[Ensayo] «Honrar al padre»: Vengar el asesinato del Presidente Salvador Allende

La nueva entrega del escritor chileno Bruno Serrano Ilabaca reconoce esas ideas literarias en donde la dignidad humana simboliza algo más que un momento ontológico o moral, para transformarse en una realidad adquirida por los hechos y las consecuencias de la historia personal, ante la tragedia republicana padecida por Chile durante la segunda mitad del pasado siglo XX.

Por Hans Schuster Guzmán

Publicado el 3.10.2022

La novela latinoamericana desde sus inicios, se caracteriza por desarrollar una serie de temas constantes que van desde los conflictos sociales, la descripción permanente de la naturaleza, el dictador y las atrocidades cometidas bajo su capa de sangre, el desarrollo de mitos y de leyendas interculturales, el mundo mágico plasmado en toda la riqueza del lenguaje, con extensos giros poéticos en prosa, o entremezclando géneros, con los cuales la lectura se enriquece en ritmos y posibilidades de ficción.

Sin embargo, la constante más frecuente de los últimos tiempos, desde el boom y el post boom latinoamericano, ha sido lo invariable de atragantarse con la historia reciente y convertir el dolor y la amargura en un testimonio descarnado, o bien, en el juego y la ironía de una fiesta, dejando ver que la historia es también un momento de carnaval: en donde el lenguaje no es más que una máscara que habla de la palabra, proyectando las sombras de la historia reciente y los asombros, como una celebración ante los múltiples espectros en los desafíos de la página donde el disfraz del narrador se hace presente, enjuiciando los horrores de un pasado cercano.

De allí que el autor, suele utilizar narradores en primera persona, que son quienes le dan el tono realista a la historia, aunque no necesariamente sea el protagonista, sin embargo, suele ser el más utilizado, dado que cuenta de los hechos desde su propia experiencia, o bien relatando los acontecimientos en su condición de testigo.

Otra forma de narrar, es dirigir los discursos hacia sí mismo, en una suerte de monólogo interior, a ratos flujo de la conciencia, donde las emociones se hacen presentes porque reflexionan y recuerdan, haciendo patente el pasado que se desdobla para contar, entre los sueños, la imaginería y los múltiples niveles de realidad presentados como una segunda voz que apela al lector, entregando variada documentación al modo de epístolas o escritos de diversa índole que vienen a complementar y ampliar los sucesos narrados, como si participara la voz narrativa desde el afuera dando cabida a los detalles.

Así, irrumpen los tiempos en que suceden los hechos, para dejar entrar otro momento en la armonización de la estructura narrativa con el propósito de que sea recibida como una voz que lo sabe todo, conjugando también el tiempo con el tempo de la historia, de modo que, administrando la información y las voces narrativas, a la manera en que considera que lo que narra tiene carácter de objetivo y que por lo tanto, se vuelca hacia un espíritu de época que pone énfasis en los aspectos psicológicos de los personajes o bien, es parte de la historia que cuenta, es su protagonista, y trata los asuntos como si la trama fuera la objetiva y él o ella solo está allí para dar cuenta de los sucesos en el relato, que suele sobrepasarlos entre tribulaciones y penurias.

Pero bien, vayamos al autor y la novela que da paso a la presentación en la Feria Primavera del Libro hoy 1 de octubre de 2022 en el Parque Bustamante, a Bruno Serrano Ilabaca, poeta, narrador y editor de múltiples textos a lo largo de los años, y que en la inmediatez del ahora, nos presenta su última novela, Honrar al padre (Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, mayo de 2022).

 

Los dueños del dinero

Los cuatro capítulos de la novela, vienen acompañados de un glosario de términos y chilenismos. En esta obra, la voz del narrador, que asume varios de los momentos descritos en los párrafos anteriores, intenta dar cuenta de su desquite.

«Vengar el asesinato del presidente Allende», así parte la novela, como si lo que va a presentar a los ojos del lector fueran múltiples escritos en desordenados cuadernos, que se reorganizan en orden cronológico y ponen a nuestra disposición hechos y acontecimientos, para ajustar cuentas con quienes cometieron salvajes crímenes de Estado durante la dictadura cívico y militar y después de ella.

Pero no es sólo la venganza, lo que gravita en lo narrado, es el espíritu de un héroe, o un anti héroe, según se refleje en los recuerdos que espejean la memoria.

Y así «el viejo», como apodo o chapa militante, da cuenta de su paso por Bolivia buscando al Che, sus momentos de escolta personal de Salvador Allende y los múltiples sucesos de vida o sobrevivencia clandestina con un realismo que aflora nombrando a quienes fueron emboscados, torturados y asesinados, como a su vez los nombres de los torturadores y asesinos, en diversos momentos, bien documentados y narrados desde el aquí y el ahora.

