[Ensayo] «En cana»: Un acercamiento a la justicia restaurativa

Este libro pretende que el imputado, la víctima y sus familiares comprendan, en su propio lenguaje o en un idioma más coloquial, los alcances de todo lo que les está sucediendo y el rol que representamos los diferentes actores del sistema penal, que sepan cuáles son sus opciones y las consecuencias de sus decisiones o de las nuestras. Todo en un orden secuencial desde la detención hasta las formas de cumplir una sentencia.

Por Constanza Acuña Sauterel

Publicado el 6.12.2023

Amigos y autoridades presentes, a todos quienes nos acompañan en este día, a nombre de los tres autores, les agradezco su presencia en este evento, que tiene por objeto presentar este trabajo, nuestro intento de acercar la justicia a quienes más necesitan comprenderla: las víctimas y los imputados, y en general, todos aquellas personas susceptibles de llegar a un tribunal penal.

De esta forma, agradecemos especialmente a quienes nos acompañaron en este proyecto: Mariela Hernández Acevedo, presidenta nacional de la Asociación de Magistrados y Magistradas de Chile; al directorio regional de O’Higgins de la asociación aludida, encabezado por Laura Núñez Madrid, como asimismo a Lidia Poza Matus, en la práctica, una gestora cultural clave, comprometida con servir a las personas, quien, en representación del Instituto de Estudios Judiciales Hernán Correa de la Cerda, contribuyó al patrocinio de la presente edición.

No podemos olvidar de mencionar a quienes nos prologaron este texto: Jean Pierre Matus Acuña y Roberto Contreras Olivares, ministro de la Corte Suprema y de la Corte de Apelaciones de San Miguel, respectivamente.

En cana. Lenguaje claro es un libro que se gesta en pandemia, y termina siendo redactado por tres jueces que comparten la judicatura en materia penal, en territorios jurisdiccionales contiguos y de naturaleza mayoritariamente rural, a quienes individualmente inquietaba la misma preocupación: cómo darse a entender de forma más clara hacia los imputados y las víctimas, ya que es vital para la credibilidad del sistema hacernos entender.

Así, es necesario que quienes acuden ante el estrado comprendan lo que está sucediendo en la audiencia y sus implicancias, y, por supuesto, sus familiares y amigos, aquellos que observan desde el público.

En efecto, este libro nace a raíz de que los autores compartimos una misma percepción frente a una pregunta clave que nos hicimos: ¿cuál es nuestra principal preocupación, como jueces, en este trabajo? Y la respuesta fue unívoca e inequívoca: servir a las personas.

Sin ir más lejos, estamos aquí por y para ellas, no para ser servidos, pero no confundan este propósito con debilidad alguna: cuando tenemos que ser intransigentes, categóricos, directos y firmes, lo somos sin asco, sin duda alguna, sin miedo a exigir ni ponderar. Entendemos que todos merecen respeto, consideración y un trato digno como seres humanos: frágiles y vulnerables. Porque todos lo somos.

No se sorprendan si también reconocemos que es difícil hablar claro, a riesgo de derribar expectativas, ajustar realidades, advertir y explicar consecuencias. Obviamente, requiere esfuerzo, como todo lo que importa realmente en esta vida. Nos importa compartir lo que hemos aprendido con los desclasados y socialmente despreciados, no aferrándonos a la posición de poder ni manteniéndonos en los estrados.

Hemos decidido poner a disposición de la mayor cantidad posible de personas aquello que hemos observado y reflexionado desde el estrado, al servicio del más débil y del más necesitado: quien quiera que sea, ya sea víctima o imputado. Ya que es débil todo aquel que enfrenta el poder del Estado, y es necesitado quien ignora cómo opera el sistema de justicia.

En otras palabras, servir al prójimo, a quien esté cerca del estrado, no con la ingenuidad de quien no reflexiona ni pondera el contexto y sus diferentes contornos, sino más bien con la prudencia y la paciencia de quien conoce la naturaleza humana: porque ha tenido el tiempo suficiente para mirarse en el espejo, en los ojos de otros y de no olvidar cómo nos vemos.

 

Una sola voz y un solo corazón

Es cierto que así como el médico que con el paso del tiempo se insensibiliza ante los padecimientos del cuerpo, atendida la práctica habitual y cotidiana de su ciencia, a nosotros nos sucede algo similar: no nos escandalizamos ni con la maldad humana ni con la ignorancia.

No es fácil sorprendernos en esos ámbitos. Incluso la necedad repite los mismos patrones de siempre. El conocer nuestras propias necedades e ignorancias nos ayuda a mantener los pies en la tierra y a identificarnos como seres en construcción: como todos, y como dice uno de los autores: «hasta el final de los tiempos verbales».

Por eso las preguntas que hacemos a los imputados y a las víctimas, quienes a veces nos miran sin entender nada, en ese momento, son de la más alta relevancia por sus consecuencias e implicancias. Y es allí donde empatizamos con ellos, para despejar y controlar las emociones a fin de darnos a entender.

Así como el médico que nos informa y explica en muy poco tiempo su diagnóstico y tratamiento, del que nunca habíamos escuchado, debiendo tomar ciertos medicamentos, sin saber cómo específicamente nos sanarán, pero aun así los tomamos, finalmente porque confiamos en él. Esa confianza buscamos. ¿Fácil de conseguir? No lo es.

