[Ensayo] La deriva existencial en la filmografía de Denis Villeneuve

El camino creativo del director canadiense resulta particularmente relevante cuando se busca repensar el concepto de autor desde lo contemporáneo, ya que su trayectoria parece ser la arquetípica al respecto: un artista en un inicio enmarcado en el cine independiente, y quien una vez que se vuelve reconocido por el mainstream, comienza a trabajar con grandes compañías y productoras —y también con un mayor presupuesto—, sin por eso perder su carácter diferenciador ni menos su voz propia.

Por Jaime Ahumada Ruiz

Publicado el 26.7.2022

 

Buscando singularidad: el concepto de autor

La política del autor, de acuerdo con Adrien Martin, puede verse en aquellos filmes que, al verlos, se hace identificable su director, su autor; en ellos se: «expresan sus inquietudes, ritmos y visiones; en breve, su propio yo» (Martin, 2008: 49).

Esto, supuestamente, debiese suceder sin importar estén trabajando de manera independiente o con un gran estudio. Existen ejemplos como Chloé Zhao, directora y guionista china radicada en Estados Unidos que da muestras de un claro estilo propio en películas como Songs my brothers taught me (2015) o Nomadland (2020), que le otorgó el reconocimiento mainstream.

Sin embargo, pareciera perder dicho estilo al trabajar con gigantes del entretenimiento como Marvel Studios. Eternals (2021), la película que realizó con ellos, o mejor dicho, para ellos; las actuaciones desde la vivencia, su ritmo contemplativo, el mise en scéne y su trabajo de personajes quedó reducido a una película de Marvel genérica, con algo menos de acción y mayor uso de paisajes.

Eternals se volvió el filme más «experimental» de Marvel, pero lejos de expresar el estilo autoral de Zhao, sigue la misma fórmula que el resto de las películas de superhéroes, que de una u otra forma, cumple con: «el control de calidad garantizado por la bien lubricada maquinaria industrial de Hollywood» (Stam, 2001: 110).

Entonces, ¿tiene razón Martin? Sus ejemplos parecen haberse quedado en el pasado, siendo Spielberg, con 40 años de carrera al momento de publicación del texto y más desde 30 desde Jaws (1975) y Close Encounters of the Third Kind (1977), el más reciente.

Sin duda que para considerarse un autor, un director o directora debe poseer una trayectoria, pero si eso se lleva a cierto punto, las y los autores sólo serían reconocibles una vez ya consagrados por el establishment y, más importante aún, una vez que su propuesta ya dejó de tensionar límites.

El mismo Martin plantea que la idea de autor sólo sería útil cuando sus resultados son estimulantes y pujan límites permitiendo nuevos descubrimientos. Sin embargo, también menciona que es muy fácil caer en fórmulas reiterativas; películas con un marcado estilo autoral pero que no presentan ninguna idea que no haya sido presentada antes.

Esto implica que el desafío del cine de autor es realmente doble: crear una voz propia y reconocible, al mismo tiempo que esa voz pueda continuar expandiéndose y teniendo nuevos alcances, utilizando el cine como una plataforma para ese lenguaje expresivo (Astruc).

Pero, ¿existen autores contemporáneos que sean capaces de lograr esto?, ¿un lenguaje identificable que no se agote ni vuelva reiterativo, capaz de resistir incluso la fuerza de los estudios?

 

Villeneuve y el Ubi sunt: de lo terrenal a lo universal

La respuesta que aquí se propone es que, al menos, pareciese ser que sí. Se tomará como ejemplo al director franco canadiense Denis Villeneuve, que ha estado en boga los últimos años por películas como Incendies (2010), Sicario (2015), Blade Runner 2049 (2017) o su último filme Dune Part I (2021).

Sus películas se caracterizan por un desarrollo dramático relativamente lento, lo que no debe confundirse con falta de acción por parte de sus personajes. Dentro de ese ritmo, y prácticamente en sus diez películas, logra poner de manifiesto una ambigüedad permanente y punzante en sus personajes, que permite un desarrollo de momentos de tensión, que complementados con una buena síntesis entre sonidos intradiegéticos y extradiegéticos, tiñen de un tono particular a toda la película.

