[Ensayo] «La mesías»: De infancias traumáticas y búsquedas liberadoras

Esta miniserie de producción española, y compuesta por siete capítulos, acaba de estrenarse en la plataforma de streaming Movistar Plus+, y relata la vida de Enric, un hombre atormentado por una infancia marcada por el fanatismo religioso y el yugo de una madre con delirios apocalípticos.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 28.11.2023

«La serie habla de cómo la creencia, en general, llena el vacío».
Los Javis

Esta notable serie supone la confirmación de la grandeza artística de «los Javis» (tal y como se denomina a la exitosa pareja de guionistas y realizadores españoles, integrada por Javier Ambrossi y Javier Calvo, respectivamente) como creadores de historias que atrapan a todo tipo de públicos, especialmente a las generaciones jóvenes.

Digo notable y no excelente porque hay aspectos de la obra audiovisual que personalmente me han resultado «chirriantes» —me consta que no soy el único— hasta el punto de que tras visionar sus tres primeros capítulos —son siete en total— estuve a un tris de dejarla en una mezcla de hastío y enfado por un —según mi opinión— excesivo recrearse en la oscuridad retratada.

Pero afortunadamente me espolearon a seguir (esas mujeres familiares que saben incitar) y aquí estoy hablando de La mesías especialmente por su a mi entender excelente último episodio en el que se da sentido y profundidad al drama humano vivenciado.

Un drama escenificado en estilo que se confiesa heredero del gran Almodóvar con una estética muy cuidada y unos personajes ricos en matices que emanan de esa España pasional que transita entre el puro esperpento y la verdad desnuda del alma.

Mención especial merecen todas las excelentes interpretaciones del reparto actoral que encabezan Roger Casamajor (Enric adulto), Macarena García (Irene adulta), Ana Rujas (Montserrat joven), Lola Dueñas (Montserrat adulta), Carmen Machi (Montserrat anciana) y el extravagante cantautor Albert Pla (Pep).

 

En huida permanente

La historia gira en torno a Montserrat, una joven inestable que tras abandonar su hogar familiar va dejando atrás relaciones tóxicas llevando consigo a sus pequeños Enric e Irene quienes desafortunadamente vivencian el caos que su madre encarna.

Así, la huida materna —de vivienda en vivienda, de relación en relación— se entiende como una huida de sí misma, de los aspectos negativos —que son muchos— de su ser y estar no reconocidos que ella proyecta fuera en los hombres y en todo aquel que la pone frente al espejo.

Pero cuando esta huida recurrente se torna imposible, la huida física muta a huida psíquica: muta a enajenación mental. Un cambio drástico que Montserrat experimenta en sí misma tras entregarse a Pep, un hombre de radicalidad religiosa cristiana que la encierra a ella —y a sus sufridos hijos— en su mundo de privaciones.

Montserrat —quien ya tenía una contradictoria fe cristiana— se escabulle del dominio de ese hombre casi asceta que la induce a procrear hijas —seis hermanas para Enric e Irene— convirtiéndose en mensajera divina gracias a sus supuestos poderes canalizadores que deslumbran a Pep y desestabilizan aún más si cabe a sus hijas e hijo.

Porque si la madre en su egoísmo desmesurado siempre fue la antítesis del amor y el amparo para sus hijos, ahora como «madre divina» que se cree con la misión de «salvar al mundo» sume a sus vástagos a una vomitiva dictadura emocional que anula sus individualidades.

 

Montaña «mágica»

El nombre propio de «la mesías» no es para nada arbitrario. La historia se ambienta en Catalunya iniciándose y concluyendo en nuestra singular montaña «mágica» consagrada a la virgen negra o «moreneta».

De esta forma, el negro o la oscuridad de la patrona catalana bien puede asociarse al negro o la oscuridad que la Montserrat de esta historia encarna en una espiral creciente que ya como «madre divina» parece imposible que pueda llegar a reconocer algún día.

Y esa imponente y peculiar montaña —retratada en suma belleza— se nos presenta casi como una protagonista más de una historia de historias que enlaza personajes movidos por «la búsqueda».

En Montserrat está trabajando un «tocado» Enric adulto, quien como técnico audiovisual para la realización de un documental sobre los populares avistamientos OVNI que son motivo de peregrinaje para muchos «amantes del misterio».

Allí mismo peregrinan también miles de fieles cristianos, algunos de los cuales cumplen con gran devoción promesas de todo tipo —como la de acceder al lugar en genuflexión— tras haber sido supuestamente agraciados por la «mare de Déu» de Montserrat.

Y ahí en la ficción retratada se aloja una colonia de influencias chamánicas e hinduistas que pretende ayudar a la sanación física, emocional y psíquica de las personas que lo demandan facilitándoles en ese proceso herramientas para la búsqueda de trascendencia.

 

Enganche versus libertad

La serie nos muestra como en demasiadas ocasiones la fe en la trascendencia se convierte en cárcel para los que se entregan a un grupo que aparenta ayudar «a ser» pero que en realidad busca someter en un «no ser» que anula al buscador y lo convierte en siervo dependiente.

Y asimismo retrata como a menudo el «creyente» o «adepto» utiliza la fe tan solo como refugio a su desamparo o bien como una forma de escapismo frente a la incómoda realidad de su vida, y de cómo en ambos casos esa actitud falsa —esencialmente con uno mismo— del creyente lo aleja del entendimiento propio como llave para poder «llegar a ser».

Esa es la tóxica realidad del «hogar» sectario de la «Mesías», esa es la toxicidad que han mamado las siete hijas y el hijo. Una toxicidad que anula toda individualidad y que los Javis nos muestran en descarnada crudeza, una crudeza que ocasionalmente es aliviada con acertadas notas de humor que resaltan el patetismo del drama vivenciado.

Pero esa toxicidad sectaria está también —en menor medida, pero está— en casi todos los grupos de fe retratados en la serie. Lo está en los cristianos que acuden a Misa o a un festival católico de supuesta hermandad y lo está especialmente en la hermana de Pep quien es miembro activa del Opus Dei.

Otra cosa es —a mi entender— el grupo chamánico hinduista al que Enric acude finalmente en su imperiosa búsqueda de sanación y trascendencia. Un grupo que en mayor autenticidad espiritual prioriza la libertad individual en el laborioso proceso de descubrirse para «llegar a ser». Así, sus integrantes procesan una fe potencialmente liberadora.

Y también se nos presenta como liberadora la «fe artística» de los hijos del clan Montserrat que encuentran una salida o un alivio a su cárcel doctrinal gracias al visionado de una película musical que Enric consigue a escondidas de los padres.

Esa música y esa danza como sano escapismo para unos hermanos que casi nada conocen del mundo exterior; para ellos Cantando bajo la lluvia es necesario alimento del alma, es «arte sagrado» puesto que Enric y sus hermanas cristianas de alguna manera «creen» también en Gene Kelly y compañía.

Por esa influencia, con el tiempo aceptarán de buen grado formar un grupo musical dirigido por su «santa» madre que llegará a ser todo un fenómeno viral aunque para muchos lo será más por su «frikismo» que por su supuesta consciente labor de salvación humana.

 

Sendas hacia al «llegar a ser»

Esa nueva mutación del clan Montserrat sucede cuando tanto Enric como Irene han podido abandonar físicamente el «hogar» tóxico, primero él se vio forzado a irse —es impactante y muy simbólica la escena que nos muestra el cómo ocurre— y luego fue ella quien se logró marchar, pero en su caso con mucha mayor determinación personal.

No están físicamente allí pero cada uno sigue cargando —a pesar de los años transcurridos— con su pesada cruz. Cruces forjadas en negro por tanto mal vivenciado, tanto desamparo y tanta manipulación perversa.

La de Enric mucho más cargante por su condición de único varón de la prole materna, hasta el punto que lo vemos orinarse encima cuando descubre un videoclip de sus seis hermanas; él aterrorizado mientras el resto de la audiencia ríe burlonamente.

Y ese impactante volver a verlas —que se produce en el primer episodio cuando Enric está trabajando en la montaña de Montserrat— desencadena su búsqueda personal que lo llevará a la necesidad de reencontrarse con sus hermanas. La primera hallada será la «liberada» Irene y después él se enfrentará al duro regreso a la cárcel familiar donde aún habitan las otras seis.

Enric necesita volver, pero Irene —aparentemente más fuerte que su hermano— cree que no, ella optó en su día por hacer una especie de «borrón y cuenta nueva» que sólo es así en parte puesto que la herida sigue abierta en su interior.

Así, esta realidad enmascarada (la herida) surgirá en el momento que Enric vuelve a su vida y más aún cuando una de sus hermanas deje el grupo musical y el «hogar» materno para vivir con ella en un hogar (el de Irene) que afortunadamente es cálida acogida sin dolorosas comillas.

En el brillante episodio final entendemos mejor cómo ha sido el proceso de adaptación al mundo exterior de Enric e Irene. Cada hermano ha elegido su senda liberadora de cargas. Irene con ayuda psicológica y el apoyo incondicional de su esposo quien ahora conoce por fin toda la verdad que antes ella le ocultaba, por su parte Enric está entregado en su proceso de sanación siendo plenamente consciente de que su carga es mayor por la manipulación adicional de una madre que convirtió a su único hijo varón en «su hombre».

Con todo, el proceso introspectivo y de búsqueda que inicia Enric está muy bien retratado en la obra audiovisual y hace que su personaje cobre un esperanzador protagonismo, de alguna manera su búsqueda se convierte en luz —para sí mismo y más allá de sí mismo— ante la densa oscuridad del clan familiar.

Y ese es precisamente el bello mensaje final de La mesías: siempre hay esperanza para quien confía —en sí mismo, en la vida, en Dios…— y está dispuesto a «arremangarse» de verdad, a implicarse y a comprometerse en la tarea de poner luz a su oscuridad para poder encaminarse al necesario y liberador «llegar a ser».

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: La mesías (2023).