[Ensayo] «Donnie Darko»: De la ambivalente adolescencia y la farsa del mundo

El filme del realizador estadounidense Richard Kelly —protagonizado por los Jake Gyllenhaal y Maggie Gyllenhaal—es un inquietante relato de ciencia ficción de 2001, y el cual en su momento fue premiado en el Festival de Sitges y que con el tiempo se ha convertido en una obra audiovisual de culto.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 19.4.2022

«A mi alrededor todo son sitios gastados, caras gastadas yendo a ningún lado. Sus lágrimas empañan sus lentes, sin expresión. Escondo mi cabeza, quiero ahogarme en mi pena, sin un mañana. Y me parece un poco gracioso, y un poco triste. Es difícil de aceptar, la gente corre en círculos, es un mundo loco».
Michael Andrews y Gary Jules en Mad World

Estrenada poco después del atentado a las torres gemelas, Donnie Darko es un inquietante relato de ciencia ficción que fue premiado en el Festival de Sitges y que con el tiempo se ha convertido en película de culto.

La protagonizan los hermanos Gyllenhaal que lo son también en esta ficción, para Jake —quien encarna con brillantez al joven Doniee— supuso su pronta proyección internacional, por su parte Maggie —cuyo personaje es secundario— tuvo que esperar más tiempo a ser reconocida en su grandeza actoral.

La obra recrea el universo de la década de los 80, un tiempo en el cual los ordenadores empezaban a entrar en los hogares y un tiempo en el que Hollywood se interesaba especialmente por las historias espacio-temporales como es el caso de la exitosa saga Regreso al futuro de Robert Zemeckis.

En ese contexto pero fuera de la poderosa maquinaria de las grandes productoras, Kelly elaboró con pocos recursos y tiempo una rareza cinematográfica adscrita al denominado cine independiente estadounidense.

Una película que más allá de entretener invita a reflexionar sobre lo que es la realidad espacio-temporal en la que transitamos poniendo el foco en el a menudo absurdo mundo adulto que legamos a nuestros hijos.

Todo ello con una mirada empática a las dificultades y miedos de los adolescentes ante esa farsa impostada, ante ese mundo loco.

Y Mad World es precisamente el título de uno de los temas de la excelente banda sonora del filme, un tema de significativa letra —citada en el encabezado— y compuesto por Michael Andrews y Gary Jules.

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.

 

Locuras y miedos

«Es una lástima que los locos no tengan derecho a hablar sensatamente de las locuras de la gente sensata».
William Shakespeare

Si en la saga de Zemeckis Doc era el extraño y loco investigador que había desarrollado un vehículo máquina del tiempo (el legendario DeLorean) y quien compartía sus experimentos con el joven Marty McFly, Kelly nos presenta a una anciana maestra a la que muchos consideran loca y que escribiera un libro maldito cuyo sugerente título es La filosofía de los viajes en el tiempo.

Libro de cabecera del joven Donnie quien sufre inquietantes alucinaciones en las cuales llega a visualizar agujeros de gusano espacio-temporales.

Pero así como en Regreso al futuro la extravagante locura de Doc es mero divertimento, aquí la de la desahuciada maestra y especialmente la de Donnie invitan a reflexionar acerca de la locura disfrazada de cordura de un mundo —entonces y quizás más ahora— que tiene mucho de farsa. Y así mismo a darse cuenta de la necesidad de cierta locura personal como modo de liberación a esa locura colectiva que nos condiciona y nos limita.

La película pone en evidencia el sin sentido del mundo adulto al que sus jóvenes protagonistas están a punto de integrarse, una comunidad que aparenta ofrecer libertad y seguridad pero que en realidad se siente insegura en sus tabús hipócritas y su miedo a la renovación generacional.

En este sentido:

El profesor de ciencias que ofrece el libro maldito a Donnie y que en su miedo a ser excluido de la sociedad —simbolizada en la dirección escolar que está arraigada en la tradición católica— corta una interesante charla en torno al espacio-tiempo, el destino y el libre albedrío con su alumno más avanzado cuando este plantea la posibilidad de «viajar por el canal de Dios».

Y el temor de esa dirección escolar a las ideas progresistas de una maestra que busca despertar las potencialidades únicas de sus alumnos, temor que deriva en despido al entender que sus lecturas en clase incitan a la rebelión y el desorden, lo cual en parte es cierto porque, ¿acaso la evolución no tiene mucho de revolución?

La profesora desengañada se despide de Donnie hablándole de la «puerta del sótano» que los adultos temen, esa puerta simbólica que encierra la oscuridad —personal y colectiva— no reconocida que «a pesar de» o precisamente «a causa de» grita en rabia.

Y el conferenciante de masas que es invitado a la escuela para hablar sobre los miedos en la adolescencia. El hombre les aconseja con mensajes fáciles que Donnie rebate asegurando —no sin razón— que lo suyo es charla para vender libros comerciando con los miedos ajenos.

Antes de ser expulsado del auditorio, Donnie acepta su condición de aprendiz de vida: que tiene bastantes problemas, que tiene miedo y que está bastante confundido. Un reconocimiento que lamentablemente no se da en la mayoría de la gente sea cual sea su edad.

Es bella la escena en la cual habla con su padre acerca de todo esto asegurándole que cree estar loco, una afirmación teñida del prejuicio social al que se ve sometido. Pero el hombre lo niega —niega que ser loco sea algo peyorativo— al tiempo que aconseja a su hijo que siempre diga la verdad: «aunque te miren mal porque casi toda esa gente es una porquería, y le temen a personas como tú».