Por ejemplo, muchos creen que el juez, en Chile, puede por su propia motivación y voluntad, de oficio, en palabras más técnicas, decretar una prisión preventiva: no es así, siempre es a petición, ya sea del fiscal o del querellante. Nunca por iniciativa propia, la ley no lo permite. ¿Soy clara?

No nos hablen, entonces, de puertas giratorias, esas se ven en los bancos para volver a pedir crédito. Nosotros no somos activistas judiciales, tampoco nos convencen esas etiquetas garantistas o de persecutores: somos jueces que queremos ser imparciales y nos esforzamos en ello.

Este libro pretende que el imputado, la víctima y sus familiares comprendan, en su propio lenguaje o en un lenguaje más coloquial, los alcances de todo lo que les está sucediendo y el rol que representamos los diferentes actores del sistema, que sepan cuáles son sus opciones y las consecuencias de sus decisiones o de las nuestras. Todo en un orden secuencial desde la detención hasta las formas de cumplir una pena.

Quiero agradecer a Víctor Ilich y Jorge Parragué, por considerarme para acompañarlos en este hermoso proyecto, por su trabajo, ayuda, compañerismo, paciencia, entrega y buena disposición, pero principalmente por enseñarme tanto durante este periplo: el hacer un libro, y en el proceso logramos ser una sola voz y un solo corazón, para entregar un texto al servicio de la comunidad.

 

El ejercicio de una libertad

No puedo desconocer que, en principio, sentí cierto temor y nerviosismo a la hora de enfrentar esta tarea. Sin duda, porque participar como autora de un libro fue una experiencia nueva, sobre todo considerando que su espíritu y tenor son tan distintos de aquellos que ostentan las sentencias y resoluciones que día a día redactamos los jueces.

Pero siempre ha sido una gran preocupación que las víctimas y los imputados reciban un trato digno, sin perjuicio de encontrarse privados de libertad por hechos que, a veces, pueden ser atroces y que los hacen sujetos del escarnio y desprecio de la sociedad, deshumanizándolos públicamente en dicho proceso. No obstante aquello, siguen siendo personas con un propósito o cumpliendo un despropósito: he aquí el ejercicio de nuestra libertad en su máxima expresión.

Permítanme aquí una digresión. La privación de libertad, especialmente aquella extensa, no es lo que habitualmente se piensa, solo quienes la han experimentado, o visto de cerca, pueden llegar a dimensionarla.

Sin perjuicio del encierro —que en estricto rigor corresponde al castigo—, las carencias de todo tipo, la violencia interna de las cárceles, el frío, la soledad y la angustia pueden llegar a ser inconmensurables y superar con creces la restricción de libertad ambulatoria.

No en vano, el tema que han interpretado hoy, de Astor Piazzolla, Café 1930, evoca esa melancolía: un vacío y tristeza que no queremos que olviden. No sería justo para aquellos que sufren frente a nosotros.

Y no puedo dejar de mencionar una idea, nacida de conversaciones sobre lo humano y lo divino con aquellos privados de libertad que habitan allí, justo detrás de una pared que separa mi estrado de ellos y que tornó este proyecto en uno de la más alta relevancia para quien habla.

Ellos temen solo al «Pulento» (como le llaman), aquel personaje divino o histórico, según cada cual lo crea, y que en su infinita misericordia gustaba de juntarse precisamente con aquellos desclasados y socialmente repudiados, a quienes amaba.

Si sus enseñanzas fuesen ciertas y si fuese cierto que todos requiriésemos redención, no es fácil concebir la redención para aquel que comete los más atroces delitos, pero si fuese cierto que hay un juez supremo y que al final del camino compareceremos ante él, no tengo duda razonable alguna de que es mejor sufrir con el que sufre y reír con el que ríe, porque de seguro todo lo que sembremos lo vamos a cosechar. Y yo prefiero un juez misericordioso a un juez implacable.

Y usted, ¿qué clase de juez prefiere?

Por esto una justicia restaurativa es una justicia viva que prolonga nuestra propia existencia, ya que ayuda a sanar las heridas.

Finalmente, puedo decir que el libro que hoy les presentamos es solo una semilla de mostaza, que podría crecer en sus manos. Agradezco a la Vida, con mayúscula, por haber puesto este proyecto en mi camino y a mis dos colegas, hoy amigos, que han sido perfectos para este viaje.

 

 

 

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Constanza Acuña Sauterel, quien nació en una fría noche de invierno, pero con la calidez que solo da el afecto materno, el 8 de junio de 1981, en la capital de la Araucanía, una noche sin ira, ni contienda.

Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad Autónoma de Chile, ella es hoy la actual jueza titular del Juzgado de Letras, Garantía y Familia de Peumo y relatora interina de la Iltma. Corte de Apelaciones de Rancagua.

 

«En cana. Lenguaje claro», de Constanza Acuña, Víctor Ilich y Jorge Parragué (2023)

 

 

 

Constanza Acuña Sauterel

 

 

 

Imagen destacada: De izq. a derecha, Víctor Ilich, Lamberto Cisternas, Constanza Acuña y Jorge Parragué.