La novela es ágil, con descripciones de lugares y sucesos que al parecer se apegan a los verdaderos protagonistas de la historia reciente, donde «el viejo» está presente en diversos usos de la voz narrativa y por allí emerge en múltiples momentos que dejan ver el entramado combativo ante una de las diez dictaduras más sangrientas de Iberoamérica de los últimos 49 años, dado que el próximo 2023 se cumplen los 50 años del asesinato de la democracia en Chile, tras el sangriento golpe de Estado por el que se derrocó al entonces presidente Salvador Allende.

La extrema violencia estuvo presente en este régimen cívico y militar desde el principio, para combatir a las ideologías de las izquierdas y para ello se ordenó a las fuerzas armadas y de orden, junto a los civiles cómplices de torturar y asesinar a toda la oposición que apoyaba el régimen de Allende, tanto a nivel nacional como internacional, y de paso a quienes se consideraban molestos a los intereses de terratenientes y empresarios que apoyaron masacres de campesinos, indígenas, obreros y oficinistas en forma selectiva, pues necesitaban apropiarse de sus tierras, o dar muestras de su poder y se aprovecharon del horror para mantener a los trabajadores y trabajadoras con sueldos de miseria.

Basta recordar la carestía de esos años y los programas del PEM y POJ con que la élite aumentaba el daño y los perjuicios causados ante un pueblo que había votado por establecer algunos derechos y dignificar la pobreza que era y es mantenida por los dueños del dinero.

 

Presente, ahora y siempre

Pero ese tiempo, de la historia contada en la novela, y que no forma parte del argumento, permitió que las nuevas grandes fortunas se hicieran dueñas de los recursos humanos y naturales creando sistemas amparados por las leyes (todo legal) que hasta el día de hoy permiten los abusos de la banca, las inmobiliarias, AFP, isapres y otras graves y grandes irregularidades, por decir lo menos (recuerden todo legal), en minería, plantaciones forestales, agricultura, pesca, transporte, por donde se mire.

La legislación ha blindado situaciones graves, como salud y educación pública, vivienda y otros cuantos asuntos que tienen bajo su potestad, bajo la supuesta eficiencia de lo privado en desmedro de lo público, al mínimo sueldo con la gran mayoría de los trabajadores a quienes eufemísticamente denominan «colaboradores», y son estos últimos los que se enferman y se ven obligados a regalar sus horas de traslado para mantener los privilegios de los dueños del dinero, que cuando se ven atrapados por la corrupción o en unas de las tantas fechorías monetarias sólo son sancionados con cursitos de ética.

Tal vez por ello es que hoy en día, sus esbirros que se regocijaron con las campañas de las noticias falsas, no sólo para derribar una Constitución que pondría en el centro los derechos humanos por sobre la idea del Estado subsidiario, que les permite el clientelismo y aplacar con bonos los altos índices de necesidades no resueltas en la población, para mantenerlos bajo su tutela manteniendo su acostumbrada virulencia y odiosidad por la pérdida de privilegios, todos esos personajes que no mencionaremos, para evitar un mal rato al pronunciar sus nombres y apellidos al evitarnos así la amargura de la lengua, quienes sin duda serán objeto de nuevos relatos, porque el arte y la literatura se hace cargo de la historia y de poner de manifiesto a personajes que como antihéroes tienen sus límites paradójicos y una moral contradictoria.

Porque supuestamente sufren por no cruzar ciertas líneas, y al cruzarlas tienen un conflicto interno, por ello se acercan a las características de los villanos quienes son los que actúan (todo legal, pero sin moral como las zonas de sacrificio) y son capaces de seguir actuando de forma ruin o cruel, por ello la falsa discusión de estos días por ponerle límites a lo que sería una nueva Constitución.

Pero volvamos a la novela, que a ratos trae consigo el encanto y desencanto de la utopía, y al mismo tiempo narra y se involucra en los hechos de la historia reciente, en un gesto en que Honrar al padre es reconocer las ideas en donde la dignidad humana es algo más que un momento ontológico o moral, es una realidad adquirida por los hechos y las consecuencias de la historia personal ante la gran historia, a la cual los escritores como Bruno Serrano están llamados a decir, presente, ahora y siempre.

 

 

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Hans Schuster Guzmán es escritor, fundador del colectivo de arte látigos de fuego, cofundador del colectivo de artes y humanidades filopoiésis y coordinador del área de gestión de las culturas y el patrimonio de la Universidad Católica Silva Henríquez.

 

«Honrar al padre», de Bruno Serrano (Editorial Cuarto Propio, 2022)

 

 

 

Hans Schuster Guzmán

 

 

 

Imagen destacada: Bruno Serrano Ilabaca.