Su fotografía, por otra parte, privilegia espacios abiertos que no transmitan la sensación de libertad que estos suelen conllevar. Y es que los personajes de Villeneuve suelen estar encerrados, mas no en prisiones físicas, sino en situaciones o en sus propios destinos. Y es que si hubiera que decodificar un mensaje que Villeneuve quisiera transmitir mediante su lenguaje cinematográfico, sería el de la deriva existencial.

La filmografía de Villeneuve resulta particularmente relevante cuando se busca (re)pensar el concepto de lo autoral desde lo contemporáneo, ya que su trayectoria pareciese ser, precisamente, la arquetípica del autor; un comienzo enmarcado en el cine independiente que, una vez que se vuelve reconocido por el mainstream, comienza a trabajar con grandes compañías y productoras, y por ende también con un mayor presupuesto, sin por eso perder su carácter diferenciador, su voz propia.

En el caso de Villeneuve, el paso se dio con su cuarto largometraje, Incendies, el cual estuvo nominado a los premios Oscar y le trajo el consecuente reconocimiento que este tipo de premios suelen acarrear. De manera inmediatamente posterior a este, Villeneuve dejó atrás las grabaciones en su lengua materna, el francés, para desde entonces rodar únicamente en inglés.

Del mismo modo, comenzó a trabajar con presupuestos cada vez mayores y con actores de renombre en Hollywood: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Emily Blunt, Benicio del Toro, Amy Adams, Ryan Gosling y Josh Brolin, por nombrar solamente algunos. Sin embargo, esto no significó la pérdida de su lenguaje cinematográfico, sino por el contrario, le permitió acentuarlo y pulirlo.

Como se mencionó anteriormente, su filmografía no se caracteriza únicamente por un determinado estilo narrativo, sino también por un tópico que aparece, de distintas formas, una y otra vez, un contenido semántico recurrente: el ubi sunt.

Traducido literalmente como «¿dónde están?», este tópico literario se pregunta por el lugar que ocupan los que vinieron antes que nosotros, ahora que ya no están aquí; es decir, es un diálogo de cara con la muerte, el duelo y las ideas de insignificancia, destino y trascendencia.

Villeneuve pasa sin problemas del drama, al thriller y a la ciencia ficción, pero en cada una de las historias que cuenta el ambiente está marcado por aquel olor existencialista que invade y posee a sus protagonistas. Pese a que es una constante, sería errado afirmar que se da de la misma manera en todos sus largometrajes.

Por esto, se propone aquí una división de su filmografía en tres periodos distintos, con tres formas de abordar la deriva existencial del ubi sunt, cada cuál con una película que le caracterice: el vagabundeo, lo traumático y el existencialismo cósmico.

 

El vagabundeo

El primero de estos periodos es el que componen sus dos primeros filmes, Un 32 août sur terre (1998) y Maelström (2000). En ambos filmes la deriva existencial se presenta como un vagabundeo de sus personajes. Ahora, este vagabundeo no debe entenderse como una especie de flaneur contemporáneo por ciudades de la Canadá francesa, sino como un deambular que los personajes realizan por sus vidas, las que por distintos motivos se han visto removidas.

Pongamos el foco en su ópera prima, Un 32 août sur terre. En esta se sigue la historia de Simone (Pascale Bussieres), quien luego de un accidente automovilístico, decide que quiere tener un hijo. Para esto, recurre a su mejor amigo Phillipe (Alexis Martin) —quien, en un giro poco original, siempre ha estado enamorado de ella— para que la ayude a concebir el bebé.

Este accede, pero para dilatar la tarea, le pone como condición a Simone que su futuro hijo debe ser concebido en un desierto de Utah. De esta forma, el viaje metafísico se hace también físico.

El filme cuenta con una clara influencia de la Nouvelle Vague francesa (lo que resulta interesante al justamente estar hablando de la política del autor, ya que esta fue inspiración e instrumento de la nouvelle vague para romper la tradición del cine francés de su momento, al menos según Stam (2001: 109)), y todo gira en torno a la relación entre Simone y Phillipe, que se reestablece debido a la solicitud de Simone.

Todo lo que les sucede —el viaje, un taxista que los abandona y estafa, encontrar un cadáver, etcétera— parece ser una excusa del destino para que no puedan decidirse a consumar su acuerdo.

