«El hombre mosca»: Harold Lloyd cuelga de un reloj

La obra maestra de uno de los rivales de Charles Chaplin en la era del cine mudo —y el cual militaba en el Partido Republicano, inclusive— fue esta obra de 1923 donde por primera vez se simularon y recrearon escalamientos humanos sobre los muros de los grandes rascacielos urbanos.

Por Gabriel Anich Sfeir

Publicado el 24.8.2020

Safety first! ¡La seguridad es lo primero! Esta máxima no parecía regir para Harold Lloyd (1893-1971), comediante del cine mudo nacido en Nebraska. Vivió en varias ciudades acompañando a su padre, comenzando a actuar en un teatro de Omaha y matriculándose después en la Escuela de Teatro de San Diego, California. En 1914 formó sociedad con su amigo y productor Hal Roach, realizando cortometrajes de comedia en la línea del humor de Charles Chaplin. Para 1917 creó a su personaje icónico: Glass, el hombre de las gafas, un joven americano medio con lentes de carey.

Al igual que el osado Buster Keaton, Lloyd desarrollaba sus stunts personalmente y eso le trajo consecuencias: en 1919, posando para publicidad de una de sus películas, Lloyd prendió por error una bomba real (pensando que era de utilería), causándole graves quemaduras en el rostro y perdiendo dos dedos de la mano derecha. A partir de entonces, Lloyd siguió actuando y realizando acrobacias con un guante de prótesis. Sendos éxitos de taquilla en la década de 1920 le llevaron a amasar a una fortuna (sus películas recaudaron más que las de su rival Chaplin en esos 10 años, si bien Lloyd estrenó muchas más), de la cual vivió en su mansión de Beverly Hills hasta su muerte, en una vida tranquila y sin mayores complicaciones. Había dejado la pantalla paulatinamente una vez instalado el cine sonoro, negándose a abandonar la universalidad propia de las películas mudas. Lloyd recibió un Oscar Honorífico en 1953.

La película más conocida de Harold Lloyd es El hombre mosca (Safety Last!) estrenada en abril de 1923. Producida por Hal Roach, fue dirigida por la dupla de Fred C. Newmeyer y Sam Taylor y distribuida por la filial americana de la francesa Pathé. El argumento sigue las aventuras de Harold, un joven que migra de su pueblo natal a Los Ángeles, despidiéndose de su novia (Mildred Davis). Harold le envía a costosos regalos y cartas contándole del supuesto éxito que lleva en los negocios, pero en realidad apenas logra un puesto de vendedor en una tienda por departamentos.

Harold lucha por adaptarse a la ciudad, debiendo sortear aglomeraciones, bajos salarios, calles repletas de automóviles y un deficiente transporte público. Pero logra salir de cada situación gracias a su ingenio: para no llegar tarde al trabajo, finge un infarto en la vía pública para ser recogido por una veloz ambulancia que lo lleva a la tienda. Allí está a cargo de la sección de telas, debiendo atender a clientas que lo hacen trabajar sin descanso. Cuando su novia lo visite sin previo aviso, deberá hacer lo imposible para hacerle creer que es el gerente de la tienda y no un simple trabajador, incluso haciéndose pasar por su propio jefe delante de sus compañeros de trabajo.

La escena más emblemática de El hombre mosca es aquella que la se asociará por siempre a la persona cinematográfica de Harold Lloyd. En busca de ideas para atraer más clientes a la tienda, Harold tiene la imperdible oportunidad de ganarse la suma de mil dólares: con un amigo albañil (Bill Strother), deciden montar un espectáculo de “hombre mosca” en el edificio de la tienda, en que el amigo de Harold subirá trepando los 12 pisos entre la planta baja y el techo. Pero cuando el amigo se meta en líos con un policía y deba huir para distraerlo, a Harold no le quedará otra que trepar él mismo esa docena de pisos. En su odisea sorteará palomas (con sus excrementos) y objetos arrojados accidentalmente por las ventanas del edificio para terminar colgando de un reloj que amenaza desprenderse con él al vacío mientras una multitud observa en suspenso.

El humor de Lloyd se enmarca dentro de la comedia física propia del cine mudo, pero tiene sus caracteres que lo distinguen de sus contemporáneos: nuestro Harold no es un pobre vagabundo como Chaplin, ni un amargado hombre medio como Keaton, sino que un expresivo y astuto muchacho capaz de salir victorioso de cualquier situación. Si Chaplin realizaba humor social sumamente crítico del capitalismo industrial, Lloyd se insertaba perfectamente dentro de este sistema, sacando provecho (no sin sufrir, claro está) de sus ventajas. Políticamente, frente a las ideas progresistas de Chaplin, Lloyd era conservador y miembro del Partido Republicano. No por nada recibió el Oscar a su carrera en plena “caza de brujas” antes que el exiliado Chaplin (lo lograría en 1972), destacando la Academia sus méritos de “buen ciudadano”.

Y es precisamente este humor el que hizo triunfar a Lloyd en la década de 1920, en pleno apogeo del American way of life antes de la Gran Depresión. El hombre mosca sigue la historia de uno de estos jóvenes optimistas de clase media que se lanza a triunfar en la gran ciudad. La escalada del edificio es una metáfora de cómo alguien debe esforzarse por “trepar” en la vida para llegar a la cúspide, sorteando los diversos obstáculos que aparecen en el camino. El premio es aquella vida de éxito del sueño americano con dinero en efectivo y una chica bonita esperando en la cima.

Esta escena del reloj no sólo brilla por la genial comedia desplegada por Lloyd, sino que se será una de las principales influencias del cine de acción, como en Volver al futuro (Back to the future, 1985) de Robert Zemeckis o en Hugo (2011) de Martin Scorsese. Una secuencia muy realista en que Lloyd trepaba por decorados construidos en el techo de edificios, para dar la impresión de que realmente colgaba de sus paredes, aunque igualmente requirió de un poco de ayuda: el propio Strother era una de esas “moscas humanas” que sirvió de doble a nuestro hombre de anteojos. El éxito de esta película motivó a varias personas a realizar espectáculos similares, no sin accidentes ni premios lucrativos al que intentara tal hazaña imitando las fantasías propias del cine.

La popularidad de Lloyd como estrella de cine terminó por varias décadas en el olvido colectivo. Una vez retirado prefirió llevar una vida cómoda y sin escándalos, sólo volviendo a la pantalla en una secuela de su exitosa película El estudiante novato (The freshman, 1925): El pecado de Harold Diddlebock (The sin of Harold Diddlebock, 1947), dirigida por el notable autor Preston Sturges, sin mayores repercusiones.

Su renuencia a exhibir sus películas por televisión (consideraba que sólo podían apreciarse en la gran pantalla) también contribuyó a esa oscuridad, que recién alcanzó a ver la luz varios años después de su muerte. El mundo comenzó así a redescubrir a un maestro de la comedia, pero de esa comedia universal de caídas y movimientos de la cara. De la divertida cara de un hombre de gafas.

 

‘El hombre mosca’ fue incorporada al National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de EE. UU. en 1994. Entró al dominio público el 1 de enero de 2019 y está disponible en YouTube.

 

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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es egresado de Derecho de la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Gabriel Anich Sfeir

 

 

Imagen destacada: Safety Last! (1923).