[Ensayo] «Katla» y «La anomalía»: De otros «yoes» y realidades alternativas

Se analizan en este artículo a dos obras de ficción que plantean la existencia de otras dimensiones al desafiar nuestro tradicional modo de entender el mundo: una serie audiovisual nórdica —disponible en Netflix— en donde tras una erupción volcánica irrumpen dobles de personas en el lugar de la catástrofe, y una novela francesa —de la autoría de Hervé Le Tellier— y la cual retrata el modo en el que una tormenta eléctrica altera el espacio tiempo al provocar la duplicidad de un avión comercial con sus pasajeros y tripulación a bordo.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 3.9.2021

Si rasgo las superficies
hallo historias
sorpresas
laberintos
habitaciones
caminos…
Y, en algún lugar,
me encuentro…
Una pequeña réplica de mí mismo
que me saluda
y me tiende la mano.
Héctor Ethos

Dos ficciones excelentes que plantean la existencia de otras realidades ahora y aquí desafiando nuestro tradicional modo de entender el mundo. Una serie nórdica en la que tras una erupción volcánica aparecen dobles de personas del lugar. Y una novela que retrata cómo una tormenta descomunal altera el espacio tiempo provocando la duplicidad de un avión comercial con sus pasajeros y tripulación.

Dobles que son réplicas de cada “mí mismo”, dobles que “tienden la mano” a cada personaje retratado tal y como expresa el amigo Héctor en el poema del encabezado.

 

«Katla», de Baltasar Kormákur: La naturaleza elemental desbocada como génesis

La trama de esta obra audiovisual transcurre en un paisaje desolador casi apocalítico debido a la erupción del colosal volcán Katla ubicado en Islandia bajo un glaciar. El volcán también es conocido por los isleños como “la puerta del infierno” por su historial destructor. Y según los estudios científicos esa situación ficticia retratada podría ser real en poco tiempo reafirmando así ese sobrenombre estremecedor.

La puerta del infierno y así mismo del poder femenino escondido porque el topónimo Katla hace referencia a la bruja que según la leyenda fue ama de llaves de un monasterio que antiguamente estaba situado sobre ese glaciar que resguarda tanto fuego. Mujer hechicera que finalmente tuvo que esconderse bajo él custodiando una codiciada prenda mágica con poderes sobrenaturales.

En las profundidades de la tierra, agua y fuego —opuestos tradicionales— cohabitan en la radicalidad térmica del hielo y la lava.

Ese fabuloso escenario subterráneo y su inquietante superficie fantasmagórica son los principales protagonistas de la serie. Impresionan las cenizas que todo lo cubren y tamizan, el aire brumoso y tóxico, el omnipresente cono volcánico plenamente activo, las grietas profundas en el glaciar tocado por el fuego…

Y en esa naturaleza elemental desbocada que todo lo domina, unos pocos humanos y algunos animales, especialmente cuervos.

Los cuervos, aves con simbolismo lleno de contradicciones: desde pájaros de mal agüero a mensajeros proféticos. En la mitología escandinava, dos cuervos acompañan al dios Odín: uno asociado al espíritu y el otro a la memoria. Y además la simbología del negro que ellos ostentan: el color del comienzo, de la obra alquímica, de la noche del seno materno, de la tierra más fértil…

Así, el cuervo en Katla viene a ilustrar la ambivalencia de ese entorno destructor y potencialmente regenerador tanto a nivel físico como especialmente en lo referente a la profundidad del alma de los personajes retratados.

Junto a esos simbólicos cuervos, los pocos humanos. Mujeres y hombres que cumplen funciones relacionadas con el control y estudio del fenómeno natural o bien son lugareños que pese a todo han decidido permanecer en ese infierno cerrado al público.

La anomalía —parafraseando la novela que aquí también se comenta— se produce al aparecer una mujer desnuda cubierta de lodo por esos parajes. Tras ella vendrán otras personas de esa guisa ante la sorpresa de los que allí se encuentran. Sorpresa máxima porque bajo sus capas negras descubren a los dobles de gentes vinculadas al lugar, algunos ya muertos y otros bien vivos. Desconcertantes dobles en tiempos distintos.

Dobles exactos con los mismos recuerdos pero sin los miedos de sus originales que en su mayoría anteponen ese sentimiento a cualquier otro. Y en el miedo ven a la réplica como una seria amenaza. Así, reaccionan ignorando y excluyendo esa desconcertante evidencia, reaccionan como quien no quiere despertar de un confortable sueño.