La verdad es que ninguno está realmente seguro de realizarlo, tanto la relación de amistad que mantenían previamente, como por lo absurdo del capricho; todo lo que les sucede podría haber desencadenado una epifanía, tal cómo la que tuvo Simone tras su accidente automovilístico, sin embargo, eso no pasa, demostrando lo realmente arbitraria que resulta la decisión de querer tener un hijo, y de haber aceptado concebirlo.

Finalmente, y luego de que la tragedia ataque esta vez a Phillipe (unos muchachos se bajan de un auto a golpearlo, sin razón alguna, dejándolo hospitalizado), Simone decide utilizar todo lo que les ha sucedido para armar una narrativa en la que ella se da cuenta —cómo si el sentimiento hubiese estado desde siempre allí— que ama a Phillipe.

Es el azar, la muerte, y el temor por el porvenir que la acompaña, los cuales cambian una y otra vez el parecer de los personajes, llevándolos, en un caótico libre albedrío, a redefinir sus vidas constantemente.

 

Un fotograma de «Incendies» (2010) de Denis Villeneuve

 

Lo traumático

La segunda etapa que se distingue en la filmografía de lo Villeneuve es la que se centra en sucesos traumáticos. Esta considera las películas Polytechnique (2009), Incendies (2010), Prisoners (2013), Enemy (2013) y Sicario (2015).

Aquí la idea del «gran suceso» que cambia el acontecer futuro de los personajes es lo clave. Si bien esto ya se encontraba en sus dos filmes anteriores (en ambos como un accidente automovilístico, idea que se reitera también en cada una de estas películas), aquí se vuelve el punto focal de las historias, abordado además en clave netamente trágica, sin el coqueteo con la comedia negra que se presentaba en las películas anteriores. Para explicar la idea nos concentraremos particularmente en Incendies.

En este periodo, que comienza nueve años después de su anterior película, se nota que Villeneuve está trabajando de forma mucho más pulcras sus ideas, ya que los resultados aparecen más pulidos. Las siempre trabajadas decisiones del director se notan mucho más certeras, evitando lo que pueda sobrar o que pueda resultar innecesario, lo que hizo algo de falta en sus primeras películas.

Incendies narra la historia de dos hermanos que, luego de la muerte de su madre, con quien no compartían demasiada simpatía, deben encontrar a su padre, a quien creían muerto, y a su hermano, cuya existencia desconocían, por encargo testamentario.

Así se comienza a develar una historia propia de una tragedia griega —edípica, más específicamente— que mantiene una tensión constante en el espectador. Esta incluso se mantiene cuando ya se conoce la verdad que los protagonistas buscaban: que su padre y hermano son la misma persona, el torturador de su madre mientras esta era una prisionera política.

A través del trauma generacional, Villeneuve aborda la fragilidad de la narrativa que cada personaje lleva de su propia vida; sea un tiroteo, un secuestro, un accidente o el pasado que se devela, los personajes de Villeneuve se ven forzados a reorganizar su vida frente a una contingencia terrible y trágica, que los resitúa en su propio esquema mental.

Se ven atrapados no por la circunstancia; la mayoría de ellos, de hecho, siempre tienen la posibilidad de escapar o eludir esta, lo que los atrapa es el pasado, como una determinante raíz irremediablemente atada en a sus pies. Sus existencias se ven no sólo alteradas, sino resignificadas de un momento a otro.

De esta manera, lo que se presenta ante ellos no es realmente la tragedia del suceso mismo, sino la tragedia de la insignificancia de lo que han construido hasta el momento de este, y de lo que puedan edificar posteriormente.

 

Existencialismo cósmico

Resulta interesante que hoy Villeneuve se vea caracterizado públicamente por esta última etapa, pese a ser la más reciente, y estar compuesta tres películas que se diferencian notoriamente en su género, aunque no en tono, de las anteriores.

Villeneuve es hoy un director de ciencia ficción, y esta imagen se configuró gracias a sus películas Arrival (2016), Blade Runner 2049 (2017) y Dune part I (2021).

Puede que sea lo icónico de los títulos, considerando que se trata, por un lado, de una secuela al clásico ochentero de Ridley Scott, y por otro, a un segundo intento de adaptación de la novela épica de Frank Herbert (no hablaré, por respeto al material de origen, de ese otro intento de adaptación cinematográfica por parte de un pseudo-artista ególatra y megalomaníaco), o que el estilo de tensión constante y pausada que ha desarrollado calce muy bien con la ciencia ficción.

