen, además, la presentación introductoria a cargo del narrador y dramaturgo Marcelo Leonart, y un fragmento del volumen, que ya circula bajo el alero de la Editorial Cuarto Propio.

Por Cine y Literatura

Publicado el 18.3.2020

Dame pan y llámame perro (Cuarto Propio, 2020) es la última novela de Nicolás Poblete (Cardumen, No me ignores, entre otras publicaciones) y en ella se dan cita una colección de voces-testigo al interior de una comunidad traspasada por un crimen. La narración se inspira en el caso real de dos mujeres, madre e hija, devoradas por perros, ocurrido en la comuna de Peñaflor el año 2010.

El argumento ficcionaliza esta noticia para crear dos personajes principales: la madre, una profesora de historia que sufre crisis psiquiátricas, y la hija (Clara), quien se prepara para entrar a estudiar medicina veterinaria, mientras se interna en el mundo de los animalistas. Clara recorre la ciudad de Santiago con una alcancía y pide plata en el metro para la fundación en la cual colabora, a la vez que se encandila con un guapo pero tóxico joven, que tiene un historial de violencia… y una jauría.

La novela yuxtapone dos registros: el de las diversas voces que son parte de la comunidad, con sus hablas particulares que reflejan la oralidad, con el del dialecto poético, levemente culto, que usan tanto madre e hija, quienes adoptan el estigma de brujas. En Dame pan y llámame perro podemos ver los efectos que produce una masacre al interior de una comunidad. El resultado es el retrato de una sociedad impulsada por prejuicios, mezquindades, pero que también persiste gracias a la solidaridad y a la ternura.

El dramaturgo y novelista chileno Marcelo Leonart destaca en su texto de presentación, el collage de voces creado por Poblete y la invasiva violencia cotidiana que permea al texto:

«Clara se pasea por los vagones de un metro preestallido social. Como parte de la RAS (Rescate Animal Solidario) busca la empatía y la compasión de los pasajeros para cumplir con su objetivo: recaudar fondos para los (animales) marginales y marginados de esta sociedad antropocéntrica.

Con este punto de partida, Nicolás Poblete nos ofrece una novela que es un collage de voces e historias donde se juntan cerdos encerrados en conventos, médiums en proceso de reasignación de sexo, perritas matadas a palos, profes suicidas y —en su dislocado centro— la ¿locura? de una madre y un hecho de casi innombrable violencia, donde humanidad y animalidad aparecen como fuerzas contradictorias y acaso cómplices.

Sí, esa violencia cotidiana, a veces sobrenatural y a veces tan terrena, que el oído y la prosa privilegiada de Nicolás Poblete urde para sumergirnos en un mundo tan real como una pesadilla y que a veces huele ‘como ese último aroma de terror que es el de los mataderos’. Autor de un imaginario tan personal como bizarro —donde lo cotidiano se entremezcla con una personal lectura lyncheana, con párrafos llenos de frases inolvidables que nos llevan vertiginosamente del horror al humor y viceversa— Nicolás Poblete nos entrega en Dame pan y llámame perro una de sus novelas más seductoras e inquietantes».

A continuación, ofrecemos a los lectores de Cine y Literatura un extracto —inédito— del texto en cuestión:

“La embrujada soy yo”.
Juana Molina

Porque la basura está mezclada, todos los sabores repartidos entre papeles grasientos que nuestras lenguas lamen, igual que perros. Y quedamos aletargados en nuestra convivencia. Y nos sentamos, satisfechos, en torno al tacho, como si brindáramos. Y sí, estamos abrigados, es un abrazo agrio, como una funda este tufo, el aroma es complejo y me recuerda que debo cocinar. Que debo ir al baño. Y una punzada de angustia me cruza el vientre cuando mi mamá se queja, pero en realidad me critica a mí: “Lo único que huelo es caca de perro”. Busco la escoba para barrer la basura. Aunque me ayuda a cuidar a mis rescatados, se queja y tengo miedo de que le venga un ataque, que tenga una recaída. “No hay cómo sacar ese olor”, dice. “¿Por qué dejas el tarro ahí? ¿No ves que lo vuelcan y lo vuelcan?”. Se refiere a las dos perritas que he traído para cuidar en la casa (temporalmente). Pobrecitas, siguen tan nerviosas, realmente en shock. Tiritaron penosamente cuando las bañé con agua tibia. O, quizá, mi mamá me está planteando algo de forma indirecta. Con una mano ahuecada compruebo mi aliento. No sé en qué minuto, no sé en qué estaba pensando cuando probé los pellets nuevos: sabor a hígado de vacuno. A lo mejor tenía que ver con lo que dijiste, Ignacio. “Estoy aburrido de comer… de tener que preparar comida. Qué bueno sería simplemente comer pellets y olvidarse de todo el resto”. Ahí tuve otra proyección, esa tarde, mi mejilla a ras de suelo, polvo enturbiando mis ojos. Aun así, vi una maleza, desaliñada, amarillenta, persistiendo entre el maicillo. Mis pómulos y la maleza recibieron la luz de ese sol. Recibieron también las babas rabiosas de todos esos hocicos. Y qué decepción: tu perfil, con ese hermoso asomo de barba, ni siquiera rozó el suelo. Tuve que enfrentar la tierra sola, mi rostro, solo el mío, ahí, entre esos hocicos caninos, panzas cebadas. Qué traición la tuya: ni siquiera me prestaste esos vellos de tu quijada que quizá me habrían servido para amortiguar el doloroso raspado de mi mentón contra el centenar de piedrecillas. “Perdona, mamá. Deja limpiar bien el baño”. Si mi madre hubiera visto… Cuando mi madre hubo de ver… qué pena el abismo, más bien terror, una tras otra las fauces; indiferentes a la persistencia vegetal de aquella resentida maleza. Y a pesar de todo sentí vergüenza, me enrosqué conmigo misma. Más de una vez simulé no ver, simulé no haber visto. Y en más de una oportunidad rajé una hoja del diario, en la biblioteca, en el café, y corté una noticia. Con un par de tijeras rescaté un titular y en mi pieza desgajé más palabras, para quedarme con una sola, conforme con lo mínimo: un ojo, otro ojo para mi collage. “Ojos” es el nombre de mi obra que contiene cientos de ojos extendidos sobre una cartulina y pegada a una plancha de corcho; luego la enmarcaré o quedará como un póster para la Fundación. Tantos, tantos ojos, han gestado un gran, un enorme globo sobre el papel. Es una órbita que posee la potencia de todas esas miradas. Podrían observar esta parcela desde arriba, y ver lo que acontece bajo las uñas de todas esas patas sobre mí.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerposRéplicasNuestros desechosNo me ignoresCardumenSi ellos vieranConcepciones y Sinestesia; y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Dame pan y llámame perro», de Nicolás Poblete (Editorial Cuarto Propio, 2020)

 

 

Nicolás Poblete

 

 

Crédito de la imagen destacada: Mariana Pardo.