Porque a pesar de que puede parecer que esos dobles son una pesadilla, en realidad pesadillas son las vidas de los originales —según vamos descubriendo—, unas vidas tan asfixiantes como el aire que allí respiran, unas vidas que preferían no mirar y que ahora de alguna manera los dobles les muestran.

Son excepción —al menos de entrada— una madre que recupera a su niño muerto y un hombre maduro que revive un antiguo amorío con una mujer felizmente rejuvenecida. Y especialmente la joven Gríma quien siempre albergó la esperanza de encontrar a su hermana Ása desaparecida un año atrás al iniciarse la erupción, esperanza que se materializa en una de esas personas surgidas de la tierra: Ása es la primera de esas extrañas apariciones, la hermana ha regresado.

Sólo Gríma parece realmente interesada en saber que está sucediendo a nivel profundo, qué hay detrás de esas duplicidades anímicas; especialmente cuando aparece un doble suyo y pone en evidencia sus propias sombras al descubrir en su «otra» el amor y la vitalidad que ya no anidan en ella.

Más allá del trasfondo trascendente, Katla atrapa por su suspense que a ritmo reposado va creciendo conforme avanza la trama. Las reacciones defensivas ante la propia amenaza —el doble como reflejo— llevan a sus personajes a inquietantes “soluciones” extremas que nos mantienen en vilo hasta el final.

La ambientación es excelente y también la interpretación de los actores —especialmente sus miradas— de la que destacaría a Guðrún Ýr Eyfjörð como Gríma y Þorsteinn Bachmann como el piadoso policía Gísli.

De una sugestiva obra audiovisual finlandesa en un entorno cerrado a una atrapante obra escrita francesa que plantea un escenario global.

 

«La anomalía», de Hervé Le Tellier (Seix Barral, 2021)

 

«La anomalía», de Hervé Le Tellier: El electromagnetismo como sustrato creador

Brillante la novela del polifacético escritor parisino que ha sido galardonada con el prestigioso Premio Goncourt.

Novela que ha supuesto un inesperado éxito para el veterano Le Tellier quien siempre fue autor de ámbito nacional y tiradas limitadas; con La anomalía ha traspasado fronteras siendo traducida a varios idiomas y contando con numerosas ediciones desde que vio la luz en 2020.

Una obra muy completa que conjuga saber y entretenimiento y en la que se mezclan géneros y estilos literarios de forma magistral. Es ciencia ficción, es thriller de acción, es novela psicológica y es por encima de todo una lúcida reflexión sobre la naturaleza del mundo.

Una poderosa y extraña tormenta azota a un avión en vuelo regular de París a Nueva York, un avión que finalmente logra aterrizar sin mayores incidencias. La anomalía se produce cuando al cabo de tres meses una aeronave idéntica con los mismos pasajeros y tripulantes se comunica con el aeropuerto neoyorquino solicitando aterrizar tras esa terrible tormenta del pasado que ellos vivencian como reciente.

Un fenómeno natural de carácter electromagnético produce un desdoblamiento espacio temporal que desafía la concepción humana del mundo y que pone a las autoridades en alarma. Todo el aparato del Estado se pone en marcha para abordar la sorpresiva situación como si se tratara de una seria amenaza, de entrada el avión es desviado a un aeropuerto militar y allí es retenido en secreto.

Los pasajeros y la tripulación permanecerán aislados sin posibilidad de comunicarse con el exterior ni recibir apenas información, especialmente sin saber el tiempo real en el que viven.

Le Tellier desgrana los múltiples conflictos e implicaciones del fenómeno a nivel social global desde lo político a lo científico pasando por lo religioso. Y paralelamente nos ofrece un brillante retrato de unas pocas de esas personas desdobladas, personas de naturaleza dispar: un asesino profesional, un escritor que es su alter ego, una abogada combativa, el piloto del avión, una madre y sus hijos, un músico africano…

Retrato paralelo, de esos desubicados temporales y de los primeros que aterrizaron que de inmediato son conducidos a esas instalaciones militares para confrontarlos con sus dobles apoyados por psicólogos. Porque como ocurriera con Katla dobles y originales son idénticos y a la vez distintos dado que sus vidas difieren tres meses. Así, por ejemplo, el capitán doble sano se verá con él mismo en fase terminal por un cáncer galopante.