 

Dormidos, oscuridades y espacios-tiempos

«La escena es tan grande como el brillo de las estrellas y hay otra vida a la que se puede despertar».
Rafael Álvarez «El Brujo»

Donnie tiene visiones de puertas espacio-temporales y de un intrigante hombre cuyo rostro está cubierto por un grotesco conejo. Ese hombre parece conocer el futuro, de hecho le salvó la vida al inducirlo a salir de su casa una noche en la que un inusual accidente pudo acabar con él y le advierte que quedan pocos días para «el fin del mundo».

Sólo habla de ello con su terapeuta y con una chica nueva en la escuela con la que extrañamente ha conectado (él se siente diferente a los demás y estos lo rechazan por su marcada diferencia).

Gretchen (así se llama la chica) y Donnie se atraen fuertemente y en esa atracción descubren el amor, un amor que se acrecienta día a día.

Los vemos juntos en clase exponiendo su proyecto idea para la asignatura de ciencias. Presentan unas gafas virtuales para niños que colocadas cuando duermen con imágenes a elegir por los padres les ayudarían a desarrollar la memoria.

Una afirmación que el profesor debate con el argumento de que los niños necesitan oscuridad como parte de su desarrollo natural.

La oscuridad necesaria para el descanso del durmiente de cualquier edad. La oscuridad que da paso a los sueños que no siempre recordamos, a los extraños sueños gratificantes o quizás más comúnmente a las pesadillas que nos atormentan…

Esa oscuridad enterrada en uno mismo que suele aflorar en los sueños, esa «puerta del sótano» que conscientemente no queremos ver y mucho menos abrir. Y en esa elección fácilmente nos convertimos en seres durmientes en vigilia que temen despertar a la realidad plena.

En este sentido me parece significativa la escena en la que vemos a la pareja de jóvenes en un cine en el cual se proyecta una película de terror. En esa oscuridad, Gretchen pronto queda profundamente dormida mientras que Donnie se muestra muy despierto y receptivo.

Allí «entra» en la película y visualiza esos portales temporales que en esta ocasión atrapan a un simbólico reloj. Visualiza ese deshacer el espacio-tiempo mientras ve y conversa con el enigmático hombre conejo quien le muestra su rostro herido de bala recordándole el inminente «fin del mundo» que tendrá lugar la simbólica noche de Halloween.

 

Muerte y amor

En esta hora de la noche
me avisan que dejó de ser muda
la muerte, y las estrellas, complacidas
de amor en amor acarician la sangre
con los labios secretos de la luz
y el creciente clamor de la esperanza.
Pedro Burgos

En esa noche de ensalzamiento de la oscuridad, en esa noche de confrontación con los miedos, en esa noche de danza con la muerte, en esa noche negra Donnie —ataviado con un disfraz de esqueleto cual muerte— y su hermana organizan una fiesta a la que asisten numerosos jóvenes del lugar.

Acude Gretchen y acude también ese enigmático hombre conejo, esa aparición solo percibida por Donnie que ahora es real. Tras ese extraño marchan Donnie y su chica en bicicleta por las calles oscuras. Y por una cadena insólita de acontecimientos, ese hombre sin pretenderlo atropella mortalmente a Grethen con su coche. Y Donnie en un ataque de furia al verse sin su amada le dispara causándole la muerte a quien le salvara de ella unos días antes. Ahora sabe la verdad de su visión.

La durísima verdad que es el «fin del mundo» profetizado, del fin del prometedor mundo en común que se les abría a los jóvenes enamorados.

Y Kelly que nos muestra cómo se avecina una «tangente» (así lo define el libro de la maestra) espacio-temporal entre ese universo y otro universo que será otra posibilidad de vida radicalmente distinta con la que acabará el filme.

Más allá de las consideraciones sobre los multiversos y sus famosas paradojas quiero poner el foco en el binomio muerte amor que subyace en esta peculiar historia.

Donnie era un joven solitario antes del extraño accidente que le hubiera causado la muerte. Y gracias al salvador hombre conejo, él vivió y conoció a Gretchen quien le sacó de su aislamiento y por quién experimentó el amor.

Y por ese amor —se diría que de forma heroica— decide cómo será su futuro —y el de todos, todos estamos conectados— tras el encuentro espacio y temporal, un encuentro que se nos muestra bellamente en forma de luminosa tormenta oscura (la dualidad del mundo).

Lo vemos portando en brazos a su amada —imagen potente que asemeja una piedad inversa— al automóvil familiar para dirigirse a un lugar elevado desde donde se divise bien el espectáculo electromagnético.

Ya ha amanecido, Donnie sentado sobre el vehículo con el rostro en luz solar. Y de nuevo el insólito accidente: un motor de aeronave (significativamente Aéreo era el nombre del cine al que acudió la pareja) cae sobre su casa impactando en su habitación, esta vez nadie le ha avisado por lo que Donnie muere.

Y Gretchen revive. Se nos muestra ese universo nuevo que nace en esa heroica decisión, vemos cómo la familia llora su pérdida y cómo la joven amante acude al lugar para interesarse por lo ocurrido.

«No lo conocía», le dice Gretchen a un niño —la imagen de la inocencia— que es quien le informa de lo sucedido. Pero alguna memoria del universo «perdido» anida en ella y en la madre de Donnie, ambas mujeres se miran entre extrañadas y confusas para acabar saludándose con la mano.

Es significativo que en el universo en el que Donnie se salva el motor cae en plena noche y con la madre durmiendo en casa. Y en cambio, en el universo en el que Donnie conscientemente decide morir por su amada, el motor cae en un ambiente de luz solar. Cae al sol y desde el avión en el cual la madre regresa al hogar, un cambio radical este al que se le podrían buscar significados edípicos…

Sea como sea y a modo de conclusión recomendar la visión de esta original película que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y del mundo.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Donnie Darko (2001).