[Ensayo] «Babylon»: Una magnífica obra cinematográfica

El largometraje de ficción debido al genial realizador estadounidense Damien Chazelle, es quizás el mayor filme de esta temporada, y ni siquiera compite en las categorías más importantes de los venideros Premios Oscar, y los cuales se dirimirán durante las próximas semanas en el Dolby Theatre de Los Angeles.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 25.1.2023

Una de las grandes omisiones en las nominaciones de los Oscar del año 2023 ha sido Babylon (2022) la cinta de Damien Chazelle (1985): solo tres nominaciones técnicas (mejor banda sonora, mejor vestuario y mejor diseño de producción), pero ningún apartado importante.

Se trata, en efecto, de una súper producción que no fue bien recibida por el público y que ha dividido a la crítica especializada. Una realización, sin duda, que mereció de mejor suerte, pues su factura artística corresponde a la de una obra cinematográfica monumental, desbordada e imaginación creativa sin parangón por parte de su joven director.

El filme relata las vivencias de un grupo de personajes en Los Angeles de la década de 1920 en una incipiente industria hollywoodense. Un variopinto conjunto encabezado por Jack Conrad (Brad Piit), Nellie La Roy (Margot Robbie) y Manny Torres (Diego Calva) que viven para y por las películas. En pantalla se verá cómo experimentaban su alocada vida en el set y fuera de él, en unos años en que el cine mudo reinaba en el planeta de la entretención.

De esta forma, el inicio es sintomático de lo que será el largometraje: unos hombres tratan de llevar un elefante a una mansión en la cima de una colina para que sea parte de una disparatada fiesta de un productor de Hollywood.

La energía que ponen estos hombres en tan excéntrica tarea, retrata desde un principio el titánico trabajo de quienes están levantando el mundo cinematográfico, circuito que literalmente explota al espectador cuando se entra a la fiesta donde el elefante sería utilizado.

Y al abrirse las puertas de la mansión, la pantalla se colma de un cuadro impresionante de derroche de alcohol, de drogas y de sexo. Una fiesta desenfrenada animada con la mejor música jazz del momento. Y aquí se luce la mano de Chazelle para seguir de manera precisa y vertiginosa los distintos escenarios que se daban de manera simultánea en la fiesta, como si invitara al espectador a no perderse detalles.

Esa intensidad no se ve opacada ni siquiera por la muerte de una de las chicas en manos de un actor gordo. Suceso que tiene reminiscencias del escándalo que involucró al cómico Fatty Arbuckle y que remeció la industria del cine mudo. Aquí pasa a ser una anécdota en la desmadrada juerga.

Y con esta misma pasión que en esos años se divertían, se muestra como se filmaban las películas. Los mismos asistentes a esa fiesta inacabable, se los ve al día siguiente en el plató de grabación. Con la misma fuerza que bebían, fornicaban o se drogaban, los actores y directores, ahora creaban sus obras.

 

Un espectáculo más grande que los individuos

En un montaje paralelo vemos a los personajes de Jack Conrad y Nellie LaRoy, hacer su magia tras las cámaras. En ese torbellino que significaban los rodajes, la muerte de un camarógrafo por un accidente, no detiene la filmación, al igual que no lo hizo con la fiesta inicial. Hay un espectáculo que se recrea ante los ojos del espectador que es más grande que el individuo.

Y esto podría ser el alma de la primera parte de la historia. En medio de la frivolidad y excesos de sus protagonistas, se estaba produciendo algo que no se podía detener y que estaba quedando en la historia: las películas. Esa discusión sobre el sentido del arte de entretención que significaba la aparición de los filmes de ficción en el siglo XX, se percibe sobre todo en las conversaciones que tiene Conrad con diversos personajes.

Sin embargo, es con el rol de Elinor (Jean Smart), la comentarista de moda en ese entonces, con quien tiene la plática más importante. Con ella, Conrad tiene un diálogo en el que buscan definir la esencia de las películas. Esa magia de conectar o no conectar con el público, comenta Elinor, nadie sabe específicamente cuál es la razón.

Pero ella tiene claro que las películas son más grandes que sus protagonistas y que gracias a esas obras los actores se volverán leyendas. Incluso mucho después de que se hayan muerto, en una ciudad de «ángeles y fantasmas», remata la comentarista de chismes.

 

Ese arte más bello que la vida

La segunda parte de la historia, vemos como sus protagonistas empiezan a sucumbir al cambio de época que significó la introducción del sonido en los filmes. Y no solo un cambio técnico sino también social. Las famosas fiestas son reemplazadas por tétricos entretenimientos, escondidos en subterráneos inmundos manejados por criminales. La fiesta eterna pasa y se extingue , al igual que los personajes seguidos por el relato.

Asimismo, los caracteres principales están inspirados en actores que fueron grandes en su tiempo. En el caso de Jack Conrad hay elementos de Valentino, Fairbanks y Clark Gable. La figura de Nellie La Roy, en tanto, está basada principalmente en Clara Bow.

El ejemplo de Manny Torres, finalmente, representa el empuje latino que ayudó a construir Hollywood, a todas esas personas anónimas que estuvieron tras las cámaras y que eran de origen extranjero. La película le depara a cada rol distintos desenlaces pero siempre manteniendo el respeto y el amor por ellos.

Se ha dicho que esta obra de Chazelle es una declaración de amor al cine. La narración está hecha de detalles que remiten a otras películas. Hay una intención de recoger no solo la historia oficial sino que también el relato secreto, no confirmado, que creó la industria.

Y en este proceso de recrear una época, el cuidado en la ambientación, la vestimenta y la música que acompañan todo el desarrollo del relato, están hechos con una devoción que se entiende de un fan del cine y del cine como espectáculo. Y si a alguien no le quedó claro este amor por el cine que destila el filme, los últimos minutos lo dejan explícitamente establecido.

Babylon de Damien Chazelle está ambientada en Los Angeles, igual que su otra gran obra La la land (2017), ciudad que es una especie de reflejo de los personajes que llegan a cumplir sus sueños.

Pero Babylon es también su reverso, su lado oscuro, pues en este impulso, emerge esta Babilonia desenfrenada que se lleva por delante la vida de todos, pero que crea algo maravilloso e imperecedero para las grandes audiencias: las obras cinematográficas.

Y esto lo reivindica Chazelle, pues en tiempos del streaming, donde los espectadores no salen de sus televisores, computadores o celulares para distraerse, él crea un entretenimiento para vivirlo de manera masiva en pantalla grande y disfrutarlo de principio a fin como en aquellos lejanos años 20, cuando las películas eran realmente gigantes y fastuosas, como la vida misma.

 

 

 

***

Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Babylon (2022).