Dauno Tótoro Taulis: «Entiendo a la literatura como expresión del alma y las tribulaciones del autor»

Uno de los periodistas más comprometidos y destacados a causa de su oficio investigativo en la escena local, conversa con este Diario en torno a su última novela, lanzada al ruedo comercial hace sólo unos días por la editorial Planeta: «Plan Camelot», un thriller político-informático, que conecta a las sangrientas dictaduras latinoamericanas de la década de 1970, con la nueva y anónima tiranía de la información digital.

Por Joaquín Escobar

Publicado el 30.9.2019

Dauno Tótoro Taulis (1963) tiene la biografía de un personaje salido de alguna novela de su admirado Roberto Bolaño: nació en Moscú, en la capital de la desaparecida Unión Soviética, vivió en varios países de Latinoamérica (entre ellos la inaudita Trinidad y Tobago) y reside actualmente en Chile. También ha sido documentalista y reportero, y recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (en Cuba, el año 1995), por la crónica y ensayo Camino verde, EZLN, el ejército que salió de la selva (Planeta México, 1994), un texto que daba cuenta -valiéndose de una ardua indagatoria- de los orígenes y móviles de la guerrilla que anunciaba al fallido «Narcoestado» azteca y que amenazaba por entonces a la frágil paz del patio trasero del imperio estadounidense.

Asimismo, Tótoro ha publicado las candentes investigaciones Zapatistas (Liberarte, Buenos Aires-1995), La cofradía blindada y Ser de izquierda (ambos en Planeta Chile, durante las temporadas de 1998 y de 2002, respectivamente), y los cuentos y relatos El buscador de ciudades y Yerarya, el secreto de un kaweshkar (ambos en Cuarto Propio, Chile, en 2003 y 2005), Los hombres que daban de beber a las mariposas (junto a la Compañía Teatrocinema y el ilustrador Abel Elizondo, en 2014), y la trilogía de novelas La sonrisa del caimán, Los tiempos de la caimaguana y El caparazón de Ukucma (esta última bajo el alero de las Ediciones del Serbal, en Barcelona, España).

Luego de retornar al catálogo de una de las mayores casas impresoras de la lengua castellana, como lo es Planeta, el multifacético artista nacional -fundador junto a la diseñadora y escritora Eugenia Prado Bassi, de Ceibo Ediciones- se reunió a dialogar con este medio, del cual es un amigo desde sus inicios en la web, acerca de los temas que lo motivan e inquietan: los rumbos de la industria editorial en Chile, la intimidad creativa e intelectual de un escritor, los diversos géneros narrativos que se cruzan en la factura de sus obras, y de sus intereses generales, tales como lo son los pormenores de la Segunda Guerra Mundial y su entusiasta espera por sumergirse en la lectura del sexto tomo de la monumental Mi lucha, del noruego Karl Ove Knausgard, volumen que acaba de arribar a las estanterías de las librerías locales.

He aquí a un periodista autodidacta, auténtico, y a un profesional de las comunicaciones de verdad -que debido al Golpe de Estado de 1973 y a la persecución política acaecida posteriormente, no pudo concluir sus estudios ni menos titularse en alguna «universidad chilena»-, y que escribe con un rigor, con un método de investigación, seriedad ética, y una garra y talento literarios, que ya se quisieran tener firmas como la de Daniel Matamala Thomsen.

 

-De un tiempo a esta parte, la literatura chilena es breve en escritura y formato, por lo general, las editoriales no apuestan por novelas extensas, estamos inmersos en la cultura de lo inmediato. Con tu nueva obra sucede todo lo contrario, hay un trabajo de forma y de potencia distinto, a contrapelo, ¿crees que detrás de ello, además de un gesto escritural, hay uno político?

-Coincido en que la tendencia hoy es (al menos en Chile, pero lo he visto también en ediciones de varios otros países) la publicación de libros de narrativa en formato breve. Como editor, además de autor, entiendo que existe una variable comercial. Los libros largos resultan caros en su producción. Por supuesto que esta condicionante no debe ni puede ser la que determine la cantidad de páginas, de lo contrario nos encontraríamos ante una “industria editorial” que funcionaría exclusivamente basada en el concepto economicista de costo-beneficio. Ahora, me temo que algo de esto hay.

Por su parte, los autores, a la hora de aproximarse a las editoriales en busca de su publicación, se enfrentan a mayores posibilidades de ver sus libros impresos cuando son breves. Esta realidad impacta gravemente en el concepto creativo. Una obra debe ser de la extensión que la obra requiera. Si el autor va en busca de la limpieza de su obra, de la “eliminación de grasa” (otro concepto que suena pésimo), de ser conciso, preciso, el texto tenderá naturalmente a la reducción de su extensión. Pero, insisto, la obra manda… o al menos así debiera ser.

También creo que algo acerca de la “inmediatez” tiene que ver con este fenómeno. Nos dicen que el lector se siente intimidado por los “libros largos”, por un lado; por otro, los autores buscan una presencia periódica en el mundo editorial, lo que obliga a escribir rápido y corto. Nuevamente, se trata de factores extra-literarios. Pero debe tenerse en cuenta que esto no es determinante en lo que a la obra respecta. Hay novelas que deben ser cortas, pues así lo manda la obra misma. De hecho, puedo decir que el libro con el que he sentido mayor satisfacción autoral, con el que más me identifico, es la novela Gemelo de sí mismo, que tiene 127 páginas.

En el caso específico de la novela Plan Camelot, que acabo de publicar con editorial Planeta, sus casi 400 páginas eran necesarias para contener la trama, sus vericuetos, sus personajes. Jamás me puse a considerar (y no lo he hecho antes con otros libros) si acaso debía o no sacrificar parte del contenido en beneficio de asuntos comerciales o de aceptación editorial. En este sentido, que Planeta haya publicado una novela de esta extensión, a contrapelo de la tendencia señalada, responde al criterio del editor. Es decir, a la coincidencia entre la intención de la obra y la evaluación del editor y de la editorial.

 

-Tu obra ha sido parte del circuito literario independiente. Ahora entras a la maquinaria multinacional, ¿cómo sientes este cambio? ¿Es palpable? ¿Influye en tu escritura? 

-Bueno, me parece que hay que diferenciar entre lo que ha sido mi trabajo en los géneros de ensayo y crónica, con aquel en narrativa. En el caso de los dos primeros, mi experiencia se ha dado precisamente en lo que llamas la “máquina multinacional”, específicamente en Planeta (Chile y México), con títulos como EZLN, el ejército que salió de la selva, Ser de izquierda y La cofradía blindada.

En cuanto a narrativa, efectivamente me había mantenido hasta ahora en el circuito literario independiente, con novelas y relatos en editoriales chilenas tales como LOM, Cuarto Propio y Ceibo; una mexicana, NitroPress; y una española, Ediciones del Serbal. La aparición de Plan Camelot en Planeta viene a romper esta continuidad.

Tiendo a desapegarme de los libros una vez que están ya impresos. Creo en la idea de que los libros tienen vida propia y siguen caminos en los que el autor tiene poca injerencia (o no debiera tenerla). Entiendo la importancia de los lanzamientos, encuentros con los lectores y la gravitación de la promoción en lo que se refiere a las ventas y circulación de las obras. Ahora, producto de la mercadotecnia y del supuesto que una editorial trasnacional es “garantía” de una mayor atención, muchos autores se sienten tentados a pensar que pasar de publicar en una editorial independiente a una de las características de Planeta es un “salto”, un salir de las divisiones inferiores para jugar en las grandes ligas, como me han dicho autores que luego de publicar con Ceibo han migrado a Planeta o Random House. Pero no lo considero así. Insisto en mi convicción de que el libro encuentra su sitio. Plan Camelot no habría tenido una coma más o una coma menos si hubiese aparecido en una editorial independiente.

 

-En Plan Camelot se narra la forma en que las dictaduras latinoamericanas de los 70 siguen influyendo en las formas de vigilancia actuales. Como diría Nietzsche hay un eterno retorno, un lugar en el cual todo regresa. Siguiendo en la línea de lo teórico, Foucault y el panóptico, y las formas de represión mediadas por la tecnología están igualmente presentes. ¿Te parece una novela más sociológica que literaria? 

-No creo en ese tipo de distinciones. Tiene, evidentemente, implicancias sociológicas, y también políticas e históricas. Pero es parte del universo en el que sucede la narración. Es una novela que contiene una investigación periodística, mas no deja de ser fundamentalmente una novela.

 

-¿Crees que la literatura de por sí es política o la narración tiene que tener un argumento político para serlo?

-Para nada. Entiendo a la literatura como expresión del alma y las tribulaciones del autor. Hay una gran mayoría de novelas, cuentos, obras poéticas, que se refieren a temáticas ajenas a la política, al menos de modo directo o explícito, y son las grandes expresiones del espíritu de una época, de la complejidad de la experiencia humana.

 

-¿Dentro de qué corriente literaria podemos situar tu obra? 

-En cuanto a Plan Camelot, me cuesta identificar algún tipo de género específico. En la editorial la han catalogado como un thriller. Puede ser, pero la verdad es que no sé cómo podría definirse una obra que amalgama el periodismo de investigación con el relato de anticipación y la novelística.

 

-¿Qué opinión tienes sobre la crítica literaria chilena?

-No la tengo.

 

-¿Cuál es el público objetivo de El plan Camelot? ¿Hay algún espacio que se pretende alcanzar? 

-Supongo que es más o menos amplio. Desde aquellos que querrán leerla desde la perspectiva política-periodística, hasta quienes sean lectores frecuentes de la novela negra o de espionaje. En cuanto a lo que pretendo con ella, insisto en la idea de que la novela tendrá que encontrar su propio camino y, mientras más lejos llegue, mejor.

 

-¿Qué autores han influenciado tu trabajo? 

-Ha dependido de las distintas etapas o gustos que me han marcado como lector. Me considero un lector bastante desordenado y hambriento. Algunos momentos clave, o puntos de inflexión, han sido el “descubrimiento” de Álvaro Mutis con su serie de novelas protagonizadas por Maqroll el Gaviero, el impacto fundamental ante Los detectives salvajes y 2666 de Bolaño, el deslumbramiento con Foster Wallace (muy especialmente en su faceta de cronista), Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia, Asimov, Bradbury, Sebald, Stefan Zweig…

 

-¿Qué estás leyendo ahora? 

-Ahora estoy con Samurai, de Hisako Matsubara, y un larguísimo ensayo acerca de la Segunda Guerra Mundial (un tema que es recurrente en mis intereses): Combate moral, de Michael Burleigh, y a la espera de la llegada a Chile de la sexta y última entrega de la saga Mi lucha, de Karl Ove Knausgard.

 

También puedes leer:

Los tiempos de la caimaguana, de Dauno Tótoro Taulis: La recuperación de lo perdido.

Extractos de la novela Gemelo de sí mismo, de Dauno Tótoro Taulis.

Esquirlas de la novela La sonrisa del caimán, de Dauno Tótoro Taulis.

 

Joaquín Escobar (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor del libro de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Plan Camelot», de Dauno Tótoro Taulis (Planeta, 2019)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Editorial Planeta.