[Ensayo] «Constelaciones y otros poemas»: Los desechos de las estrellas

El arte poético reconcilia a las emociones humanas, porque es pura sublimación estética de la tristeza vertida en las palabras —su potencia creativa consiste en eso—, y el chileno Fabián Burgos así lo recrea en este volumen, donde nos invita a leerlo desde sus frustraciones y redenciones tanto autorales como personales.

Por Gonzalo Rojas Canouet

Publicado el 29.10.2022

¿Qué es una constelación? Wikipedia, dice esto en el primer párrafo:

Una constelación, en astronomía, es el límite en que está dividida la bóveda celeste, cada una está conformada por una agrupación convencional de estrellas, cuya posición en el cielo nocturno es aparentemente invariable. Los pueblos, generalmente de civilizaciones antiguas, decidieron vincularlas mediante trazos imaginarios, creando así siluetas virtuales sobre la esfera celeste.

En la inmensidad del espacio, en cambio, las estrellas de una constelación no necesariamente están localmente asociadas; y pueden encontrarse a cientos de años luz unas de otras. Además, dichos grupos son completamente arbitrarios, ya que distintas culturas han ideado constelaciones diferentes, incluso vinculando las mismas estrellas.

Me gustó eso de los trazos imaginarios, Baudelaire escribió un poema llamado «Correspondencias», el cual lo dirige a las combinatorias humanas que, en nuestras energías espirituales, van acercando o distanciando a las vinculaciones afectivas a una familiaridad, las miradas familiares como nos dijo el poeta. Es lo que nos hace construir pasiones alegres con las cosas del mundo.

El poema dice así:

La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

Las constelaciones son las correspondencias, aquellas conexiones simétricas que nos hacen aumentar las expectativas en el mundo. Da lo mismo cómo se hacen. Lo importante son cómo funcionan. La poesía es un medio para la autorreflexión con el entorno. Cuando digo poesía, es cualquier cosa que ayude a la experimentación subjetiva que descomponga la mirada en el mundo para desobedecer a los deseos heredados.

De esta forma, la poesía es el vehículo que desarrolla la posibilidad de descomposición del mundo y que según las armas personales, se podría experimentar con lo que se tiene, para constelar con lo que queda y volverse consciente del reverso de las cosas. La basura de la realidad es nuestro sustento para repensarla. Es dar vida al tú que habla y el yo del poeta debe dar paso a esa tarea. Basurearnos es anular las energías del individuo para multiplicarlo en todas sus variantes posibles.

Cuando miramos una constelación en el cielo, lo primero que aparecen son las estrellas, luego sus conjunciones y, finalmente, la llamada bóveda celeste: el conjunto final de relaciones entre todos esos elementos. Sus funcionamientos y relaciones son interpretados por el ojo humano. Señala sus modos de interacciones entre una estrella con otra y el conjunto de éstas con otros conjuntos similares.

Las neuronas serían lo mismo acá en la Tierra, en cada una de nuestras cabezas y que están, a su vez, tratando de relacionar, con mayor ahínco o no, lo que estoy diciendo en este minuto, que en mi caso es un segundo mental, el cual se abre a lugares insospechados mientras estoy escribiendo esto, que luego será leído a ustedes. Las relaciones de esos segundos serán distintos dependiendo si lo pienso escribiendo o leyendo esto. En fin.

Así, la poesía se escribe experimentando, fustigando, desapropiando, destruyendo, mejor dicho, hinchando las pelotas: incorpora y despeja unos elementos de otros. Funciona en esa experimentación combinando con lo que el universo del lenguaje va dejando de lado.

Por eso, y sobre todo, la poesía siempre se va adelantando a los hechos, por qué, porque trabaja con los desechos: los incorpora y hace consciente su funcionamiento para persistir lo que tenga que persistir. Esta poesía hace la diferencia con la poesía que quiere perpetuarse en el ritmo lírico de la vida concebida solo como escritura. Constela consigo misma, es el perro mordiéndose la cola.

Nuestra brillante poesía persiste con cautela: sobrevive dañando lo perpetuo. Quiere sobrevivir reciclando, citando, carnavalizando, fluyendo y combinando con la basura. Construye constelaciones que si han de vivir no sea en el delirio y sin timón, sino que sean el propio delirio y que distorsionen desde ahí a las otras estrellas, porque si logran combinar, su vida será para nada extensa, pero sí muy estremecedora.

No pierden tiempo en pensar en lo que serán sino cómo mejoro mis funciones. Así con las estrellas y así con los poemas, así con nuestras neuronas y así con el universo.

El lenguaje es una justificación para unirnos un momento en este universo mental.

 

Redención de las pasiones tristes en el lenguaje

Esta foto la vi por Facebook en clave meme. La burla consistía en la cara de Cobain frente al regalo espantoso de Burroughs. De verdad, es chistosa la foto, no cabe dudas.

En el libro Constelaciones y otros poemas (Askasis, 2022), leo a Fabián Burgos (1987) poniendo la cara de Cobain. Las constelaciones son los vecinos afectivos de cada uno. Desde nuestras neuronas hasta los familiares no deseados. Estas constelaciones en forma de poemas son honores u homenajes que le rinde el poeta a los suyos: madre, padre, amigos y abuela.

La poesía reconcilia porque es pura redención de las pasiones tristes en el lenguaje. Su potencia creativa consiste en eso y Fabián lo recrea y nos invita a leerlo desde sus constelaciones personales. Por esta razón, recibe y reconcilia a su entorno. Tal como hace Cobain con Burroughs: toma con su mano izquierda y con rostro de circunspecto el regalo de su padre mental.

Solo se recibe el don del otro. Luego, en la intimidad uno dirá todo lo que quiera en cuanto sarcasmo se refiere. Es como la imagen de Neruda. Con el tiempo uno lo va estimando cada vez más. Cuando uno ve a su padre o madre en la vejez, ya no los cuestiona, se aceptan y se entienden en sus contradicciones. Hasta es bello ese ejercicio. De ahí la redención de Fabián en este libro.

Tal como en la filosofía, sobre todo en Nietszche y Benjamin, las ideas (parágrafos) son apuntes mentales que serán algo en un futuro. Dependerá de su uso y su intencionalidad. En el capítulo «Block de notas», existe este uso. Es un ejercicio de lenguaje sin una supuesta finalidad en su totalidad, pero en cada fragmento paragráfico hay una idea en verso o lo que fuese.

Son otras constelaciones que van circundando, son satélites que merodean neuronalmente, luego se transforman en lenguaje. Y el circuito será constelar a los lectores y de ahí a otras neuronas. Al parecer la poesía no es más que eso, plasmar, lo que sucede en el universo acá en la tierra.

Te comparto mis neuronas consteladas, a ti lector y a ti, Fabián.

 

 

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Gonzalo Rojas Canouet es doctor en filosofía, escritor y poeta, además de profesor en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

 

«Constelaciones y otros poemas», de Fabián Burgos (Editorial Askasis, 2022)

 

 

 

Gonzalo Rojas Canouet

 

 

Imagen destacada: Fabián Burgos.