«El buen maestro», de Olivier Ayache-Vidal: Las transformaciones del amor

Este largometraje francés -actualmente en la cartelera española- y cuyo título original es «Les grands esprits», está dirigida por un realizador que también firma el guión a partir de la idea original de Ludovic du Clary. Es su primer filme (antes realizó diversos cortos) y la trama se basa en las vicisitudes de un veterano profesor de instituto que se traslada desde un prestigioso centro del viejo París hasta otro muy conflictivo situado en el extrarradio. Resaltan las interpretaciones del experimentado Denis Podalydès (en el papel del profesor Foucault) y de Pauline Huruguen como la docente Chloé, y los chavales que aparecen en el elenco son los propios alumnos de los colegios, y todos actúan con naturalidad, destacando el co-protagonista Abdoulaye Diallo, en el rol de Seydou.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 26.5.2018

 

La educación, el arte de formar

Muchas películas se han rodado sobre este importantísimo tema, algunas míticas como Rebelión en las aulas, Los 400 golpes o El club de los poetas muertos. Esta de Olivier Ayache-Vidal (1969, París) probablemente no pasará a engrosar la lista de las más valoradas, pero sin duda es un filme muy especial. El director, que es también periodista, estuvo tres años asistiendo al día a día de un instituto en uno de tantos barrios conflictivos del extrarradio de la capital francesa; nos confiesa en distintas entrevistas que no sabe mucho sobre educación y que por eso lo hizo. El resultado es un título fresco y espontáneo que transmite la realidad de tantos muchachos que viven en los suburbios de las grandes ciudades. Todo en un tono alejado de la tragedia, más bien es un canto al optimismo “a pesar de” la dura realidad vivenciada.

El profesor Foucault es un hombre muy estricto que en su instituto del centro de París trata a los alumnos con dureza y distancia. Al darles los resultados de sus pruebas urga en sus fallos de forma cínica e implacable, y lo hace públicamente en clase sin importarle cómo se sentirá su alumna o alumno. Y cuando comenta los exámenes con alguno de los escasos chicos que tienen buena nota no les dice nada halagador (según él no decir nada es el mejor cumplido). Es la antítesis del buen maestro, la anti-pedagogía: te critico y no me importa si te hunde, no voy a ensalzarte si lo haces bien (algo así como “es tu deber”). Foucault es la encarnación del ilustrado que ve a los demás como “pobres ignorantes”, la confusión de demasiados “maestros” que creen que como yo tengo más conocimientos académicos-enciclopédicos-culturales… soy más que tú que no los tienes (sea alumno o sea cualquier persona). También con su modo de actuar nuestro protagonista está traspasando a sus pupilos la visión de que la vida es dura y punto.

Pero cuando llega al instituto suburbial, Foucault empieza a ver las cosas de otro modo. Se da cuenta de que el sistema educativo allí no funciona. Los otros maestros se han rendido y consideran que no pueden hacer nada por sus alumnos. Y él se implica al máximo en conocerlos a cada uno, en especial a Seydou que será quien más le hará cambiar. Vemos como crea un método diferente buscando un lenguaje y unas formas que sean interesantes para los chavales, y así llega a descubrir que no existe el mal alumno.

 

Del dicho al hecho

Foucault cambia del prestigioso y controlable liceo conocido al difícil escenario conflictivo por hablar sobre lo meritorio que es para un maestro enseñar en los extrarradios. Se lo dice a una mujer con la que pretende ligar y que resulta ser del ministerio de Educación. Al final queda atrapado en su propia trampa y a desgana acepta el traslado temporal al instituto suburbial para colaborar en un nuevo plan educativo.

Nuestro protagonista se comporta como tantos que hablan pero no se aplican lo hablado, si bien acaba teniendo una mínima coherencia y participa en el proyecto. Y esa decisión le conducirá a la transformácion personal que tanto necesitaba (aunque no fuera consciente de ello).

 

Problemas sociales

Tal y como nos cuenta el director del filme en tres entrevistas publicada en la revistas Fotogramas, e-cartelera y en el diario ABC los chicos del centro de París tienen un entorno familiar con un buen nivel cultural; mientras que los del extrarradio son fundamentalmente hijos de inmigrantes cuyos padres suelen no saber hablar correctamente el francés. Eso hace que en los suburbios casi toda la educación sea responsabilidad de los centros, así se requieren maestros muy motivados y más medios por parte de la administración.