Sin embargo, en esta nueva etapa, el director vuelve a darle una nueva vuelta a la gran temática que cruza su filmografía: tanto el suceso como punto de inflexión vital y la deriva en la que se mueven sus personajes sigue presente, pero ahora, junto con enfrentarse a la tragedia y la muerte, estos se enfrentan también y de manera explícita, a un destino que los supera enormemente.

Arrival presenta a Louise (Amy Adams), una investigadora lingüística que es seleccionada para realizar los primeros intentos de comunicación por parte de los Estados Unidos con una raza alienígena que ha aterrizado en varios territorios del globo.

Mientras cada país realiza su mejor esfuerzo por descubrir lo que trajo a estos visitantes a la Tierra, en lo que se transforma en otra expresión de la guerra entre potencias, Louise comienza a experimentar recuerdos que no ha vivido; fragmentos de una vida que la involucran a ella, a Ian (Jeremy Renner), otro investigador estadounidense a quien conoció recientemente, y a una hija que no tienen.

Finalmente se trata de un efecto de la interacción con los alienígenas; estos viven el tiempo de forma diferente, sin presente, pasado o futuro, y vinieron a la tierra para que Louise pudiese comunicarse con ellos, ya que en lo que nosotros entendemos como futuro, ellos necesitarán nuestra ayuda.

El daño colateral es que Louise vive su futuro con Ian, ve a su hija conjunta y la muerte de esta. Con tal de que todo aquello suceda, de sentir esa felicidad momentánea, Louise decide no contar nada, y dejar que Ian sufra en la ignorancia, la futura muerte de su hija.

De esta manera, en sus últimos filmes, Villeneuve contrapone en sus películas dos ideas, supuestamente, opuestas: la de la libertad de acción y la de un destino predeterminado.

Su propuesta temática ha sido pulida al igual que lenguaje cinematográfico, cuyo punto más alto pareciese ser Incendies, ya que, si bien Dune presentaba con el presupuesto, la libertad creativa y el nivel de producción para poder ser un nuevo punto alto en su carrera, la magnitud de la historia y el afán de Villeneuve por contarla íntegramente perjudicaron a la narración.

De cualquier modo, su estilo distintivo sigue allí, trabajando con una: «trama narrativa, simple y compleja en un solo golpe de imagen, que sabe cautivar al espectador; Villeneuve, por medio de imágenes fuertes, con escenas que mueven a la reflexión y mediante silencios que acompañan la intensidad de sus frases, va siempre a lo esencial de su mensaje» (Pelletier 2017, 52).

En este sentido, Denis Villeneuve puede presentarse como un buen ejemplo de la idea de autor; sin embargo, al mismo tiempo es un ejemplo de la dificultad de lograrlo, al menos trabajando en Hollywood: el desarrollo del estilo que hoy presenta se dado con el tiempo y de manera paulatina, trabajando en proyectos que poco a poco le han permitido alcanzar determinado status.

Esto se debe a que también ha sido cuidadoso con los proyectos en los cuales se involucra; si es que no puede trabajar dentro de un parámetro que le acomoda, ni con un equipo con el que se sienta a gusto, prefiere marginarse.

Así, el poder establecerse como autor no responde sólo a un estilo creado, sino también a un modo de trabajo que lo permita.

 

Bibliografía

—Astruc, Alexander. (1948) El nacimiento de una vanguardia. La Caméra stylo.

—Martin, Adrian. (2008) ¿Qué es el cine moderno? Santiago: Uqbar Editores.

—Pelletier, Esther. (2017). «Adaptación, realismo, origen e Incendios, de Denis Villeneuve». Unidiversidad 29.

—Stam, Robert. (2001). Teorías del cine. Buenos Aires: Paidós.

 

 

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Jaime Ahumada Ruiz (1996) es un escritor y poeta visual autodidacta. Licenciado en sociología de la Universidad Alberto Hurtado y diplomado en interculturalidad y derechos humanos, actualmente estudia licenciatura en estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile y se desempeña como crítico literario y cultural.

 

 

Jaime Ahumada Ruiz

 

 

Imagen destacada: Blade Runner 2049 (2017).