«En tránsito»: La sutileza desquiciada de la ficción

Narrada en tercera persona y contada en un futuro distópico, el director alemán Christian Petzold pone a Georg (el actor Franz Rogowski) en un viaje hacia el exilio por su condición de judío: no es 1942 sino 2018, pero la alegoría es la misma, y el realizador convierte esa coyuntura en una crítica subyacente al trato sobre los migrantes de la actualidad, de modo que esa Francia ocupada puede ser cualquier otro país sometido a este tipo de prácticas.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 30.3.2019

Lo más importante de Transit (2018) es el ambiente. Una Francia ocupada por los alemanes en la actualidad, en una época moderna pero indefinida, donde las “limpiezas de primavera”, así las llaman, se transforman en redadas de deportación. Francia está ocupada, pero con sutileza, incluso con colaboración de sus habitantes. Es una historia contada en un futuro distópico, que se parece mucho a la incertidumbre de hoy y cuyo guión está inspirado en la obra de Anna Seghers.

Narrada en tercera persona y bajo estas premisas, el director Christian Petzold pone a Georg (Franz Rogowski) en viaje hacia el exilio por su condición de judío. Va de París a Marsella con un escritor que se muere en el camino y cuya correspondencia salva de la revisión del tren en que se han colado. Tanto el París que ha dejado, como a la Marsella en que llega, están sometidas a un intenso control policial. Lo extraño es que hay signos de bienestar, no solo de lujo, coexistentes con la cacería de la familia e individuos. No hay, como en otras distopías de este tipo -por ejemplo, Fatherland-, signos nacionalsocialistas o indicaciones acerca de la ideología de los ocupantes. No es 1942 sino 2018, pero la alegoría es la misma. Y si ello queda en la penumbra es porque el director convierte esa ocupación en una crítica subyacente al trato sobre los migrantes, de modo que esa Francia ocupada puede ser cualquier otro país sometido a este tipo de prácticas.

La historia es convencional y melodramática: su desarrollo para nada.

Francia es un gigantesco hormiguero de personas que quieren salir lo más rápido posible, antes que las autoridades los encuentren. El Estado, la policía, los funcionarios públicos, se tornan más signos de inquietud que portadores de bienes comunes. Georg debe entregar a Heinz Weidel, el escritor a su mujer. Va con la documentación, pero el escritor, que va rumbo a México se muere. Ha leído en el angustioso viaje de salida, el manuscrito de su obra, también angustiante como la situación.

Para ello hay que contactar a la mujer, y también al cónsul. La muerte del sujeto en el vagón de carga, obliga a Georg a huir antes que lo encuentren. Aloja en el Hotel Ryad, en medio de la hostilidad de la dueña. La ciudad es curiosa porque siendo moderna ella y sus automóviles, las casas están con tecnología de hace algunos años atrás, radio cuyos modelos ya caducaron, y que son el instrumento de contacto con el mundo.

En ese mundo, de personas que esperan una visa, hay temor contenido. Los consulados, el mexicano, y el estadounidense, sirven de descarga para sus ansias, mientras la espera literalmente los agota mental y físicamente. Dos mueren en el curso del relato, en situaciones que parecen comprensibles debido al estrés. Georg adopta la vida del escritor, conoce a su mujer (Paula Beer), que sigue enamorada de aquél, pero el escritor está muerto, y todo afuera es precario y frágil.

Si Marsella es un campamento de posibles exiliados, la ciudad no se ve más alegre para ellos. Es cierto, la vida sigue, a sus orillas, con gente en los cafés, ¿o acaso en 1940 no se divertían en París? Historias mínimas, conexas a los emigrados, y al propio Georg, que se desliza entre una mujer árabe y la viuda del escritor y su pareja, van matando el tiempo y el ánimo también. Sin duda, el director convierte al desamparo y el tedio en sus grandes herramientas. Finalmente, Georg no se va, su éxito es encontrar las visas, pero nadie llega a su destino. Él tampoco. (Cómo añoramos el final de Casablanca).

Vale la pena ver.

 

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En tránsito: Tan lejos, tan cerca.

 

En tránsito (In transit). Director: Christian Petzold. Guion: Christian Petzold,basado en la novella de Anna Seghers. Música: Stefan Will. Fotografía: Hans Fromm. Elenco: Franz Rogowski, Paula Beer, Lilien Batmen, Maryam Zaree Louison Tresallet, Alex Bredemuhl, Mathias Brandt, Sebastan Hulk, Emilie de Preissac y Barbara Auer. Alemania, 2018. 1 hora 37 minutos.

 

Los actores Paula Beer y Franz Rogowski en «En tránsito» (2018)

 

 

 

 

Cristián Garay Vera

 

 

Tráiler:

 

 

 

Imagen destacada: La actriz Paula Beer en un fotograma de Transit (2018), del realizador alemán Christian Petzold.