[Ensayo] «Los idólatras y todos los que aman»: Como una novela de fantasmas

El libro de la autora española Adriana Murad Konings es una obra posmoderna que mezcla historias de espectros, la comedia negra, el relato sicológico y toques de fantasía, al modo de una gran manera estética de honrar la narrativa de Henry James, pero desde un punto de vista contemporáneo.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 12.12.2025

La escritora española Adriana Murad Konings (Madrid, 1997) ha publicado este año, en la editorial Anagrama, su segunda novela, bautizada con el título de Los idólatras y todos los que aman (2025).

Después de su éxito en su debut con Los días leves (2023), que resultó finalista en el Premio Herralde, esta posterior aparición consolida la buena aceptación que logró hace un par de años pues nuevamente llegó a la selección final del prestigioso galardón.

La historia de Los idólatras… se desarrolla en torno a varios personajes. La primera es Rita, una estudiante extranjera que llega a la ciudad de Londres para hacer su doctorado en literatura, específicamente en Harry Jensen, un escritor ficticio que homenajea al gran Henry James.

El segundo personaje es Elizabeth. Ella es una mujer mayor que vive sola y que arrienda una pequeña casa a Rita. Además, Elizabeth es la madre de Florian, profesor de literatura, quien además es el académico que dirige la tesis de la estudiante de posgrado.

Y este último (Florian), es el tercer personaje sobre el cual se desenvuelven las acciones, y quien aparece a través de estas páginas en sus múltiples facetas como hijo, profesor, esposo de Sam y padre de mellizos.

 

La presencia de la muerte

La señora Elizabeth llega a la casa de Rita, su inquilina, con el cadáver de su gato blanco Douglas.

El gato que murió días antes y que Elizabeth había enterrado en su jardín, apareció de forma imprevista sobre la tierra, muy limpio e inmaculado, como si nunca hubiese estado metido dentro del suelo. Rita la consuela y le ayuda a enterrarlo nuevamente.

Sin embargo, Rita omite explicarle que su perro Kurt desenterró al animal y que ella lo lavó y lo dejó encima del terreno, asustada porque su casera se enojara y la lanzara de la casa. Esta emersión fantasmal del gato, Elizabeth lo atribuye a un alma intranquila que salió a pasear.

La casera llega a la conclusión de que Douglas saldrá de su tumba nuevamente para Navidad. Y Rita alimenta esta historia de espectros para tener una relación más cercana con su casera.

El relato va mostrando como las vidas de estos personajes se van entrelazando, en especial, la de Rita y la de Elizabeth, quienes cada una en su mundo tratan de lidiar con sus problemas y la soledad que amenaza su presente.

Así, el otro gran tema que aborda el libro es el duelo. Elizabeth es viuda y con la muerte de Douglas, se sumerge nuevamente en la profundidad del dolor por la pérdida de un ser querido.

La idea de que su mascota este fallecida —pero que se pasee como un fantasma—, la asusta aunque también la ayuda a enfrentar de manera distinta esta muerte, a lo que fue la tragedia del deceso accidental de su esposo. Este último falleció debido al mal manejo de una tostadora eléctrica que produjo una descarga que lo precipitó al piso, golpeándose fatalmente.

No obstante, Elizabeth guarda muy bien conservado, el artículo eléctrico, como si fuera la extensión de su marido ausente.

Por esto, la presencia de la muerte se siente de manera latente en su casa. Como si Elizabeth hubiese convivido con espíritus dentro de su hogar, todos estos años. Esta fluctuación entre la realidad y lo espectral, recorre la narración y en algunos pasajes, se percibe como un relato de fantasmas tipo Henry James.

 

De un versículo del Apocalipsis

Esta historia de aparecidos, se complementa con los problemas más domésticos que tienen los personajes: la difícil relación de Elizabeth con su hijo y la familia de este; la precaria situación de Rita que apenas sobrevive con sus estudios y el trabajo en el supermercado; y la relación tensa entre Florian y esta última (su alumna), y la cual no logra progresar con su tesis sobre el escritor Jensen.

La virtud de Murad Konings es dejar que estos personajes busquen cada uno sus propósitos sin revelarlos y que traten de manipular al otro, en su propio bien.

Así, el relato se adentra en las cabezas de los personajes principales por lo que tenemos el punto de vista de cada uno de ellos y se observa como van chocando los intereses de unos y otros, en una serie de enredos dramáticos que se entretejen.

El libro es una obra posmoderna que mezcla historias de fantasmas, la comedia negra, el relato psicológico y toques de fantasía. Es una gran manera de honrar la narrativa de Henry James que, por tema y estilo, el relato aborda, pero desde un punto de vista contemporáneo, como lo dice Rita en un momento:

«Los fantasmas siempre parecen surgir de esa mirada atenta, como si ser observador implicara ser espectro».

Esta observadora implacable es Adriana Murad Konings, que va diseccionando a sus personajes. En la aparente sencillez del relato, los protagonistas se muestran en una vitrina donde ellos aman, odian y mienten, para obtener lo que desean.

Y desde ese punto se entiende el título, el cual es un extracto de un versículo del Apocalipsis que sumariamente nos cuenta quienes se irán al infierno: los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Una buena síntesis de las personalidades que habitan este libro.

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

«Los idólatras y todos los que aman», de Adriana Murad Konings (Editorial Anagrama, 2025)

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Adriana Murad Konings (por Jeosm).