El cine de Paul Thomas Anderson: Lo valioso de la vida

La filmografía del realizador estadounidense constituye un acto sublime —que recuerda a las tragedias de Shakespeare—, pero en el conjunto de una obra dotada de profunda humanidad, a través de historias dramáticas cuyos personajes se sobreponen a los rencores mundanos, lo cual les permite abrirse paso por un camino lejano del sufrimiento.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 27.9.2020

Uno de los directores más interesantes de las últimas décadas del cine estadounidense es sin lugar a dudas Paul Thomas Anderson. Su estilo cinematográfico y riqueza temática se manifiesta en Boogie Nights (1997) al retratar a una verdadera familia, aunque un tanto distorsionada en los roles, dedicada a realizar películas pornográficas.

Su joya vendría siendo Magnolia (1999), película coral que transcurre en un solo día y que relata historias aparentemente inconexas en donde un evento fortuito y metafórico (que lluevan ranas del cielo) hace que todos sus personajes se den cuenta de lo valioso de sus vidas, segundos antes miserables.

En 2017 este director nos volvió a enredar en una historia compleja (guion escrito por él mismo) en que da vida al modisto Reynolds Woodcock, que en la ficción vestirá a la realeza londinense durante los años cincuenta.

Paul Thomas Anderson mezcla dramatismo y ternura con una sensibilidad exquisita, un tono íntimo y retorcidamente humano, cuando Alma, la amante, esposa y musa de Woodcock le prepara una receta con hongos venenosos (delante de su nariz) y le sirve el plato en señal de reproche. «Te necesito tendido, indefenso, tierno… que sólo yo pueda ayudarte». Alma lo ama profundamente, pero Reynolds es insufrible cuando extravía el aliento y la maltrata e insulta despóticamente. Alma le brinda una sonrisa dulce y maternal, lo está envenenando, pero es por su bien. Reclama al hombre cariñoso que se dejará envenenar.

«Bésame, antes de que me ponga enfermo», le responde Woodcock, necesitado de una mujer que le diga qué hacer. Es un niño mimado por una madre que murió hace un tiempo y que lo inició en el oficio de la costura. Alma no sólo lo ama, sino que respeta su talento y al artista detrás de sus creaciones. Le importan menos las obsesiones y su actuar neurótico, pero necesita a veces al ser humano, aunque sea en estado infantil, para descansar del artista tiránico y su rutina de trabajo enfermiza.

«No vas a morir…», le susurra tiernamente. «Sólo necesitas tranquilizarte un poco», lo seduce con cariño. «Y después quiero que vuelvas a ser fuerte» y sigas siendo el mejor modisto de Inglaterra. Esta escena es el centro del filme, el cómo interpreta el director el acontecer de un artista. Lejos de simplificar el asunto con una vida atormentada, Anderson muestra a Woodcock como una persona que vive en una casa lujosa, pero que se somete a una férrea disciplina.

El talento es una cosa, pero el trabajo arduo construirá al genio. Sabemos de su madre estricta y del amor que le prodiga, aun después de muerta, el modisto se educó entre puras mujeres, le queda su hermana Cyril, su brazo derecho, la mujer que resuelve sus problemas y que no aguanta su violencia verbal. Con Alma conforman un triángulo: él es el genio de temperamento infantil, Cyril la encarnación de la madre muerta, y Alma viene a insuflar vida al artista.

Hay un complejo de Edipo latente en Woodcock, siempre buscando una figura maternal que lo guíe, primero su madre, luego su hermana y ahora será el turno de Alma.

El mito de Pigmalión también figura tras la presencia de Alma. Woodcock la descubrió y la moldeó según sus exigencias, ya será el turno de enamorarse de su creación. Pero Anderson tiene reservada una sorpresa al espectador. Alma (que nombre más apropiado) se deja admirar, pero a su vez admira a su creador, admira su genio y la belleza de sus vestidos. Esa admiración se transforma en amor. Para convivir con el artista necesita de su ternura, aunque sea en la mentalidad de un niño, necesita ser correspondida a su manera, enamorar al artista y ser visible como mujer.

En el acto de envenenamiento hay un dramatismo propio de la literatura clásica, un acto que a simple vista parece una venganza por los maltratos, pero que encierra una salida para el artista, la posibilidad de que lo comprendan y lo mimen, debido a que necesita caer antes de volver a ser fuerte, requiere recobrar energías y el amor de Alma será su catalizador.

Woodcock antes buscó la tranquilidad y la rutina para concentrarse en el trabajo, ahora es capaz de asistir a una celebración de Año Nuevo y soportar el bullicio mundano para compartir el amor de su esposa. Ambos, creatura y creador se han enamorado perdidamente, conformando un mito de Pigmalión en su doble interpretación, porque Alma ha creado una nueva fuerza al interior de Woodcock, un amor que parece familiar, maternal realmente, pero que le da bríos para convertirse en un gran artista.

El hilo fantasma es la presencia de la madre, siempre rondando al hijo, ya sea Cyril o Alma, el hilo que le da coherencia a su proyecto de vida. Alma será el destinatario de su trabajo y conformará un nuevo triángulo: musa, amante y esposa. La puesta en escena es exquisita, los decorados, los vestidos, la recreación de época y la elección de un repertorio musical que no deja ver el hilván del guion, es una película tan hermosa, las escenas de seducción con Alma como centro, luego el genio que se agiganta ante su creación.

Alma por momentos ocupará sólo un lugar en la Casa Woodcock, para al final retornar a su dimensión omnipresente, los encuadres y el juego de poderes, El hilo fantasma (2017) es una obra de arte que retrata la obra de un artista, perfecta en su concepción e hilvanada mediante el hilo invisible de un director de excepción.

Como espectador asistimos a un acto sublime, que recordará a las tragedias de Shakespeare, pero que Paul Thomas Anderson dota de un aura de profunda humanidad, de un alma caritativa que se sobrepone a los rencores mundanos y permite que el ser humano imperfecto tras el artista, se abra paso por un camino que lo aparta del sufrimiento.

Guion perfecto y retorcido, de ternura inconmensurable, ni Freud ni Ovidio podrían opacar esta obra maestra.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es ingeniero comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile y como escritor ha publicado las novelas FearEl rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la bocaMeditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (cine).

 

«El hilo invisible» (2017)

 

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: El hilo invisible (2017), de Paul Thomas Anderson.