«Documental», de Jaime Pinos: Ni ficción ni efectos especiales

Este set de poemas es un libro que no puede funcionar separado, que no se entendería dentro de una antología, que habría que citar entero sin reducir ni meter dentro de una tómbola: se trata de la mejor entrega del autor chileno hasta el momento.

Por Nicolás Meneses

Publicado el 17.1.2019

Una conjunción de todos sus trabajos anteriores, un libro que más que una continuidad de páginas simula un metraje disperso de variados materiales intitulados donde la mano del diseñador Nicolás Sagredo sigue siendo fundamental en la construcción integral del objeto libro. Documental (2018) es una delicada selección de poemas, archivos, testimonios, imágenes, fotografías, bitácoras y hasta rayas que parecen interferencias en una comunicación que funciona por transmisión directa, sin cortes comerciales, sin respiros, de un país cuya democracia parece cada vez más un espejismo.

Si en Criminal Pinos tomaba la voz de El Tila, cuestionando el discurso de los poderes oficiales y la prensa, en Documental encontramos un coro de voces ligadas a la dictadura, no centrado únicamente en las víctimas, sino que también en los victimarios (como en el caso de Álvaro Puga), pues como Bruno Vidal entiende que la historia pierde complejidad y claridad viéndose desde una sola vereda, leemos: “Ni las quejas de la víctima/ Ni la rabia del vengador// Escribir las palabras del desastre/ con el lenguaje sobrio y sereno del testigo”. Tener fiel constancia de los hechos implica salir de la noción uniforme y restrictiva de los géneros, no teniendo miedo a meter el dedo en la llaga con un hablante que no adorna, no omite, que se adentra en la raíz de los sucesos, que contrasta, escoge y recoge imágenes llegando a involucrar al lector con la realidad a través del lenguaje. La objetividad de Pinos que parte del ojo: “Narras lo que vez/ te limitas a eso”, se extiende a una mirada no privada de lo visceral, centrada en “el ojo del corazón” como lo llama el hablante. La objetividad de Pinos solo existe en la medida que los afectos, la emocionalidad y los vínculos del hablante lo atan al país y le inyectan sangre y sentido a las cosas que ve.

Parecido a lo que acomete Rodrigo Rey Rosa en El material humano, donde el autor guatemalteco intentaba esbozar una alegoría de la represión sanguinaria en la historia de su país, cruzando documentos desclasificados, casi ocultos, del archivo policial nacional, con su diario, listas, identidades, nombres, citas de autores, oficios de sujetos detenidos y encarcelados, hasta faltas ortográficas dentro de los papeles. La Comisión de Esclarecimiento Histórico cifró en 200 mil la cifra de muertos durante la guerra civil guatemalteca, la historia más sangrienta de Iberoamérica. El libro de Rey Rosa semeja al de Pinos porque ambos se introducen en los vericuetos de la barbarie de sus países y lo hacen casi con los mismos elementos, destapando el horror que se esconde detrás de la burocracia del archivo, del caos de los materiales inconexos. Incluso, se parecen en la aparición de la hija de Rey Rosa en la parte del diario, lo que ocurre con algunos poemas de Documental donde la primogénita interroga al padre sobre por qué le gusta la poesía.

La intención de registrar todo y alcanzar cierta objetividad es el núcleo de ambos libros. Pinos, no obstante, enmarca el suyo en el correlato casi ficcional que el espectáculo instala en la sociedad, donde el aviso del fin del mundo funciona como distracción ejemplar para desviar la atención de la población, leemos del primer poema del libro: “Ha vivido toda su vida en el mundo del fin del mundo/ Una época que pasa entre uno y otro apocalipsis/ Hace unos meses el cometa Elenin/ Una gigantesca masa de roca y hielo en viaje hacia el centro del sol/ Su alineación con la tierra provocaría el desastre/ Explosiones solares cambios en la órbita lunar/ terremotos erupciones volcánicas/ Pero el mundo no se acabó”. Este es el marco del desastre inminente que instala Pinos de entrada y funciona como paralelo a la manera de Patricio Guzmán, que en sus documentales cruza discursos aparentemente distantes, pero que están íntimamente asociados (piénsese en Nostalgia de la luz, el discurso de la astronomía y los detenidos desaparecidos o en El botón de nácar, el universo y el agua con el genocidio selknam y la dictadura de Pinochet).

Lejos de las piruetas y malabares del lenguaje al que se somete al discurso en la poesía, Documental pretende que los hechos hablen por sí mismo, intentando no distraer al lector en las cuitas del hablante, tomando distancia incluso de sí mismo, leemos: “te ves en la fotografía recuerdas/ el que fuiste mucho antes de saber/ cuánto puede pesar en una vida/ la socialización primaria/ bajo el estado de sitio/ una dictadura larga sangrienta/ como educación sentimental”. Su lenguaje es el de la solidez frontal de la asamblea pública, que interpela a través de: “Palabras imágenes/ para apegarse a lo real/ para presionar arrastrar/ lo real hacia el poema”. Documental es un libro que no puede funcionar separado, que no se entendería dentro de una antología, que habría que citar entero sin reducir ni meter dentro de una tómbola. La mejor entrega del autor hasta el momento.

 

Nicolás Meneses (Buin, Chile, 1992) ha publicado el libro Camarote (Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2015) y Panaderos (Hueders, 2018). Becario de la Fundación Neruda (2016) y del Fondo del Libro y la Lectura (2015, 2018), también ha ganado diversos concursos literarios, entre los que destaca el Premio Roberto Bolaño en la categoría de cuento (2017). Escribe sobre poesía para diversas revistas digitales. Actualmente se encuentra preparando el volumen de relatos Reencarnación bajo el sello Jámpster eBooks.

 

 

«Documental», de Jaime Pinos (Alquimia Ediciones, 2018)

 

 

Nicolás Meneses

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: El poeta chileno Jaime Pinos, por Festival Internacional de Poesía de Santiago (http://fipsantiago.com/).