[Ensayo] «El prodigio»: El cine internacional de Sebastián Lelio

La filmografía del director chileno Sebastián Lelio ha crecido sin haber traicionado sus tópicos originales, los cuales vuelven a aparecer en esta oportunidad, en pantalla: asuntos como el mundo femenino, la madre y su relación con los hijos, y el gesto a contracorriente en una sociedad de roles definidos.

Por Cristian Uribe Moreno

Publicado el 28.11.2022

La nueva película del realizador chileno Sebastián Lelio fue estrenada en la sala Ceina del Centro Arte Alameda y ahora debuta a través del streaming de Netflix, y demuestra un afianzamiento internacional en su quehacer cinematográfico, sin dejar de lado las ideas artísticas y audiovisuales que lo hicieron destacar en nuestro país.

Su obra The Wonder (2022) está en un muy buen nivel en cuanto a la historia y factura fílmica. Esto se observa en la aceptación que ha tenido en la plataforma pues la película se ha situado entre las obras más vistas de la cartelera digital.

La película está basada en la homónima novela de Emma Donnague. Ella se inspiró en unos hechos reales ocurridos en la época victoriana. En ese entonces, un grupo de niñas decidieron que no se alimentarían y que mantendrían solo tomando agua. A este grupo se le denominó fasting girls.

Y ese es el punto de partida de la historia cinematográfica. Lib Wright (Florence Pugh) es una enfermera inglesa que llega a un pueblo de Irlanda, en 1859, contratada para supervisar a Anna O’Donnell (Kíla Lord Cassidy), una chica de once años que ha decidido no ingerir alimento y vivir así.

Un grupo de hombres notables de la ciudad (doctor, alcalde, sacerdote) ha decidido vigilar día y noche a la chica para ver cómo sobrevivido durante meses sin alimentarse. En el interior de este grupo hay dos opiniones distintas.

Por un lado, los que creen que efectivamente el hecho sea sobrenatural y que esté ligado a una especie de milagro. Por otro lado, hay quienes opinan que tiene una explicación científica o quizá no sea más que un engaño.

 

Querellas entre religión y ciencia

La pericia narrativa del filme lleva a que en algún momento el espectador esté ante un crédito de tipo policial, cuyo objetivo sería el desenmascarar a una presunta impostora. Pero la enfermera Lib va desarrollando una empatía por el sufrimiento de la niña y en algún momento decide intervenir para ayudar a la muchacha, pese a la oposición de la familia y de los ciudadanos que la contrataron.

El desarrollo de la trama va delineando los bandos: los que sienten a la niña una especie de mártir religiosa y los que observan los hechos de manera muy objetiva. Ni unos ni otros quieren que alguien intervenga. Y nuevamente se está ante la vieja oposición pensamiento mágico y ciencia.

Solo Lib logra abstraerse de estas fuerzas y siente que debajo del comportamiento de Anna oculta algo más profundo. Y ahí decide ayudarla.

Un tercer personaje interviene en este asunto: el periodista William Byrne (Tom Burke). Él está convencido de que todo no es más que un fraude el cual hay que exponer. Él es el representante de una prensa amarillista en ciernes. Y comienza a tener una influencia en las decisiones de Lib sobre el futuro de Anna.

No obstante, la película tiene un inicio particular. Lo primero que ve el espectador es un set cinematográfico, donde se observa una construcción de utilería. La cámara se acerca y se divisan distintos personajes en el interior de un barco.

Y entremedio de todos a Lib, que viaja a Irlanda.

 

Los metatextualidad de una realidad

Este inicio teatral y metatextual, se olvida poco a poco con la ambientación y realismo que van tomando las acciones del relato. De hecho, las imágenes transmiten un naturalismo tan palpable que a los minutos, el espectador se puede sumergir en la trama, olvidando este comienzo tan deconstructivista.

El drama que vive Anna y su entrega a este sufrimiento, copan el relato y se sienten las dudas que tiene la enfermera. Hasta que el periodista William Byrne asedia a Lib para que puedan desenmascarar la historia de la niña, pues sienten que todo es un fraude. Ella es una buena actriz, comenta a Lib. Y es justamente este personaje quien nuevamente recuerda al espectador el carácter especular de la película al regalarle un pequeño taumatropo a Anna.

Sin ir más lejos, el taumatropo es un juguete óptico, hecho generalmente de cartón redondo, en cuyas caras hay dos dibujos distintos, que con la ayuda de un hilo se pueden dar vuelta rápidamente, dando la sensación de unión de ambas figuras. Será este último elemento el que permitirá dar un giro a lo que está ocurriendo en pantalla (y fuera de ella también).

Al igual que Anna debe decidir cuál es su postura sobre lo que ocurre, en la imagen que le regalaron, el espectador es interpelado de manera indirecta para llegue a una conclusión sobre el relato que se propone.

En este sentido, el público de una película no está tan alejados de estos personajes que desean creer, sabiendo que hay una especie de truco en el fondo. La mayoría de los espectadores saben que una obra audiovisual es un artificio pero deciden creer en la historia presentada como si fuera real y consumen las imágenes al modo si constituyeran la verdad misma.

Hacia el final unos cuantos giros en la trama, sorprenderá a más de alguno, pero habrán otros que sentirán una manipulación obvia que ha servido para entretenerse por un tiempo determinado. Una construcción artística a la que apunta el título.

¿Cuál es el verdadero prodigio? ¿El que se ve en el relato y que cautiva por sí mismo? O, ¿el acto mismo de mantener a la audiencia capturada por una narración audiovisual que conecte con unos tiempos pasados obsoletos?

Cualquiera que sea la respuesta, el cine de Sebastián Lelio está creciendo, sin haber traicionado sus temas, los cuales vuelven aparecer en pantalla. Asuntos como el mundo femenino, la madre y su relación con los hijos, y el gesto contracorriente en una sociedad de roles definidos, por ejemplo.

Sin duda, este filme continúa en el camino de los grandes trabajos del realizador chileno, además de estar entre los mejores estrenos del año en el streaming.

Eso es una buena señal.

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: The Wonder (2022).