Me parece muy interesante este encuentro de gemelos observados por terapeutas profesionales, unos reaccionan con claro rechazo mientras que otros como los desdoblados músicos africanos lo vivencian como “una herencia caída del cielo” y deciden aunar fuerzas formando un dúo musical.

En esos encuentros de impresiones y torbellinos emocionales, se habla y se reflexiona sobre muchos temas personales. Así un hombre agradece el poder “hacerse de coach” a sí mismo y descubre lo que supone oírse realmente:

Ambos se sorprenden al oír la voz del otro. Un timbre menos grave de lo que esperaban y también menos agradable. André siempre se ha oído “desde dentro”. Acaba de descubrir su verdadera voz.

Pero más allá de esos excelentes retratos de personajes gemelos, entiendo que la principal virtud de la novela está en el estudio de las causas de esa “catástrofe virtual” tal y como Le Tellier la define. El autor parisino dedica un capítulo que titula «Descartes 2.0» para exponer diversas hipótesis en boca de expertos que asesoran al presidente estadounidense que está al mando de la operación:

El agujero de gusano. En una teórica dimensión a la que no tenemos acceso sería factible que el espacio se doblara sobre sí mismo y en esas condiciones podrían crearse agujeros por los que se viajaría a velocidades muy elevadas. No obstante no queda claro que pudiera darse un desdoblamiento.

La fotocopiadora. Se sabe que cada vez somos más capaces de reproducir todo tipo de objetos con gran precisión mediante la impresión 3D, incluida la materia biológica. Así que se podría llegar a duplicar un avión y las personas a bordo, se podría en teoría aunque en la práctica a día de hoy parece casi imposible especialmente en lo que se refiere al alma, la conciencia, la psique…

Quizás por esos grandes peros, la hipótesis que parece tener mayor consenso entre los expertos es a la vez la más chocante: La simulación.

Le Tellier diserta sobre la realidad para de ahí entrar en la simulación como explicación de esa anomalía y en general como explicación del espacio tiempo en el que transitamos, es decir el mundo entendido como Maya o Matrix:

Toda realidad es una construcción, por no decir una reconstrucción. Nuestro cerebro está incrustado en la oscuridad y el silencio de la cavidad craneal, y sólo tiene acceso al mundo a través de los sensores que son nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra nariz, nuestra piel: todo lo que vemos y sentimos se lo transmiten unos cables eléctricos, la sinapsis…, nuestras células nerviosas.

A partir de aquí expone los continuos avances en el mundo de la informática que harán posible que en pocos años se consiga simular un cerebro humano cuyo programa alcance cierta conciencia. Y que de ahí se puede inferir que otros seres más evolucionados —quizás nosotros mismos en otra dimensión de la que no tenemos conciencia ahora y aquí, apunto— sean capaces de simular toda la historia de la humanidad.

Así, nosotros los humanos no seríamos seres enteramente reales sino creaciones a modo de simulaciones informáticas o avatares electromagnéticos por decirlo de otra manera. El electromagnetismo como sustrato original y como productor —la tormenta que atraviesa el avión en la novela— de anomalías que son otras realidades, otros yoes.

Y ante las reticencias del estupefacto presidente (de la gran mayoría de la gente, sin duda), el experto afirma:

Si la inteligencia que nos simula descubre que un ‘humano simulado’ está a punto de observar el mundo microscópico, no tiene más que aumentar los ‘detalles simulados’. Y si se produjera un error, le bastaría con reprogramar los ‘cerebros virtuales’ que hubieran detectado la anomalía o retroceder unos segundos y ejecutar de nuevo la simulación evitando el problema.

Suena más bien ciencia ficción que realidad pero es una explicación al desconcertante mundo en el que vivimos que a algunos —entre los que me encuentro— nos aporta cierta tranquilidad de espíritu. El mundo pues como un mega programa informático que puede entenderse a modo de espectacular juego en el que jugamos sin suficiente perspectiva ni plena conciencia.

En palabras de Charles Chaplin: “La vida es una tragedia cuando se ve en primer plano, pero en plano general pasa a ser una gran comedia”, la Divina Comedia de Dante añadiría yo con la salvedad de que el Dios —o Dioses— puede ser bien distinto al retratado en ese clásico universal, quizás un ser —o seres— tan cómico y genial como el mítico realizador londinense.

Por todo ello me parece muy recomendable la lectura de esta excelente novela que bien podría ser adaptada pronto como largometraje o serie, ojalá sea así y caiga en buenas manos.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Katla (Serie de TV, 2021).