Ayache-Vidal nos explica también que durante el largo periodo en que asistió al instituto poco a poco fue aceptado por los alumnos y tras realizar con ellos un taller decidió incluirlos como actores. Dice que el ambiente: “no era tan terrible como me lo pintaron; no ví problemas de droga, ni racismo, ni violencia, ni nada por el estilo”.

El realizador descubrió en su inmersión en el centro la dura realidad de los consejos disciplinarios. Es una práctica muy extendida en su país (habla de unas 17 mil expulsiones por año). Nos explica que no todos esos adolescentes se van a ir a vender drogas, ni tampoco se van a ir a pandillas o van a acabar en la cárcel, pero sí que hay un alto riesgo de que ocurra. En sus propias palabras: “Hay chavales de los extrarradios de París que consiguen salir de allí, la mayoría no quiere quedarse en esos barrios aunque también es verdad que no viven mal, disfrutan del día a día pero en situación complicada. Son barrios marginales si bien no son barrios tristes, la gente vive y disfruta de lo que tiene, los niños juegan y se divierten. Son los adultos los que, realmente, saben la verdadera situación, para ellos sí que es muy duro”.

Ayache-Vidal vivió especialmente el caso de Abdoulaye Diallo que interpreta a Seydou. Nos cuenta que visitó su casa y vio cómo no tenía lugar para estudiar ni cama fija (se intercambiaban los hermanos su lugar en las literas). Eso le hizo comprender que es normal que los chavales estén en la calle.

El director cree que el sistema educativo francés está bien para todo aquel alumno motivado para aprender, pero resulta muy excluyente para el resto. Entiende que los profesores no están bien formados. Para él los maestros tienen que: ser muy abiertos y tolerantes, saber comunicar bien y ser más lúdicos e imaginativos. Nos explica que basta con muy poco para hundir la moral de un chico. Y que son escasos los maestros que están dispuestos a cambiar el chip aceptando sus propios errores. Por eso cree que su película aporta algo útil al mostrar a alguien que lo hace y consigue encontrar formas para motivar a unos alumnos muy desinteresados.

Para el director hay que acabar con la desigualdad social mediante la educación y para ello previamente se requiere formar más a los profesores en lo social (sobretodo en los barrios conflictivos). Es necesario fomentar que cada maestra y maestro entiendan la realidad de sus alumnos y confíen más en sus capacidades (de ellos mismos como docentes que son y de cada chaval en particular).

 

El amor transforma

Foucault llega a su nuevo liceo con los clichés de distancia y autoridad que en principio le resultaban válidos en su anterior instituto (a él, cabría preguntarles a sus alumnos). Pero pronto se da cuenta de que estos chavales son muy distintos y que tendrá que “currárselo” si quiere tener éxito en su labor. Conoce a los otros maestros y pronto conecta con Chloé quien es pareja de otro profesor del centro. Esa afinidad se convierte cada vez más en enamoramiento, y nuestro protagonista está “colado” por ella y a la chica le gusta aunque no cambia de pareja pese a lo que siente por él.

El amor por Chloé influye, según entiendo, a que Foucault se vaya humanizando. Poco a poco deja de ser distante y va empatizando con sus chavales. Especialmente con Seydou quien hace posible la transformación definitiva de Foucault. Por él, nuestro protagonista baja a la realidad del barrio y se encara con las bandas callejeras que tientan a su pupilo; por él se enfrenta a otros maestros (en especial a la pareja de Chloé que recela de él por sus métodos educativos y por su proximidad con ella) y al director del instituto logrando que el chaval sea readmitido al centro tras una falta “grave” en una salida de grupo. Nuestro profesor se ha dado por completo, ama al chaval.

En la escena final vemos al alumno y al maestro charlando con complicidad en el patio del centro, es la fiesta de fin de curso y se supone que Foucault dejará el instituto. Seydou le dice que lo encontrarán a faltar, un balón va a impactar en el maestro y el chico lo para. Una niña viene a recogerlo excusándose, Foucault la corrige gramaticalmente y los tres ríen.

Mi opinión es que la película refleja lo que es un verdadero maestro: alguien que se pone en la piel de cada alumno y le acompaña en su camino de formación como persona. Esto está muchísimo más allá de traspasar conocimientos más o menos útiles. Foucault al aterrizar en el instituto suburbial, va sacando lo mejor de sí mismo y se transforma realmente en el buen maestro del título del filme.

 

Los actores Denis Podalydès y Léa Drucker en una escena de «El buen maestro» (2017), del realizador francés Olivier Ayache-Vidal

 

 

Tráiler: