[Ensayo] Las garras y los colmillos

La concepción evolutiva del pensamiento debida al científico de origen húngaro Albert Szent-Györgyi —Premio Nobel de Medicina en 1937— postula que el cerebro no es un órgano de reflexión, sino que de supervivencia y el cual tiene como base y origen la necesidad elemental de la especie por persistir y reproducirse.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 3.7.2025

En un reciente artículo, descubríamos como consecuencia de la aplicación del test de Turing la base pragmática del pensamiento y la inteligencia. Descubríamos la importancia capital de conseguir un objetivo, aunque sea por un camino indirecto como la imitación (es el caso del niño), la simulación o la mentira. En suma, inteligencia significaba eficacia, logro y justificación positiva, y toda consideración ética quedaría plenamente al margen.

Se remarcaba también la diferencia con la vía lógica para llegar a una verdad racional y estable por medio de los mecanismos consagrados por la civilización, esto es, la inducción, la deducción y la abducción de Charles Peirce, además del experimento científico.

Completa la practicidad de este enfoque, una concepción evolutiva del pensamiento debida a Albert Szent-Györgyi (1893 – 1986). Fue este un fisiólogo y bioquímico de origen húngaro que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1937 gracias a sus trabajos acerca del descubrimiento y síntesis del ácido ascórbico, y su efecto sanador del escorbuto, así como de la respiración celular.

Para dedicarse más tarde al estudio de la química de la contracción muscular con aportaciones notables sobre las proteínas constitutivas de la fibra motriz como la actina, la miosina y la actomiosina, además de una valoración termodinámica de la estructura musculo-esquelética.

Completa la figura su labor como conferenciante, articulista y ensayista sobre las características biológicas de nuestra condición humana.

 

Un aviso a navegantes

George Zopf recogía en 1962 una brevísima cita de Szent-Györgyi, en el libro Attitude and Context, que compendiaba el sentido biológico del pensamiento del fisiólogo. Dicen así sus frases más significativas:

«El cerebro no es un órgano de pensamiento, sino de supervivencia como las garras y los colmillos».

Con todo, es preciso entender bien esta afirmación tan radical para darse perfecta cuenta de lo que supone. Toda realización científica tiene como base y origen la necesidad elemental de la especie de persistir y de reproducirse.

Esto es, un sentido evolutivo de emerger de la pura materia y constituir una civilización, lo cual recuerda al famoso adagio Primun vivere deinde philosophare. La cuestión es que la manipulación de alimentos y de objetos, la agricultura y la artesanía son históricamente anteriores a toda especulación teórica.

Continúa diciendo: «Este está construido de tal manera que hace aceptar como verdad lo que no es, en el fondo, sino una simple ventaja». Aparece aquí un sentimiento convincente de igualación entre verdad y utilidad que recibiría categoría filosófica con el liberalismo inglés y la ética consecuencialista del siglo XIX.

Si echamos una ojeada al panorama actual del desarrollo tecnológico y teórico en el mundo, veremos que estas ideas de Turing, Szent-Györgyi e incluso Maquiavelo en ética y política están a la orden del día.

Así que no será demasiado inapropiado acabar la cita: «Seguir lógicamente los pensamientos sin pararse en las consecuencias, revela tener una constitución excepcional, casi patológica». Que, como puede verse, ronda de cerca el fanatismo.

Y naturalmente tomarse dichas palabras como un aviso a navegantes.

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: Albert Szent-Györgyi.